«Quisiera que La Carbonería siga abierta a la gente, pase lo que pase»

Su padre, Paco Lira, fundó La Carbonería en 1976 e hizo de ella un hogar para artistas de todo tipo, desde poetas a flamencos. Ahora, el local se enfrenta a una demanda de desahucio que amenaza poner fin a una aventura única en la cultura sevillana

18 jun 2016 / 22:33 h - Actualizado: 19 jun 2016 / 09:06 h.
"Arte"
  • Pisco Lira, responsable de La Carbonería. / El Correo
    Pisco Lira, responsable de La Carbonería. / El Correo

El próximo día 23, Pisco Lira y su gente afrontarán el juicio de desahucio contra La Carbonería, el local que fundó su padre, el añorado Paco Lira, y que lleva 40 años siendo una casa de cultura en el barrio de San Bartolomé.

—¿En qué se funda exactamente la demanda contra La Carbonería?

—En una prescripción de contrato, suscrito con el propietario en el año 89.

—¿Han existido situaciones parecidas antes?

—Sí, en el año 83, y por las mismas razones. Éramos inquilinos en precario y se nos trató de lanzar de la zona de patio –la entrada de Céspedes, 21, la puerta de atrás para entendernos–, hasta que de forma inesperada nos propusimos comprar. Encontramos que teníamos derecho a ser tanteados, y en efecto se compró la parte del patio. Tiempo después, el mismo propietario propuso un contrato de arrendamiento de la parte de Levíes, 18. Parece que no hubo intención de vender, sino de construir en el futuro un hotel con encanto como otros que hay por la zona. Estos 40 años han sido para La Carbonería una historia de resiliencia por perdurar.

—Hay quien les acusa de malos administradores, otros de haberse hecho ricos.

—Si hubiéramos administrado mal, no habríamos sobrevivido a la crisis que padecemos desde 2006. Lo de hacernos ricos no es nuestro oficio. Lo que hemos hecho es gestionar bien nuestros recursos, teniendo en cuenta el volumen de actividad que hemos desarrollado. La gente ve que esto se llena, pero en La Carbonería no se paga entrada ni canon, ni se exige consumir. Se trataba de ayudar, facilitar, dar a conocer toda suerte de actividades artísticas, musicales, poéticas. Mucha gente no entiende que uno esté en la agitación, en la dinamización, sin caer en el envilecimiento fácil del dinero. Lo que nos mueve es la vida que genera la propia casa.

—¿Todos los días durante 40 años?

—De lunes a domingo. Hay quien nos pregunta, ¿cómo es posible que estéis en todas las guías y agendas? Es algo sobrevenido. Hemos colaborado con universidades de EEUU, Canadá, Francia, Italia... desde los 70, por no decir antes si nos remontamos a La Cuadra. Hay quien dice: «Eso no es negocio». Pero si no lo fuera, no podríamos pagar impuestos y proveedores. Es un saludable negocio para el ocio.

—¿Alguien ha contabilizado las actividades realizadas?

—No sería fácil, pero sí hay un registro completo con imágenes desde el año 76. Por ejemplo, un documento del grupo Triana, con Jesús de la Rosa retratado al lado de esa chimenea que todavía hoy se enciende. O sobre los primeros 15 años del festival de Mont-de-Marsan, en cuya creación colaboramos activamente. Solo los amigos que han trabajado con nosotros pueden imaginar ese volumen de actividad.

—¿Cree que eso molesta?

—Desde niño, en los tiempos de La Cuadra, conocí al menos tres desahucios. Siempre hemos estado en lugares encantadores y propicios para la demolición. ¿Qué sucede con La Carbonería? Que es el que más ha durado en el tiempo. Estamos viviendo muchas arbitrariedades contra los espacios abiertos y las zonas oxigenadas de la ciudad. Sevilla está llena de pequeños pulmones por donde respirar, La Carbonería no es el único. Pero molesta su memoria.

—La declaración de BIC que se impulsó en 2007 habría evitado la situación actual. ¿Se sienten abandonados por los políticos?

—Entiendo que sí. En el documento que el Ayuntamiento elevó a la Junta se habla de ese espacio tabernario donde tiene lugar un patrimonio cultural. Sigue siendo un documento que está vivo.

—¿Ha recibido noticias de la administración estos días?

—Silencio, y parece que algo de preocupación.

—¿Tiene esperanzas en un arreglo pacífico del asunto?

—Siempre se puede llegar a un acuerdo, siempre se puede algo, no este desalojo cajas destempladas de la que ha sido tu casa durante 40 años. Hemos aguantado varas muy dolorosas en todo este tiempo, pero confiamos en que al final se impondrá la cordura.

—¿Ha tenido tiempo de ponerse en lo peor?

—La Carbonería es una casa con mucha fuerza. Si hubiera que dejarla algún día –y espero que suceda–, que no se consienta su destrucción. Que siga abierta a la gente. Hasta el último momento vamos a pelear para seguir aquí.