En el año 2005 el dramaturgo Miguel Narros estrenó en el Teatro Lope de Vega una arriesgada revisión de la Salomé de Oscar Wilde que se saldó con un éxito rotundo. Confío para ello el papel principal en María Adánez (Madrid, 1976), a la que le dio réplica un imponente Millán Salcedo. Bastantes años después, la actriz regresa al escenario sevillano para encarnar a otra mujer histórica, más icónica e imaginada si cabe. Ella es Lulú, la mujer fatal con la que han soñado y se han torturado los hombres durante toda la historia de la humanidad. Hasta el domingo, en cuatro funciones, con entradas de cuatro a 21 euros.

—¿Qué le llevó a meterse en la piel de un personaje tan explícito y abordado como es Lulú?

—Estuve desde el principio en la gestación de esta obra. Yo también me preguntaba ¿qué podíamos aportar a ese icono que es Lulú? Era fácil caer en algo obsoleto, manido. Pero encontramos un camino enormemente interesante. La obra plantea si ese mito de la mujer que encarna la maldad femenina –las Eva, Lilith, Pandora, Jezabel, Helena de Troya...– no es si no una invención masculina creada para cargar sobre ella la culpa y la responsabilidad de todos los males que a estos les ocurren. Si lo pensamos es un mito que se ha mantenido vivo siempre, en el siglo XIX especialmente, pero no solo. Hoy mismo, por ejemplo, cuando se habla del empoderamiento de la mujer, muchos hombres se asustan. Necesitan crear un chivo expiatorio.

—Lulú es también una obra de Frank Wedekind que rescató el compositor Alban Berg para crear una ópera feroz y compleja. ¿Tiene algo de esa transgresión la obra teatral que presentan?

—Todos los montajes de Paco Bezerra lanzan muchas más preguntas que respuestas. En ese sentido, esta Lulú es una creación intensa y muy condensada, pues dura exactos 60 minutos. También hay muchas lecturas de fondo. La religión, por ejemplo, juega un papel muy importante. Porque la misoginia empieza con ella...

—Al final Lulú es una de las primeras obras rotundamente feministas de la historia...

—En los libros sagrados de las grandes religiones, libros llamativamente escritos por la mano del hombre, la mujer siempre aparece como un ser inferior a ellos. Lulú seduce a los tres hombres de esta función, que se abrazan todos entre sí. Visualmente es muy potente y muy poético. Esta obra rinde cuentas con la visión machista y patriarcal con la que el hombre ideó a la ‘mujer fatal’, una imagen tópica de la que aun no nos hemos desprendido las mujeres.

—Su trayectoria teatral es muy importante. ¿Tiene la decisión de haber decidido plenamente sobre ella o las cosas salen como salen, con poco margen de intervención propia?

—Llevo mucho tiempo pudiendo elegir los personajes que quiero interpretar. La Salomé que hicimos hace casi 20 años en este teatro fue muy importante para mí. Porque a partir de ella entré a formar parte de una familia teatral junto a dramaturgos tan importantes como Miguel Narros, Luis Luque y Paco Bezerra. También ahora con el productor Celestino Aranda, quien ha puesto en marcha esta función.

—En televisión, sin embargo, su carrera, igualmente notable, corre en otro sentido, centrada en la comedia.

—Sí. Por eso durante una época fue una obsesión para mí desencasillarme y no quedarme atrapada en ella. El teatro me ha ofrecido la oportunidad de salir de mi zona de confort, haciendo papeles que no tienen nada que ver, por ejemplo, con la abogada Rebeca, que encarné en La que se avecina y que me sigue haciendo tan feliz cuando la veo en las repeticiones de la televisión. —¿El cine lo tiene aparcado por decisión propia?

—Tengo muchas ganas de hacer cosas en la pantalla grande. Y pienso que mi personaje de Charo Ponce en la serie Amar es para siempre me va a permitir llegar a papeles interesantes en el cine. —Lleva muchos años en la profesión. Y sigue en primera plana. Ha sobrevivido al vicio con el que se su profesión lanza caras jóvenes y olvida el magisterio...

—Todo es cíclico. A mí me gusta la energía y la belleza de los recién llegados. Pero más todavía me apasiona la experiencia, mirar a los ojos a actores y actrices que desprenden vida con la mirada. Este año felizmente, las actrices nominadas al Fotogramas de Plata son mayores de 40 años.¿EL MAL? ENTRE LOS MANZANOS

Lulú nos lleva a conocer la historia de Amancio, un hombre viudo, dueño de una plantación de manzanos, que malvive junto a sus dos hijos, Calisto y Abelardo, obsesionado con la repentina y violenta desaparición de su esposa. Hacha en mano, de lo único de lo que se ocupa es de perseguir a la serpiente que acabó con la vida de su mujer. Un día, alarmados por la situación de su progenitor, los hijos le dan un ultimátum y Amancio agarra el coche y desaparece. Al regresar no lo hará solo, vendrá acompañado de una hermosa mujer con una herida en la espalda y que dice haberse encontrado medio desnuda en la mitad de la noche.