Tres años sin Feria pero... con toros (y III): El toreo inicia un nuevo rumbo

La alternativa de Manolete marcó en lo taurino el final de la Guerra Civil. Se iniciaba un nuevo tiempo en la historia de España; también en la del toreo...

22 mar 2020 / 12:53 h - Actualizado: 22 mar 2020 / 12:58 h.
"Toros"
  • Manolete tomó la alternativa el 2 de julio de 1939 de manos de Chicuelo.
    Manolete tomó la alternativa el 2 de julio de 1939 de manos de Chicuelo.

El año 1939 no pudo amanecer más temprano en lo taurino. El Ateneo organizó un festival invernal el mismísimo día de año nuevo reuniendo al rejoneador Pedro Luis Algabeño y a los novilleros Gallito, José Ignacio Sánchez Mejías, Pepe Luis Vázquez, El Yoni, Manolo Martín Vázquez y El Ferroviario. La contienda apuraba sus últimos capítulos aguardando el definitivo derrumbe de los pocos reductos leales a la República. La Guerra Civil estaba sentenciada y el 1 de abril se leyó el último parte de guerra. Con el ejército rojo “cautivo y desarmado” se abría una nueva etapa en la vida de España que, siguiendo la máxima orteguiana, se puede describir perfectamente siguiendo la estela de las corridas de toros. El día 9 del mismo mes, Domingo de Resurrección, se alzaba el telón de la nueva temporada, la última sin Feria de Abril. Cagancho, Pepe Bienvenida –que cortó un rabo- y Pascual Márquez se enfrentaron a un encierro de Escudero Calvo, los actuales ‘victorinos’, en medio de un desbordado fervor patriótico adobado de la parafernalia propia de los vencedores.

Tres años sin Feria pero... con toros (y III): El toreo inicia un nuevo rumbo
El primero de abril de 1939 se leyó el último parte de la Guerra Civil. Atrás habían quedado casi tres años de dura contienda.

Sólo una semana más tarde –el día 16- llegaría el Desfile de la Victoria, presidido por el mismísimo Caudillo desde una tribuna instalada en La Palmera. Por la tarde iba a ocupar el Palco del Príncipe en el coso maestrante. El festejo estaba organizado en homenaje a las Fuerzas Armadas y había juntado en el mismo cartel los nombres de Chicuelo, Pascual Márquez y Juanito Belmonte para estoquear seis ‘murubes’ de Carmen de Federico. Hay que anotar que en ese festejo resultó herido el célebre subalterno Alfredo David.

Y el día 19, siguiendo la tónica de esos años, se celebraba la primera de las quince novilladas picadas que marcaron –con excelente nivel- la columna vertebral de la temporada. La nómina de novilleros no difiere demasiado de la de las campañas inmediatas. Hablamos de Gallito, Sánchez Mejías –ambos llegan a enfrentarse mano a mano con un novillada de Villamarta el día 2 de mayo- Pepe Luis, El Yoni, Calderón, Juanito Doblado, Martín Vázquez, Paquito Casado... También Manolete. El ‘Monstruo’ cordobés torea sus últimos festejos menores en la plaza de la Maestranza: el día 14 de mayo alternó con Revertito y El Yoni para despachar seis de Buendía. Cortó dos orejas. La última, el día 21 y con los ‘santacolomas de Felipe Bartolomé, hizo el paseíllo con su primo Fernando Saco ‘Cantimplas’ y Manolo Martín Vázquez. Pero hay que anotar otros éxitos, como las tres orejas y un rabo obtenidos por un torero olvidado, el novillero baturro Luis Mata, que tocó la gloria con los dedos en la tarde del 23 de abril. En el anecdotario de esa tarde hay que reseñar que El Yoni, grandioso capotero, llegó a salir a hombros a pesar de escuchar los tres avisos.

Tres años sin Feria pero... con toros (y III): El toreo inicia un nuevo rumbo

Pero antes de retomar el hilo de las corridas de toros –sólo fueron cinco- celebradas en aquel ‘Año de la victoria’ hay que recordar el festival que tuvo lugar el 4 de junio a beneficio del torero Pepe Brageli, mutilado de guerra. En el cartel, con reses de distintas ganaderías del campo bravo sevillano, figuraba el recurrente rejoneador Pedro Luis Algabeño además de los diestros Chicuelo, Fuente Bejarano, Perlacia, Pepe Bienvenida y Pepe Gallardo. El día 8 de junio –festividad del Corpus- se celebró una nueva corrida de toros en la que triunfó por todo lo alto Gitanillo de Triana, que cortó un rabo de un toro de Escudero Calvo en presencia de Fuentes Bejarano y Juanito Belmonte. Dos novilladas más iban a prologar el verdadero acontecimiento taurino de 1939 en la plaza de la Maestanza: la alternativa de Manolete...

Un cambio de época

Los periodistas sevillanos habían organizado uno de esos clásicos festejos para su beneficio que, sin saberlo, estaba destinado a pasar a la historia. La antigua fotografía congela la efeméride: Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ cede la espada y la muleta a un espigado mozo cordobés y a plaza llena. Los cañones sólo llevan tres meses mudos. Ya había comenzado la larga posguerra pero en esa imagen sepia también se amarra un nudo fundamental en el hilo del toreo moderno: moría un tiempo y nacía otro sin dejar de seguir el mismo hilo.

El festejo se resolvió de manera apoteósica. Chicuelo -a la postre el máximo triunfador de toda la tarde-, Gitanillo de Triana y el propio Manolete -que vestía un precioso terno heliotropo y oro de la sastrería sevillana de Manfredi- se repartieron seis orejas y un rabo. Se lidió un encierro de Clemente Tassara que había viajado desde los cerrados de Barbacena, en los campos de Aznalcóllar. El testimonio de Delavega, crítico taurino de El Correo de Andalucía, nos sirve para ubicar el momento: “Una alternativa lucida. Un toro de alternativa bien toreado con un toreo sobrio, seco, valiente”. Era el doctorado de uno de los toreros más grandes de todos los tiempos, de un matador destinado a marcar época fuera y dentro de los ruedos.

De ‘Comunista’ a ‘Mirador’...

La corrida no estuvo exenta de anécdotas previas y posteriores, trufadas del ambiente pos bélico que se respiraba en un país en el que aún retumbaba el eco de los fusiles. El toro escogido para la ceremonia tuvo que ser rebautizado a prisa y corriendo como ‘Mirador’. En el herradero se le había puesto ‘Comunista’ y, obviamente, el momento político no era el más propicio para mantenerle el nombre. Como colofón al triunfal doctorado, un grupo de aficionados organizó un homenaje a Manolete en la Venta Marcelino. La nota más curiosa de este banquete queda recogida en la edición de El Correo del 4 de julio de 1939 señalando que se sirvió “Champang que se cría en Jerez y no en Francia” de la casa Pedro Domecq. Cosas de la autarquía: el horno no andaba para muchos bollos en la España arrasada de 1939.

Manolete aún volvería a torear otra corrida en Sevilla en 1939, a los pocos días de su alternativa. Fue el 18 de julio, conmemoración del Alzamiento, y organizada a beneficio de la restauración del santuario despanzurrado de la Virgen de la Cabeza. El futuro califa alternó en esa ocasión con el Niño de la Palma y Pepe Bienvenida. Por delante rejoneó un toro Mascarenhas. Sólo unos meses más tarde volvería a estar anunciado en el coso del Baratillo como diestro base de las tres corridas con las que contó la Feria de Abril de 1940. Iba a ser la primera que se celebraba desde 1936. Manolete derrotó a Domingo Ortega -que nunca se lo perdonó- y se hizo amo y señor del toreo hasta la tragedia irremediable de Linares.

Sigue la temporada

Pepe Luis, aún novillero, cortó un rabo a un utrero de Ramón Ortega una semana después del doctorado de Manolete. Alternaba con el hijo de Sánchez Mejías –que se prodiga sin descanso- y Juanito Doblado, que cortó dos orejas de un encierro de Ramón Ortega. La tónica de las novilladas, ya lo hemos mencionado, sigue siendo triunfal. Se celebran festejos el día de la Virgen, el 17 de septiembre y el 28, víspera de San Miguel, además de la del primero de octubre, en la que brilla Paquito Cacaso. La última de ellas, celebrada en la tardía fecha del 19 de noviembre, se organizó a beneficio de la Cruz Roja. Hubo ensalada de reses que se antoja limpieza de corrales: uno de Pérez de la Concha, dos de Villamarta, otro de Ramón Ortega, dos de Esteban González y otros dos de Juan Belmonte que además rejoneó en unión de Antonio Cañero. A pie actuaron Manolo Calderón, Martín Vázquez y El Yoni. Se había acabado la temporada; comenzaba la larga posguerra.

Tres años sin Feria pero... con toros (y III): El toreo inicia un nuevo rumbo

La transmisión de un legado

Había acabado la Guerra; y habían pasado aquellas tres atípicas temporadas sin Feria. Pero se abría un tiempo nuevo. La Guerra Civil iba a cambiar muchas cosas en el país, pero también en el toreo, que había quedado prácticamente en barbecho en los años de la contienda. Pero el esquilme irreparable de muchas de sus ganaderías bravas no logró doblegar esas ganas de ver toros. La conclusión de la contienda implicaba en lo taurino la llegada de una nueva época; una vuelta de tuerca en el lenguaje y la técnica que pondría los cimientos de la arquitectura del toreo moderno. Esa revolución no se podía entender sin ese muchacho cordobés que se había convertido en matador de toros en la plaza de la Real Maestranza, ruedo en el que actuaría con profusión hasta su muerte.

No podía ser casual que el genial Chicuelo fuera el encargado de conferir el grado de doctor en Tauromaquia a Manolete. Chicuelo había recogido las aportaciones de Joselito y Belmonte, convirtiéndose en el transmisor de un concepto: el toreo ligado en redondo. Como una esponja, Manolete tomó buena nota de las bases transmitidas por Chicuelo. Estaba naciendo la faena moderna, la posibilidad de imponer un estilo definido, un modo de torear a un mayor número de toros dejando atrás definitivamente los rudimentos de la brega decimonónica que ya habían sido superados –pagando un alto precio de sangre- en los años luminosos de la Edad de Plata. El toreo estaba adoptando su definitiva categoría artística; pero de un arte entendido como vehículo de expresión, no sólo como el conjunto de reglas y rudimentos que pertenecía a la lidia antigua. La alternativa sevillana de Manolete había escenificado la transmisión de esa herencia. La ligazón en redondo de Joselito y el toreo estático y cambiado de Juan Belmonte encontraron, con Chicuelo de catalizador, el eslabón definitivo para encadenar el toreo moderno.