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Feria de San Miguel

Una oreja que debió cortarse y un cornada que debió evitarse

El novillero madrileño Rafael González hizo méritos suficientes para puntuar en un festejo ensombrecido por el percance de Calerito, que volvió a dar una gran dimensión de torero, y el mal juego global de los novillos de Villamarta

28 sep 2019 / 10:09 h - Actualizado: 28 sep 2019 / 10:23 h.
"Toros","Feria de San Miguel","Juego"
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El titular resume el festejo. González hizo méritos suficientes para marcharse de la plaza de la Maestranza con una oreja en la mano y Calerito no mereció terminar en el hule de la enfermería maestrante después de ser alcanzado por un utrero que no mereció, ni de lejos, el esfuerzo del novillero de Aznalcóllar que ha demostrado una vez más que merece más y mejores oportunidades. Hay que recordar que Rafael González –como el resto de la terna- repetía en la plaza de la Maestranza avalado por su valiosa actuación de los festejos de abono celebrados entre mayo y junio. Pero el madrileño había sido, con mucho, el más destacado; el mejor de la clase. Con esa responsabilidad añadida, Gonzáles volvió a salir dispuesto y resuelto a refrendar su sitio en el cuadro de honor.

No había podido ser con el primero, un utrero con algunas dosis de bondad pero envuelto en una mansedumbre tan exasperante que sólo permitió a González mostrar esa actitud de entrega desde que inició su faena con muletazos de rodillas hasta que lo pasaportó con una buena estocada. Pero lo mejor estaba por venir y la suerte puso en sus manos el ejemplar más potable del decepcionante encierro de Villamarta. Fue el cuarto, un precioso castaño que protestó de salida y derribó estrepitosamente en el caballo.

Rafael González lo recibió por estatuarios, muy firme la planta, antes de cuajarle una honda y redonda serie diestra. Los aficionados se pusieron alerta. Hubo una nueva tanda, dictada a cámara lenta y plena de ritmo y cadencia, que pareció apurar hasta la última gota de gasolina del utrero, que aún se desplazó por el pitón izquierdo mientras el novillero, entregado por completo, arrastraba la muleta por el albero enseñando un toreo de muchos kilates. Pero, ay, En la siguiente ronda de muletazos el torete echó el freno y le tiró un feo pitonazo.

Se había agotado la embestida pero el chaval, perdido el sentido de la medida, insistió en alargar la faena sin rumbo ni sentido cuando tenía cortada una oreja de verdadero peso. Un aviso inoportuno tras la estocada terminó de emborronar ese epílogo innecesario y a la petición de trofeo le pudo faltar contundencia. Gabriel Fernández Rey, el presidente de la novillada, dudó en el palco. Debió conceder la oreja sin pararse a contar el último pañuelo. El escalafón menor no está para estos trotes....

Ya hemos dicho que el segundo novillero de la terna, Calerito, hizo un esfuerzo baldío que le acabó llevando a la enfermería. Pero hay que destacar que el aspirante de Aznalcóllar se entregó a tope con el segundo de la tarde, un animal deslucido y de embestida rebrincada al que toreó como si fuera bueno, logrando enjaretarle muletazos de excelente trazo y encomiable exposición. Juan Pedro estuvo firmísimo, muy serio, toreando muy de verdad sin importarle la escasa calidad de su enemigo en una faena irreprochable. Pero el antiguo niño prodigio se iba a topar con un quinto locuno que siempre le puso los pitones a la altura de la cabeza. Empeñado en sacar agua de un pozo seco, prolongó la faena hasta más allá de lo recomendable hasta ser enganchado por la axila. Su gesto de dolor delató el percance, que preocupó cuando el chaval, se abandonó en los brazos de las asistencias casi desvanecido. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores. Rafael González se hizo cargo de su muerte y sudó tinta hasta poder echarlo abajo. No era fácil pasar esos pitones apuntando a las nubes.

Cerraba la terna un novillero charro, Antonio Grande, que mejoró notablemente la impresión mostrada en su compromiso anterior en esta misma plaza. Grande llegó a cogerle el aire al tercero, un ejemplar blando y sin relieve al que toreó con compostura antes de que echara el freno. La estocada fue fulminante. Con el sexto, más espeso, la faena no terminó de coger nunca el vuelo.

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: Se lidiaron seis utreros de Villamarta, bien presentados. El encierro brindó un decepcionante juego global aunque se libró de la quema el noble y obediente cuarto, que duró demasiado poco. El primero resultó manso total; bruto y deslucido el segundo; blando y rajado el tercero; áspero y con la cara por las nubes el quinto; espeso el sexto.

Novilleros: Rafael González, de marino y oro, ovación, vuelta tras petición de trofeo y aviso y silencio tras aviso en el que estoqueó por Calerito

Juan Pedro García ‘Calerito’, de berenjena y oro, ovación en el único que pudo estoquear

Antonio Grande, de amapola y oro, ovación y palmas de despedida.

Incidencias: La plaza registró menos de media entrada en tarde soleada y calurosa. Calerito fue atendido en la enfermería de una “herida inciso-contusa en región axilobraquial izquierda que afecta el músculo bíceps braquial sin afectar al paquete vasculonervioso”. El parte, firmado por el doctor Octavio Mulet, califica el percance de “grave”.