Mayte Martín: Ser verdad

Mayte Martín es una mujer tranquila al hablar, reflexiva. Su tono de voz indica, de un modo casi quirúrgico, lo que siente cuando va diciendo esto o aquello. No puede fingir que algo le emociona o que algo le inquieta. Ama la música, ama su trabajo y se siente afortunada, privilegiada, por poder hacer lo que le gusta y del modo que entiende que debe hacerlo. Sabe que la responsabilidad del artista, que dispone de una herramienta tan potente como es el propio arte para remover consciencias, es algo que debe envolverse con verdad.

23 abr 2016 / 13:05 h - Actualizado: 25 abr 2016 / 09:14 h.
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  • La cantaora Mayte Martín. / Fotografía de Isabel Camps
    La cantaora Mayte Martín. / Fotografía de Isabel Camps
  • Mayte Martín. / Fotografía de Isabel Camps
    Mayte Martín. / Fotografía de Isabel Camps

La lluvia va llenando de pecas el asfalto de Madrid. Acelero el paso para llegar puntual al despacho y poder charlar con Mayte Martín. Mientras, tarareo algunos de sus cantes. Naturalmente, nada que ver con la realidad porque yo podría destrozar cualquier canción, pero como imagino estar escuchando su voz, me conformo.

Charlamos con tranquilidad, sin apreturas de los relojes. Se encuentra cansada después de presentar su nuevo espectáculo, Al flamenco por testigo, en Madrid. Aunque le ha merecido la pena. Llenar la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música le hace feliz. Sin embargo, el recibimiento caluroso, entregado y absoluto del público es lo que más le importa, lo que termina sumando.

En el programa de mano que se entregó antes del concierto, se podía leer algo así como que la banda sonora de tu niñez fue el flamenco. Venga, cuéntame algo más de eso.

«Sí, así es. Pero lo importante es que he continuado siempre, desde niña, haciendo lo mismo con la misma pureza, con la misma intensidad y con el mismo porque sí en la cabeza. Siempre ha sido de ese modo y nunca he renunciado a ello. Jamás en mi vida he considerado el arte como profesión o negocio. Siempre he pensado en el placer del arte por el arte y nada más. Un buen día supe que me ganaba la vida haciendo esto que tanto me gusta y lo había conseguido sin variar ni un milímetro mi forma de ver las cosas. Porque el éxito es para mí esto que me está pasando. No es vender más discos, ni hacer más galas; tener éxito es poder mantenerte en el mundo del espectáculo haciendo lo que te gusta y hacerlo cómo crees que tienes que hacerlo. El éxito va más allá de poder cantar. Canto lo que quiero cantar y eso es muy importante».

Claro y con esa premisa presente, es una paradoja, pero consigues mayores éxitos.

«Claro, es que de esta forma eres verdad. Te pasará a ti lo mismo con los libros ¿no?»

Mayte ¿eres de las que piensa que el arte es eso que traduce las claves de la realidad? ¿Es eso que un artista ve y convierte en un lenguaje comprensible, en lo que llamamos obra de arte, explicando lo que le sucede para que otros se expliquen lo que les pasa a ellos? ¿Buscas la pureza del arte en este sentido?

«El arte tiene como función remover las almas, las consciencias, las entrañas de las personas. Lo que no es, desde luego, es divertimento. Hoy en día, se confunden mucho el ocio y la cultura, divertimento y arte. A toda manifestación artística se le presupone una buena dosis de arte y, desgraciadamente, no es así. Hay cosas muy prefabricadas, pensadas para divertir al público. No puede ser que se meta todo en el mismo saco. Una pena».

Todo se abarata, sí, digo.

Hablamos de este asunto y lo vamos elevando al máximo problema que se vive actualmente en la sociedad española.

«Por eso, llenar el Auditorio Nacional el pasado domingo me permite sentirme tan bien como me siento. Haciendo flamenco. Y luego algunos dicen que el flamenco no es rentable. No se terminan de enterar de que la música llega con fuerza al público dependiendo del tratamiento que reciba por parte del artista».

Es que lo único por lo que está dispuesto a pagar un espectador interesado en el flamenco es por encontrarse con lo auténtico ¿no?

«Claro. Mira, el flamenco puede ser comercial. La gracia está en que lo que yo hago no tiene ni un ápice de eso y, sin embargo, se termina convirtiendo, porque no renuncio a ser lo que soy, a ser auténtica. Por cierto, el éxito de otro día es de todos; es de los espectadores que todavía creen y tienen esperanza en la música como puro arte. Y mío, obviamente, pero como simple vehículo, como transmisor, como parte de un grupo que vive el arte como una manifestación sagrada y no como un circo. Es el triunfo de una filosofía, de una forma de concebir el arte, de alguien que tuvo el valor de programar un espectáculo así. Ahora ya nadie se preocupa de ofrecer calidad, de ofrecer espectáculos que aporten al espectador. La pena es que parece que los programadores ya no son necesarios porque alguien sin criterio alguno, conociendo las listas de discos más vendidos y poco más, sin tener un mínimo de respeto por la inteligencia y la sensibilidad de la gente, sin echar un vistazo a las propuestas artísticas interesantes, puede diseñar un cartel para llenar salas porque lo que aparece en él es lo que está de moda. Se está perdiendo a esa gente que apuesta por el arte y que nos acercaba las cosas que están fuera del circuito comercial. Esas cosas a las que antes podíamos arrimarnos son invisibles, sencillamente es como si no existieran. A algunos no les entra en la cabeza que somos muchos los que queremos cosas de verdad y no de plástico, los que tienen un gusto maravilloso, los que disfrutan con la buena música».

Bromeo con Mayte porque, de momento, coincidimos en casi todo lo que hemos tratado y le digo que, después de veinticinco años de matrimonio y cuatro hijos, ya no puede ser, pero que nuestro grado de afinidad me hace pensar en que podría pedirle matrimonio. Ella, entre risas, me contesta que más felices que ahora, cada uno en su sitio, no vamos a poder ser.

Hablando de colectivos, Mayte, no puedo dejar de pensar en los músicos que tenías contigo en el escenario. El percusionista es uno de los fijos, pero me sorprendió que los dos guitarristas fueran nuevos en un espectáculo que era nuevo también. Eso sí, la jugada te salió redonda porque estuvieron todos magníficos.

«Lo fundamental es que ellos conocen mi filosofía, entienden perfectamente lo que busco y eso se pudo percibir con claridad. Seguramente, después de veinte actuaciones más, todo será más sólido, pero estoy muy satisfecha del resultado. Me salió redonda la jugada, sí».

La pureza del flamenco. Venga, vamos con la vieja discusión.

«Creo en la pureza, claro que sí. Pero sé que el flamenco es arquitectura. Como el resto de músicas. Si tuviéramos que rehabilitar una iglesia tendríamos que tener profundos conocimientos para realizar la obra y hacer las cosas con mucho respeto para no modificar el carácter o la esencia de la construcción. En eso consiste el respeto por la pureza; en hacer una aportación propia, la que te toca y para la que estas en este mundo; siempre desde el conocimiento y el respeto. Enriquecer una cosa o cargártela depende del conocimiento de lo que tienes entre manos. Si tienes claro cuales son los puntales musicales de cada estilo, si conoces el fuste de cada cosa, se puede sumar cualquier aportación sin tocar esa pureza. De este modo, bordar La rosa cautiva con la Pavane de Gabriel Fauré es una cosa natural».

Y una maravilla, que lo sepas.

«Claro, es que las esencias de esas piezas son las mismas. Y, mira, la suite con la que acabé el domingo mezcla distintos cantes y el Secret de Frederic Mompou. Los palos eran imposibles de cantar en la misma pieza por su propia tesitura, pero con la música de Mompou puedo subir de tono, de modo que pueda unir esos cantes en uno solo. Esta otra música forma parte de mí, llevo años escuchándola, y cuando hago flamenco pues sale porque me emociona y se mezcla de forma natural».

¿Te gustas mucho al cantar?

«Como hago las cosas con tanto cuidado y me considero un puente entre el pasado y el presente (lo dice emocionada, pero de verdad) lo que me siento es muy orgullosa de lo que hago. Me parece muy mágico lo que me pasa cuando canto y puedo transmitir esos sentimientos que vivo sobre el escenario. Tener la capacidad de decir a otros la belleza que yo siento me hace pensar que soy una auténtica privilegiada».

Le cuento una anécdota protagonizada por G. (nueve años). Escuchó el tema de Mayte Martín SOS y ha colgado junto a la fotografía de sus sopranos favoritas la de la cantaora. De alguna forma tu música se ha integrado para siempre en su vida. Y eso es muy bonito y muy importante.

«Es una responsabilidad. Tenemos la obligación moral de ser verdad. Podemos tocar el alma de la gente con una herramienta muy poderosa que es el arte. Hay que hacer cosas bonitas, buenas para la humanidad. Es una suerte muy grande poder tocar la sensibilidad de una niña tan pequeña. Y eso es muy serio. Estarás de acuerdo conmigo en que la forma de posicionarnos en el mundo es fundamental para asumir todo esto mejor o peor. (Por supuesto, le digo) Pues yo tuve mucha suerte porque mi madre era un remanso, una persona que emanaba paz, verdad y honestidad. Respiré eso, lo abracé, he salido de allí, y eso me hace valorar la verdad, la autenticidad, la desnudez del alma de las personas. Siempre tengo a mi madre al lado, viviendo la calidez de los seres humanos y convierte en el sentido de mi vida la relación que tengo con ellos. Fíjate si es importante para mí que alguien asimile mi música».

Los relojes han corrido más de la cuenta. Hay que dejar la conversación. Creo que ha quedado claro cómo de humana, de sensible y de agradable es Mayte Martín. Pero por si mi torpeza al escribir impide que se deje sentir todo esto, ya les digo yo que es un encanto de mujer.