No queda nada del Betis de Setién (1-0)

LA CRÓNICA. El equipo verdiblanco resucita a Las Palmas y se hunde un poco más en ese agujero negro que a este paso acabará amenazando la continuidad de su entrenador. Calleri marcó en el enésimo error defensivo del curso y el Betis estuvo casi siempre a merced del penúltimo de la Liga

03 dic 2017 / 20:38 h - Actualizado: 04 dic 2017 / 16:24 h.
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  • Joaquín, en primer plano, lamenta el gol de Las Palmas, celebrado al fondo por su autor, Calleri / Ángel Medina (Efe)
    Joaquín, en primer plano, lamenta el gol de Las Palmas, celebrado al fondo por su autor, Calleri / Ángel Medina (Efe)

No hubo ninguna sorpresa en Las Palmas. Pasó lo que muchos béticos sabían que iba a pasar. El Betis de Quique Setién o lo que queda de él, que es nada o casi nada, cavó un poco más hondo en ese agujero negro del que es incapaz de salir y resucitó de entre los muertos a un rival que llevaba nueve jornadas sin ganar. Pero se veía venir: llegó el Betis y venció Las Palmas. Y fue justo porque su superioridad resultó flagrante y lamentable. Si la credibilidad del proyecto bético estaba en juego, la conclusión es que el proyecto se ha venido abajo. ¿Dónde está el Betis de las siete primeras jornadas? Vaya usted a saber... Y ahora surgirá el debate no ya sobre la filosofía de Setién, sino sobre Setién. Otro año igual. Da lo mismo que el entrenador sea menganito o fulanito. Cada temporada llega un momento en el que da la impresión de que los jugadores están tan bloqueados que no saben jugar al fútbol y el equipo no va a volver a ganar un partido en su vida. Este Betis también ha llegado a ese momento.

La esperanza de ver un Betis distinto duró cinco minutos. En ese tramo, Durmisi y Tello explotaron su banda y generaron un par de jugadas interesantes. Todo cambió a raíz de un primer fallo de Adán, que regaló un pase increíble a Remy para luego desviar su chut a modo de redención. El problema es que el lance inoculó en los jugadores esa especie de miedo paralizante que ocurre cuando las circunstancias son adversas y tú eres tu propio enemigo. Y lejos de hallar un remedio, el portero volvió a errar al recoger un pase atrás de Barragán y el libre indirecto no acabó en gol porque Guardado despejó dos remates seguidos de los amarillos. En consecuencia, el temor tornó en pánico y ya no volvió a haber noticias verdiblancas en ataque hasta media hora después de su última aproximación a Lizoain.

De esos treinta minutos, treinta, sin una combinación meritoria que llevarse a la boca, el Betis dedicó la mayor parte a correr detrás de la pelota mientras Las Palmas la movía a su antojo, con un sosiego y una libertad dignas de la más absoluta incredulidad a ojos del bético. A Setién, además, le dio por colocar a Javi García cerca de Jonathan Viera, estuviese donde estuviese, y sin su referencia entre la medular y la defensa, cualquier balón filtrado (como se dice ahora) a la espalda de los centrocampistas destrozaba todo el entramado. Así llegó el 1-0, con Mandi yendo a la presión a lo loco mientras Amat y Durmisi, que estarían pensando en sus cosas, no tiraban el fuera de juego. Calleri, en resumen, se quedó solo ante Adán. Y lo peor es que no hubo reacción. El Betis no se atrevió a atacar y defendió de mentira, como si multasen por romper la zona de confort del enemigo e ir a por él más allá del círculo central. Y en ataque, cero patatero. Su jugada más incisiva fue invalidada por el asistente por un fuera de juego inexistente de Camarasa.

El Betis pareció volver del vestuario con un poco de sangre en las venas, pero en realidad estuvo a merced de su rival de forma casi perenne. La prueba es que su mejor ocasión fue un contragolpe. Lo culminó Joaquín con un chutazo que Lizoain desvió lo justo para que el balón se estrellase con el poste. Dos minutos después, Calleri cabeceó alto en una posición muy favorable; estaba solo, para variar. Y cuatro más tarde, Javi García se marchó con molestias, entró Feddal y Amat pasó a ejercer de mediocentro. En otras palabras, el balón se convirtió en propiedad de Las Palmas, siempre al ritmo que marcase Jonathan Viera ante un rival cada vez más desquiciado. La imagen de Eder Sarabia voceando su indignación a la vera de Setién no pudo ser más significativa.

El técnico metió a Boudebouz a veinticinco minutos del final. Demasiado tarde: el francoargelino no hizo nada de nada. Igual que sus compañeros. Sin rastro de las señas de identidad que hace no mucho lo tenían al borde de la zona europea, el Betis vivió escondido en la frontal de su área y trató de alimentarse de alguna contra, pero sólo montó una que Tello concluyó con un zurdazo próximo al palo. El resto del horizonte fue realmente triste, deplorable a ratos, porque el Betis, deshilachado, sin alma ni actitud, era una amalgama de hombres sin ton ni son delante de su portero, un juguete en manos del antepenúltimo de la Liga. Lo único rescatable de esa última media hora no atañe al Betis, que exhibió una evidente bajada de brazos, sino a Las Palmas, que disfrutó de cuatro ocasiones claras, todas frustradas por Adán. Aunque para frustración, la de los béticos.

UD LAS PALMAS: Raúl Lizoain; Michel, Lemos, Bigas (Ximo Navarro, m. 75), Dani Castellano; Tana (Hernán, m. 88), Javi Castellano, Vicente Gómez, Jonathan Viera; Remy y Calleri (Tannane, m. 84).

REAL BETIS: Adán; Barragán, Mandi, Amat, Durmisi (Narváez, m. 82); Javi García (Feddal, m. 57); Joaquín, Guardado, Camarasa (Boudebouz, m. 65), Tello; y Sergio León.

Gol: 1-0, m. 19: Calleri.

Árbitro: Estrada Fernández (Comité Catalán). Expulsó a Amat por doble amarilla (63’ y 92’). Amonestó a Joaquín (31’), Lemos (33’), Camarasa (38’), Barragán (61’), Feddal (67’) y Guardado (69’). También expulsó al entrenador de porteros del Betis, Jon Pascua (48’).

Incidencias: partido correspondiente a la 14ª jornada, disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 16.313 espectadores.