Colillas, botellas de plástico, restos de comida, envases, bolsas de plástico... En Andalucía un macrofestival de música suele terminar con el terreno convertido en un basurero, dejando paso el día siguiente al trabajo ingente de los servicios de recogida de residuos. El ejemplo más cercano han sido muchas de las celebraciones de la noche de San Juan en algunas playas andaluzas. En Almería tras le celebración se retiraron 29 toneladas de basura; en Málaga, 10 toneladas. En su mayoría se trata de plásticos, una sustancia que puede tardas hasta mil años en biodegradarse. Si se trata de bolsas, aunque el tiempo se reduce a 150 años, el peligro de que vayan a parar al mar hace que estos desechos se conviertan en letales para animales protegidos como las tortugas, que las ingieren pensando que son medusas y, en la mayoría de las ocasiones, pagan con la vida ese error. El partido ecologista EQUO ha puesto su foco de atención en los festivales programados en Andalucía para este verano. Para esta formación política, que recoge en España el testigo de los históricos partidos verdes de Europa, la preocupación fundamental está en los festivales que se van a llevar a cabo en zonas sensibles como parques naturales o parajes protegidos.

Uno de ellos el Parque Natural de la Breña, en la localidad gaditana de Barbate, donde EQUO Andalucía teme que 30.000 personas acampen, sin autorización de la Junta de Andalucía. Para la formación ecologista, la acampada que se contempla en el marco de la celebración este fin de semana del Festival Cabo de Plata, en Barbate, supone «una temeridad no sólo desde el punto de vista medioambiental, sino también de la seguridad».

Así lo ha señalado la coportavoz de EQUO Andalucía, Carmen Molina, que ha recordado que estamos en época de peligro alto de incendio, con lo que «es una irresponsabilidad dejar que esa cantidad de gente se congregue en una zona forestal especialmente sensible».

De hecho, la acampada prevista por la organización del festival, para el que según EQUO se han vendido alrededor de 28.000 entradas, no está autorizada por el Gobierno andaluz, que ha comunicado al Ayuntamiento de Barbate por escrito que la misma no es legal, aunque el consistorio mantiene su celebración al considerar que no es competencia de la Junta decretar esta prohibición, denuncian desde EQUO. «Este no debe ser un problema de competencias, sino de mirar por la seguridad de los participantes y por la conservación de nuestros recursos naturales, que no pueden ser continuamente maltratados por un modelo de ocio insostenible», ha señalado Molina.

En este sentido, desde la formación han recordado que estas mismas reivindicaciones se vienen haciendo en el caso de otras citas como el Festival Alrumbo, que vuelve a celebrarse en Costa Ballena, en Chipiona (Cádiz), en unos días, y que ya en pasadas ediciones dejó «una huella más que notable en una zona de alto valor ecológico». «Su celebración suele llevar aparejada que la playa se convierta en una suerte de vertedero, con latas y residuos por todas partes. El suministro de agua se ve afectado por la desproporcionada llegada de personas que, en muchas ocasiones, no mira por los recursos que son de todos y maltrata además servicios comunes como las duchas de la playa», explican desde EQUO Cádiz, que en reiteradas ocasiones ha exigido un mayor control sobre este tipo de citas y su traslado a zonas mejor acondicionadas y en las que el impacto sea menor.

Según EQUO Andalucía, la formación no se opone a los festivales, pero «entendemos que los mismos tienen que desarrollarse en lugares habilitados, y no en zonas protegidas y medioambientalmente sensibles, que acaban sufriendo y se ven deterioradas». Por ello, el partido verde exige a la administración andaluza una mayor vigilancia y «mano dura» a la hora de hacer cumplir las normas, con sanciones a quienes no lo hagan y la retirada de permisos –o la prohibición de la celebración– cuando los incumplimientos sean reiterados y/o deliberados.

En otros países del centro y norte de Europa la situación es muy diferente. El festival Hurricane, que se celebró el pasado fin de semana en Alemania, no ha dejado desechos ni siquiera en la zonas de acampada. Los organizadores promueven en este festival, que se vanagloria de ser sostenible, que los asistentes en tiendas de campaña reutilicen y compartan los suministros de acampada. Y no es el único caso. En la ciudad de Aarhus, la misma donde se rubricó la directiva europea del derecho ciudadano al acceso a la información ambiental, se celebra desde hace años el más emblemático de los macroconciertos ecológicos. En esta ciudad danesa la organización mantiene unos «mayordomos de la basura»: una serie de operarios que recorren los conciertos retirando los desechos con la colaboración de los asistentes. Este festival, que ha tenido lugar este año entre los días 17 y 19 de junio, ha dado un saldo cero de basuras.

Otros ejemplos a seguir pueden ser el festival Tollwood, de Munich (Alemania), donde el foco de la sostenibilidad se pone, además de en no producir y mucho menos arrojar basuras, en el compromiso social. En la última edición han financiado con parte de las entradas un proyecto de apoyo a los refugiados de Siria. Otros festivales, como Way Out, en Suecia, ha retirado la carne de sus menús, convirtiéndose en el primer festival vegetariano de Europa.

Dicen sus organizadores que así luchan contra el cambio climático, ya que gran parte de las emisiones de gases contaminantes se producen en el procesamiento de productos cárnicos para consumo humano.