Una sola oreja para tres horas

Manzanares despidió su particular Feria de Abril llevándose el único trofeo de una tarde interminable en la que no se mostró al cien por cien. La corrida de Juan Pedro decepcionó

20 abr 2018 / 23:01 h - Actualizado: 20 abr 2018 / 23:42 h.
"Toros","Feria de Abril 2018","José María Manzanares"
  • Las imágenes de la duodécima corrida de abono. / Manuel Gómez
    Las imágenes de la duodécima corrida de abono. / Manuel Gómez
  • Una sola oreja para tres horas
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La tarde de este viernes cerró los días de relumbrón. Las chaquetas, corbatas y las galas femeninas desaparecen de la plaza de la Maestranza a la vez que comienza la cuenta atrás para el apagado de los farolillos de esta feria desnaturalizada -hablamos de la fiesta que se vive en Los Gordales- que se queda coja por la cola. Doctores tiene la iglesia... el caso es que al ciclo taurino le quedan dos tardes de plomo con la atención puesta en el mano a mano de mañana, ésa es la verdad.

Ayer se despedían de Sevilla Ponce y Manzanares aunque el alicantino está anunciado otra vez en San Miguel. Josemari se marcha a Levante con tres orejas en la talega y la categoría de segundo triunfador numérico del ciclo pero en sus tres actuaciones se ha echado de menos una alegría interior; tensión, pulso, el auténtico ser y estar del mismo torero que rindió esta plaza, no hace tanto... Ayer volvía a llevarse la bola premiada, el mejor juampedro de un decepcionante envío que no rompió casi nunca. Fue el segundo. Y el Manzana le enjaretó un bello mazo de verónicas, lentas y templadas que despertaron los mejores augurios. Lo picó fenomenalmente, otra vez, Paco María y Ginés Marín se unió a la fiesta capotera con una verónica y media de primor que ya deben figurar en el cuadro de honor de la feria.

Con la muleta en la mano de Manzanares, el toreo surgió con ritmo y belleza y subió de intensidad en una excelente tanda dictada al natural. Un larguísimo cambio de mano, marca de la casa, puso a punto los corazones pensando que iba a llegar un auténtico recital que se enhebrara a la clase del toro. Un desarme y una serie casi improvisada bajaron el ritmo del trasteo, completado con nuevos muletazos de excelente compostura resueltos con grandiosos pases de pecho. ¿Qué faltaba? Que las series fueran más largas; que los pases finales no terminaron por arriba... Manzanares, sin esa alegría interior, se fue a por la espada dejando algunas cosas dentro del toro antes de recetar unos templados ayudados que preludiaron una grandiosa estocada enciclopédica resuelta al volapié que ya tiene premio. El torero cortó una oreja. Él, mejor que nadie, sabía que ese toro era de dos...

El manejable quinto completó el mejor lote de la corrida. Evidenció no tener demasiada fuerza pero el animal enseñó en la brega que, sin estar sobrado de alma, tampoco tenía mal aire. Manzanares comenzó su labor con una buena -y breve- serie diestra rematada con un enorme pase de pecho. Siguieron naturales de buena factura volviendo a recortar el metraje de las series. Algunos muletazos deshilvanados y un nuevo desarme adentraron su labor en un callejón sin salida. Volvía a dar la sensación de que el toro se había quedado sin exprimir por completo. El alicantino, una vez más, se fue con prisas a por la espada aunque la noticia fue su reiterado fallo en una suerte, la suprema, en la que es el rey indiscutible. En septiembre le veremos otra vez. Ojalá sea con el alma recargada.

Enrique Ponce, que cumplía su segundo y último contrato en esta Feria, dictó una tarde profesoral sin contar con un lote propicio para desquitarse de la pertinaz mala suerte que le persigue en Sevilla. El maestro valenciano pasó más tiempo de la cuenta delante del primero, un toro vacío de todo, al que toreó con muletazos limpios pero faltos de trascendencia. Se le reconoció su sentido de la responsabilidad, su tratado de distancias, alturas y toques... pero se le habría agradecido mucho más esa brevedad que, en el toreo de hoy, comienza a ser una quimera. El diestro de Chiva volvería a desafiar el reloj con el soso y remiso cuarto, al que toreó con compostura en esos genuinos muletazos acaderados en el inicio de una faena de distancias cortas y trasfondo técnico que culminó muy metido entre los pitones del animal.

Cerraba la terna otro joven pretendiente que, con Roca Rey, está destinado a refrescar la manida cartelería de las ferias. El torero pacense decía hola y adiós en la misma tarde. Eran dos cartuchos por quemar que no dieron el resultado apetecido. El tercero no rompió nunca de verdad hacia delante aunque lo toreó mucho mejor de lo que merecía. Al sexto tris, bruto y deslucido, lo mató en maestro.