Para muchos, fue solo la esposa de Jean Paul Sartre. Algunos solo conocen, siquiera de oídas, su libro más famoso, El segundo sexo. Y son mayoría los que lo ignoran todo de ella. Sin embargo, Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) fue un personaje lo suficientemente rico y prolífico como para merecer otro tipo de atención. Y a ella dedica precisamente la sevillana Carmen G. de la Cueva su último libro, Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir (Lumen), después del éxito de su anterior Mamá, quiero ser feminista.
«Mi editora, Silvia Querini, me propuso contar desde la perspectiva de mi generación cómo había influido la vida y la obra de Simone de Beauvoir», recuerda la autora. «Me puse manos a la obra, hice mío el personaje, me tomé como un asunto personal la idea de romper los mitos y las leyendas alrededor de su figura. No es una autobiografía ni mucho menos, pero estoy presente en el libro, voy de la mano de la lectora».
¿Por dónde comenzar a hablar de alguien con una vida tan intensa? «De entrada pensé que Simone nace en 1908, y yo nací justo tres meses antes de que muriera, en 1986. ¿Qué podríamos tener en común? Había muchas cosas: para empezar, nuestra primera lectura fue Mujercitas, de Louisa May Alcott, y ambas vimos en Jo March a una hermana», recuerda.
Sobre el hecho de que una y otra vez Simone aparezca asociada a la figura de Sartre, cuando no directamente eclipsada por el escritor, reconoce que «su vida eclipsó un poco su obra, se hizo mucha mitología con sus relaciones, sus amores lésbicos, y todo eso ha ensombrecido quizá las lecturas posteriores de sus libros. Hay muchos prejuicios sobre como vivió a la hora de leerla».
Por ello, Carmen G. de la Cueva reconoce directamente «leerla tal cual es. Escribió por ejemplo un teatro espléndido, aunque ella era quizá mejor narradora y escritora de libros de viajes, como demuestra en los ensayos de América al día», explica. «Es un momento en que Europa se está reconstruyendo tras la guerra y Estados Unidos resurge, y empieza a ser esa potencia que conocemos hoy. Simone sabe describirlo de un modo genial».
Otros títulos que la sevillana recomienda para iniciarse en la obra de la Beauvoir son La invitada, Los mandarines (que ganó el Goncourt) o sus escritos autobiográficos, junto a –cómo no– La mujer rota y El segundo sexo. Pero advierte de que «hay obras suyas que ni siquiera se han llegado a editar en castellano. En España fue condenada durante varias décadas al silencio, hasta tal punto que muchos de sus libros nos llegaron a través de la editorial Sudamericana».
«De hecho», prosigue la autora, «la principal dificultad que existe para acercarse a su obra es que no todos los títulos son fáciles de encontrar. De las Memorias de una joven formal, por ejemplo, solo pude encontrar una edición a la que le faltaban 35 páginas. Cuando a un autor no se le da el mismo valor que a otros de su tiempo, ni la misma presencia, acaba siendo poco leído».
¿Y su orientación izquierdista, ha podido afectarle? «Yo no creo que la izquierda sea menos patriarcal que la derecha», afirma Carmen G. de la Cueva. «Quizá tiene una conciencia más vigilante, pero no se da cuenta de la importancia del feminismo hasta los años 60. Me sorprendió saber que El segundo sexo, de 1949, no lo escribió para las mujeres, sino para los hombres. Por ese libro fue muy criticada, desautorizada con mucha vileza, y es entonces cuando ella se da cuenta de que forma parte del segundo sexo».
«Trata el tema del aborto, del lesbianismo y la maternidad como algo positivo que le puede ocurrir a las mujeres», comenta la sevillana quien también apunta que «uno de los momentos más maravillosos que recordaría siempre era su encuentro con Fidel Castro en La Habana, pero no quise meterme en eso, solo doy una pincelada», dice.
En cuanto al 50 aniversario del Mayo francés, De la Cueva cree que «todas las mujeres del 68 estuvieron en segundo plano, pero aquello dio lugar a un movimiento de liberación de la mujer del que Simone sí formó parte».
Sea como fuere, la autora cree que «hay que romper el paradigma de la mujer excepcional de su tiempo, y Simone no estuvo sola en su lucha. Ahí estuvo por ejemplo Simone Veil. Hay que recontar la historia del feminismo teniendo en cuenta las relaciones que establecen las mujeres de una misma generación. Cuando sea vieja, a mí me gustaría perder la cuenta de las mujeres excepcionales de mi época».