Con una consolidada trayectoria como novelista, Salvador Gutiérrez Solís (Córdoba, 1968) regresa en su mejor versión con Biografía autorizada, una novela con banda sonora incorporada que acaba de ver la luz en La Isla de Siltolá.

«Es una novela que tenía planeada desde hace ya mucho tiempo, por diferentes motivos. Por la carencia de una narrativa rock o pop, como sucede en otras literaturas, por puro homenaje, reconocimiento, a la compañía más estable que he tenido en mi vida, y porque estaba un tanto aburrido de leer las mismas biografías, autorizadas o no, en la que siempre cuentan lo mismo. Necesitaba escribir un libro en el que contemplamos a un creador, un músico en este caso, enfrentándose al proceso creativo, a la soledad, a los años, a la presión del público, a su propia presión, al mercado...», agrega.

El protagonista es precisamente un músico lleno de tribulaciones. «Hasta que no leí una entrevista a un rock nacional, en la que confesaba que antes de subir al escenario pensaba ‘ojalá tuviera un trabajo de 8 a 3’, por el sentimiento de angustia que le provoca el escenario, no empecé a escribir. Me encontré con el protagonista que quería para la novela, un tipo de desmitificara al rock star todopoderoso, por encima del bien y el mal».

Cuando se le pregunta en qué figura real se ha inspirado, Gutiérrez Solís sonríe. «Hay muchos, y curiosamente me estoy divirtiendo mucho con los nombres que me están comentado periodistas y lectores. Citan a Bunbury, a Calamaro, a Elvis, a Quique González, a Ian Curtis de Joy división, a Dave Gahan de Depeche, también a Jota de Los Planetas, y no es uno en concreto, aunque puede que haya un poco de todos».

Por otro lado, la novela tiene también de repaso no solo musical, sino de toda la cultura audiovisual de los 80 hasta hoy. «Creo que nuestros gustos, las modas que seguimos, las películas que vemos, música que escuchamos o libros que leemos en cierto modo nos definen o construyen nuestra personalidad. Con Biografía autorizada he pretendido definir al personaje a través de su relación con la denominada cultura popular en las últimas décadas. Creo que son elementos, además, que al lector le proporcionan una gran visibilidad, además de familiaridad, porque en mayor o menor medida se identificarán con esos elementos».

«Tengo la impresión de que tal y como nos sucede en la vida, la felicidad, la fama o el éxito son una sucesión de instantes que desfilan ante nosotros», comenta Gutiérrez Solís cuando se le pregunta al respecto. «También reflexiono en la novela cómo un don se puede convertir en una especie de cárcel. Carlos J, el prota, comenta que la música ha sido lo mejor y lo peor que le ha pasado en la vida. Creo que todos los que nos enfrentamos habitualmente a un proceso creativo hemos llegado a sentir algo parecido a lo largo de nuestras vidas».

¿Hay un músico frustrado en este escritor? Por supuesto. «Yo a los 15 años quería ser una estrella del rock. Tuve mi grupo, moderno y siniestro, Expediente de Krisis por nombre, y buena parte de aquellos momentos y recuerdos se los he prestado a Carlos J que los ha deformado e interpretado a su antojo, porque lo cierto es que me lo pasé muy bien, disfruté mucho cada minuto de aquel tiempo».

Lo que sí quiere dejar claro Gutiérrez Solís es que su intención no era demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor. «No soy nada romántico con el pasado, no le concedo un valor especial porque sea eso, pasado. Sí estoy convencido que sin esas bandas de los 80, a veces con un sonido infernal, no disfrutaríamos de la música actual ni habría habido una evolución», dice. «Hoy hay muy buenos grupos tanto en España como en el ámbito internacional, con un directo abrumador, de una calidad extraordinaria. Los grupos de los 80 carecían de cultura musical, pero hay que reconocerles la transgresión y que nos colocaran sobre sus hombros y nos mostraran lo que había más allá de la muralla de aislamiento e ignorancia que rodeaba a esa España de color sepia».

«Sin ese pasado, no existiría este presente, y tengo claro que habría sido peor. Muchas de las bandas de hoy han escuchado a Gabinete, El Último de la Fila o Héroes cuando tomaban el biberón, han tenido acceso a una cultura del pop y el rock y eso se percibe, lo entienden como un elemento familiar y natural», concluye.