La cuota de cine gay en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, habitual pero innecesaria, se salda con un producto tan convencional y rutinario que provoca hasta vergüenza ajena. Si se trata de dar visibilidad al tema hay programas de televisión que cumplen con creces y a diario ese cometido. Si se trata de complacer a un sector de la población que de puro narcisismo ansía verse retratado en la gran pantalla, y apenas acude a una sala cinematográfica más que para ver reflejadas sus experiencias y vicisitudes, esta vez no le costará adivinar historias, personajes y situaciones mil veces vistas. Y si de lo que se trata es de realizar un trabajo en sí mismo narcisista y autocomplaciente, quizás ahí haya acertado su director Christophe Honoré, que a pesar de todo y vista su filmografía, ha firmado quizás su mejor trabajo hasta la fecha.
Arquetípico y rutinario, Honoré filma con cierta desgana, a pesar de lo apuntado, la historia de amor entre un afamado dramaturgo y un joven bretón al que conoce en un cine viendo El piano de Jane Campion bajo la música de Michael Nyman. Guapos, sin pluma y promiscuos, no escapan del prototipo que hemos visto en mil producciones sobre el tema, mientras el conjunto se nos antoja más propio de un ambiente militante, al que no le importa que le cuenten una y otra vez la misma historia y de la misma y cansina forma, que del que busca historias nuevas y formas menos convencionales de contarlas. Hay tanto por descubrir y experimentar en el entorno gay que resulta inexplicable que se regrese siempre al mismo rollo, que de tanto prodigarse se ha vuelto conservador y reaccionario, más cuando todavía se practica el pudor a la hora de enseñar anatomía y sexo, restando naturalidad al conjunto. Encima se ambienta en los noventa para dar cabida al sida y sus lamentables consecuencias.
Cursi y pedante en sus diálogos, recurrente en su definición de personajes y, lo que es peor, ausente de emotividad a pesar del tono trágico que pretende imprimirse a la historia (que no falte el aria de castrati cuando de melancolía se trata), acaba justificándose sólo como producto para engordar la programación de un festival gay-lésbico. Para colmo su protagonista, Pierre Deladonchamps, a quien vimos en El desconocido del lago y El hijo de Jean, resulta forzado en todos sus gestos y posturas, mientras Vincent Lacoste (Hipócrates) practica la pose sensual de forma casi irreflexiva, y Denis Podalydès (El buen maestro) pone la cuota madura y menos agraciada, el perfecto amigo, vecino y confidente.
VIVIR DEPRISA, AMAR DESPACIO (*)
Título original: Plaire, aimer et courir vite
Francia 2018 132 min.
Guión y dirección Christophe Honoré Fotografía Rémy Chevrin Intérpretes Pierre Deladonchamps, Vincent Lacoste, Denis Podalydès, Adèle Wismes, Thomas Gonzalez, Quentin Thébault Estreno en el Festival de Cannes y en Francia 10 mayo 2018