Una vez al mes, escribo en mi blog (sí soy de esas personas raras que todavía tienen blog y lo actualizan y todo) una sección sobre las mujeres que ganaron el Nobel de Literatura. Es una forma de reivindicarlas y traerlas a la actualidad (algunas no lo necesitan). Lo que he aprendido, básicamente, es que son pocas. Sólo catorce mujeres entre las ciento doce personas premiadas desde que se concediera por primera vez el premio en el año 1901.
Me gustaría que recibieran premios con más frecuencia, para qué engañaros. No quiero decir que los que lo recibieron no lo mereciesen, ni mucho menos. Es sólo que catorce premiadas frente a noventa y ocho hombres parece una proporción objetivamente baja. Especialmente llamativa es la sequía de premios entre los años cuarenta a los noventa del siglo pasado y es que entre 1945, año en que le concedieron el premio a Gabriela Mistral y 1991, año en que fue Nadine Gordimer su adjudicataria, sólo una mujer fue premiada, la casi desconocida Nelly Sachs. Tres mujeres galardonadas en cuarenta y seis años es un promedio mínimo, mucho más si tenemos en cuenta que durante esa época estaban en activo escritoras como Flannery O’connor, Carson McCullers o la italiana Natalia Ginzburg.
Desde los años noventa la frecuencia con la que las escritoras han sido premiadas se ha incrementado. No será porque escriban mejor que antes, estoy segura, sino porque son muchos los prejuicios que van disminuyendo.
Las historias de estas catorce mujeres son de lo más dispares. Encontramos ateas, cristianas fervientes (hasta el punto de convertirse en monjas seglares), refugiadas, cónsules, judías, libreras, filólogas, maestras... Muchas no pudieron permitirse una formación reglada y no terminaron estudios superiores, otras se ganan la vida como profesoras universitarias. Lo que las une es una gran curiosidad y una forma especial de mirar alrededor y contar lo que les obsesiona.
Hay vínculos que unen a algunas de ellas de una forma muy especial y es que, Selma Lagerlöff, la primera ganadora del premio, allá por 1909, se encargó de interceder por una mujer entonces desconocida (ahora para muchos también): Nelly Sachs. Con su voz y el apoyo de la familia real sueca, logró que los nazis permitieran a aquella judía alemana viajar a Suecia una semana antes de ser deportada a los campos de exterminio. Nelly recibiría el premio Nobel en 1966. Esta escritora alemana tiene una de las biografías que más me ha llamado la atención. Provenía de una acomodada familia judía y tras sufrir la persecución de los nazis (tal y como he comentado), recaló en Suecia donde aprendió el idioma con tal precisión que en poco tiempo se convirtió en traductora del mismo al alemán, traduciendo obras de autores suecos a su idioma materno. No vio publicada su primer libro hasta 1947, cuando ya tenía más de cincuenta años y desde que escapó de Alemania mantuvo una salud mental quebradiza por el sufrimiento que había padecido.
Otra curiosidad con la que me he encontrado es que a Gabriela Mistral (premiada en 1945) sus compañeras de colegio la apedrearon porque pensaron que era responsable de la sustracción de material escolar. Le hicieron bulling en toda regla, hasta el punto de que abandonó sus estudios y durante varios años permaneció sin acceder a un centro oficial de enseñanza. Supongo que se sacaría la espinita cuando fue nombrada directora de varias escuelas e introdujo acciones en apoyo de la instrucción de los obreros y sus familias. También fue cónsul de Chile y dedicó todos los beneficios de su obra Tala a los niños republicanos españoles.
Pearl S. Buck fue la primera norteamericana ganadora del premio. Sus padres eran misioneros presbiterianos y vivieron muchos años en China, de forma que el grueso de su obra, la que la hizo merecedora del premio en 1938 (fue la más joven en recibirlo), se centró en la vida tradicional de los campesinos de aquel país. Las novelas de Pearl tuvieron más eco entre el público que la crítica, que le despreció. En este sentido coincide seguramente con la otra ganadora norteamericana Toni Morrison (primera mujer de raza negra en hacerse con el galardón). Aunque si yo fuera una de ellas, eso dejaría al fresco. El verano pasado leí Beloved y aunque a ratos es difícil de seguir, tiene tanta fuerza que también es imposible abandonarla, como si te agarrase por la pechera y no te permitiera dejarla en la estantería hasta alcanzar el final.
Mi poeta favorita recibió el Nobel en 1996. Wislawa Szymrborska se ha convertido en una de mis pasiones. Me gustan sus palabras, claras y directas. Es transparente a la hora de escribir, lo mismo escribe un poema sobre la guerra, que otro sobre su hermana, o dedica uno a un recién nacido Adolf Hitler (todavía inocente), o a lo que pasa ante un terrorista a punto de cometer un acto deleznable... La poeta tiene para todos, hasta para sí misma, tiene dureza, ternura y un sentido del humor envidiable. Tal vez sea eso lo que la convierte en una escritora imprescindible. ¿Qué sería de nosotros sin humor?
Doris Lessing pasó gran parte de su vida en Zimbawe, autodidacta, feminista, pacifista y anticolonialista, luchadora contra el apartheid, fue expulsada de Sudáfrica durante cuarenta años y recibió el Premio Nobel en el año 2007 por su capacidad para transmitir la épica de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria.
Herta Müller ganadora del galardón en el año 2009, pertenece a la minoría alemana de Rumanía y ha dedicado la mayor parte de su obra a denunciar la situación de la población rumana durante la dictadura de Ceaucescu, lo que le valió la censura de sus obras en Rumanía durante muchos años y ser intimidada y vigilada estrechamente por los servicios de seguridad rumanos, incluso cuando ya había abandonado el país.
Elfriede Jelinek la ganadora del año 2004 genera odio y admiración a partes iguales hasta el punto de que uno de los miembros de la Academia Sueca renunció a su puesto después de que se le concediera el premio. Yo habría hecho lo mismo el año en que se lo dieron a Patrick Modiano, afortunadamente (para Modiano) no pertenezco a la academia sueca. Las novelas y obras teatrales de Jelinek son una auténtica provocación para la derecha más radical (sí, la derecha también puede ser radical) y es que sostiene que la sociedad austriaca continúa anclada en un pasado nazi del que no termina de renegar y culpa en gran medida de dicha situación a los burgueses.
La sudafricana Nadine Gordimer (premio Nobel en 1991), actuó los últimos años de su vida como activista contra el VIH y ha mantenido como telón de fondo de su obra el tema de la segregación racial en su país, de una manera sobria, sin sentimentalismos. También podría hablaros de Grazia Deledda la escritora corsa que ganó el premio en 1926, de Sigrid Unsdet que lo hico en el año 1928 y que pasó de estar casada con un pintor divorciado (y mantener a sus hijos) a convertirse al catolicismo y hacerse monja seglar (y continuar manteniendo a los hijos de su exmarido), pero me vais a permitir que me las salte en esta acumulación de pinceladas y me centre un instante en la ganadora de este año, Svetlana Alexievich, que posiblemente sea la primera ganadora cuya obra tiene un evidente componente periodístico. La fuerza de Voces de Chernobyl es impresionante, el cuadro que compone con las voces de los sufridores de tragedia resulta tan conmovedor como sincero y brutal.
Me pregunto qué habría sucedido si hubiera tenido la posibilidad de acudir a la librería que regentó durante vario años Alice Munro. ¿Qué tipo de libros me recomendaría?, ¿me habría hablado de alguna de estas escritoras?, ¿cómo serían las estanterías de aquel lugar?
Estos trazos gruesos tienen una única finalidad: traer los nombres de estas mujeres tan dispares entre sí a nuestras cabezas, para que en el próximo libro que leamos valoremos la posibilidad de escoger uno de los suyos.