«Con el Planeta compro tiempo y libertad»

Javier Sierra, ganador de la última edición con ‘El fuego invisible’, visita Sevilla con la finalista, Cristina López Barrio

28 nov 2017 / 22:14 h - Actualizado: 09 ene 2017 / 20:32 h.
"Literatura"
  • Javier Sierra y Cristina López Barrio, en el acto de entrega del premio Planeta 2017. / Europa Press
    Javier Sierra y Cristina López Barrio, en el acto de entrega del premio Planeta 2017. / Europa Press

Durante una década, un año tras otro, el nombre de Javier Sierra sonaba insistentemente en las quinielas del premio Planeta. Lo gracioso era que el escritor turolense nunca se presentaba al galardón mejor dotado de la lengua española. Este año, cuando muchos ya especulaban con otros nombres, sí lo ganó. Su obra, El fuego invisible, acaba de llegar a las librerías y ya escala imparable en las listas de ventas. A su autor, que ayer pasó de promoción por Sevilla, le divierte recordar aquella condición de eterno candidato que al final da la sorpresa: «No me presentaba simplemente porque no tenía una novela a la altura del premio. Ahora, por fin, he logrado cuadrar el círculo», afirma.

El protagonista de la obra, David Salas, es un prometedor lingüista del Trinity Collage de Dublín que se encuentra, después de aterrizar en Madrid para pasar sus vacaciones, con Victoria Goodman, una vieja amiga de sus abuelos y con su joven ayudante, una misteriosa historiadora del arte. Ese hecho trastocará sus planes y lo empujará a una sorprendente carrera por averiguar qué ha sucedido con una de los alumnos de la escuela de literatura que regenta lady Goodman. Para su sorpresa, la clave parece esconderse en el mito del grial y su vinculación con España.

Pocos días después de la muerte de Peter Berling, el escritor que hizo del grial casi un subgénero literario, Sierra explica que «Berling recogió el testigo del mito, construyó la serie del grial como símbolo sagrado, la copa que, según una leyenda medieval, fue usada por Jesús durante la última cena en la ceremonia de la eucaristía», comenta. «Yo he decidido tomar el camino de la Historia, y cuento cómo se construyó el mito en 1180, cuando un trovador francés lo incorpora a un cuento. Mis personajes se enzarzan así en el debate eterno de cómo tomarlo, si como objeto o como búsqueda», agrega.

«Todo esto está en Umberto Eco, y también en El Código da Vinci», prosigue Sierra. Creo que la clave está en el significado profundo del grial: es el punto de intersección entre el mundo divino y el humano, la llave para acceder al mundo superior».

Remotas iglesias románicas de los Pirineos, colecciones de arte en Barcelona, libros antiguos y extraños códigos en piedra se alinean en una trama llena de intriga que nos hace pensar sobre el origen de toda inspiración, literatura y arte verdaderos. Y todo lo hace Sierra tratando de superar el listón de sus novelas anteriores. «He descubierto que debo curarme de cada novela, porque cada una es una herida en el alma», confiesa. «Entre una y otra necesito dejar un periodo de un año o año y pico antes de enamorarme de otra historia. Cada una es el trabajo de una tesis doctoral, tengo que documentarme, viajar, sumergirme en otras realidades», afirma.

Por último, cuando se le pregunta en qué invertirá los 601.000 euros del premio, asegura que «en adquirir tiempo y libertad. Tengo dos hijos de entre 9 y 10 años, y me gustaría dejarles como herencia un poco del mundo, de otros lugares y otras culturas».

Por su parte, la finalista del premio, Cristina lópez Barrio –150.250 euros–, acudió también a Sevilla para promocionar la obra ganadora, Niebla en Tánger. Una obra que no es ajena a la vasta tradición literaria que ha inspirado la ciudad marroquí. «Es una tradición muy estimulante, pero sabía que tenía que buscar mi propia novela», asevera. «He leído mucho, a Ángel Vázquez, a Chukri, pero sobre todo he viajado, he sentido la ciudad, y he hablado con gente. Especialmente con Rachel Muyal, de la Librerie Des Colonnes, que me dio una documentación emocional que no te da ningún libro».

En la novela se cuenta cómo el 24 de diciembre de 1951 Paul Dingle desapareció en el puerto de Tánger sin que se llegara a saber qué fue de él. Sesenta y cuatro años después, Flora Gascón sospecha que es el mismo hombre con el que ha tenido una aventura en Madrid y del que se ha enamorado. El nexo entre ellos: Niebla en Tánger, la novela que Paul tenía sobre su mesilla de noche.

De su Flora, López Barrio asegura que es «una mujer a contracorriente, que lucha por encontrar su camino», aunque el protagonismo se lo disputa el propio escenario, esa ciudad que «tenía que tener algo de exótico, que llame a la aventura, y hacer que Flora se lanzara. Cuando di con Tánger, ya no tuve que buscar más», añade.

La autora destaca entre los rasgos de la novela «ciertos elementos de realismo mágico, quizá más matizados que en otras obras anteriores», así como «un gusto por una narrativa muy visual, porque quiero que al lector le llegue. También hallarán un gusto por la metáfora que está muy presente siempre en mi obra», concluye Cristina López Barrio.