Esta cita de Juventudes Musicales tuvo un marcado carácter emotivo, debido a la reciente y repentina desaparición de uno de sus colaboradores más apreciados y comprometidos, el pintor, y también músico y poeta entre otras cosas, Diego Coca, a quien el director de la institución, Arnold Collado, el tesorero Ramón Ruiz, y su viuda Eva Gallego, dediCocan unas emocionadas palabras de agradecimiento y admiración, bajo la atenta mirada de García Casas tal como lo captó el propio Coca en uno de sus lienzos. Sirvió esta merecida introducción para dar paso a una pianista de rabiosa energía y vitalidad, Raquel Garzás, natural de Daimiel, que tras la habitual peregrinación por un insigne profesorado, prestigiosos conservatorios europeos y premio de las propias Juventudes, ofreció un programa muy atractivo, aprendido de memoria y preparado a conciencia para trasladar así lo mismo que impulsó la vida y obra de Coca y muchos de nosotros y nosotras, la pasión por la música.

En la primera parte del concierto Garzás dio muestra de su compromiso con la música contemporánea dando vida a la Chacona de la compositora rusa Sofiya Gubaidulina, con cuyo carácter religioso, en su vertiente más rabiosa, la joven pianista se sintió muy cómoda, explorando sus extremas afinaciones y registros y llevando el teclado al límite antes de someterse a los dictados de Bach, con quien Gubeidulina mantiene un interesante idilio y que sirvió a Garzás para profundizar en los misterios del espíritu, ofreciendo un primer movimiento de la Obertura francesa BWV 831 de vertiginosas agilidades, sonido denso y control mesurado de dinámicas. Su posición ante los Ocho Valses poéticos de Granados le llevó a potenciar su carácter eminentemente romántico, con elocuentes silencios y ralentizaciones que aumentaron la belleza de estas delicadas y exquisitas páginas del siempre añorado compositor catalán.

Garzás fue ilustrando sin complejos y con elocuente habilidad cada pieza a interpretar, dedicando la segunda parte a la música norteamericana, y aflorando de nuevo su particular maridaje con el piano contemporáneo. Del Pulitzer William Bolcom interpretó dos de sus Estudios nuevos, compuestos en la década de los ochenta, donde su apreciable fusión de elementos tonales y atonales encontró el vehículo perfecto para acentuar el carácter dinámico y agitado del Rag infernal, y el encanto ensoñador del Nocturno. Suya fue también la propina, un Ragtime melódico y en estado puro que hizo las delicias del público. El plato fuerte de la velada llegó de la mano de Samuel Barber y su Sonata, compuesta por encargo del veinticinco aniversario de la Liga de Compositores y estrenada por Vladimir Horowitz en 1949. Una pieza extremadamente difícil con la que la intérprete logró encontrar el perfecto equilibrio entre tradición y modernidad, a través de fuertes contrastes y extremos cromatismos. Destacó especialmente el Adagio mesto, recreado con amplio sentido del misterio y la reflexión, para finalizar de forma sensacional con una vertiginosa fuga.

LA FICHA

RAQUEL GARZÁS ****

Juventudes Musicales de Sevilla. Raquel Garzás, piano. Programa: Chaconne, de Gubaidulina; Obertura francesa, de Bach; Valses poéticos, de Granados; Rag Infernal y Nocturne, de los 12 New études de Bolcom; Sonata Op. 26, de Barber. Pabellón Domecq de Juventudes Musicales, lunes 4 de diciembre de 2017