—Dice José Juan Romero que Quique Setién es cordura, naturalidad y falta de demagogia...

—No tengo que comportarme nada más que como soy. Es mi manera de ser, no estoy provocando algo. Acostumbro a decir lo que pienso. Procuro no ganarme enemigos gratuitamente, pero tengo unas convicciones profundas en lo que hago. Ya me pasaba jugando al fútbol con 20 años, que me rebelaba con muchos entrenadores que no querían jugar al fútbol sino pegarla para arriba. Yo trataba de pararla, dársela al compañero, pedirla al pie... El trato que tengo con los futbolistas es muy natural porque todavía me siento casi un compañero de ellos. Ellos deben saber que yo tengo una responsabilidad porque tomo decisiones que les afectan, pero en todo lo demás me gusta ser uno más. Tratas de convencer a futbolistas que en muchos casos no han hecho lo que tú les pides y al principio son escépticos: el portero, los centrales, el mediocentro... jugadores que con esta manera de jugar tienen que cambiar conceptos y cosas que han hecho durante la mayoría de sus carreras.

—¿Es un utópico del fútbol?

—Me da igual lo que digan. Bueno, no me da igual porque te gusta que la gente hable bien de ti, pero trato de que mi comportamiento sea siempre el mismo, en la victoria y en la derrota. Ya sé qué es esto. Haciendo las cosas igual de bien que ahora, mañana a lo mejor dejas de meter goles y las cosas cambian. Esto lo he vivido en los cuarenta años que llevo en el fútbol y sé que nadie lo controla. Llegará el momento en el que, entrenando igual de bien, con la misma motivación, al balón le dará por no entrar y la gente tratará de buscar explicaciones. Por eso trato de mantener un equilibrio y ser siempre cauto. Ver a mi equipo jugar bien es mi mayor satisfacción, pero hay gente que piensa que esta manera de jugar no le gusta o que es preferible otra. Yo lo respeto todo, faltaría más.

—¿Siempre ha sido así? ¿Por ejemplo, en el Poli Ejido?

—Exactamente igual. A ver, ahora soy muchísimo mejor entrenador de lo que era en el Poli Ejido. Yo no había entrenado ni a un cadete y me hice cargo del Racing en la sexta jornada en la 2001-02, en posiciones de descenso de Segunda. Ese año ascendimos. Y yo no había entrenado ni a un cadete ni tenía esas aspiraciones de entrenar, pero quería seguir vinculado al fútbol y esa oportunidad me permitió continuar en el césped. Luego, nada más ascender, decidí quitarme y puse a Manolo Preciado de entrenador porque me parecía más importante para el futuro del Racing estar en una posición diferente al banquillo, donde siempre estás sometido a los resultados. Pero ahora soy mejor entrenador, entiendo muchas más cosas y me he procurado rodear de gente que tenga cosas que enseñarme para renovarme permanentemente. Uno siempre tiene tendencia a hacer lo que hacía, pero el concepto, la idea, lo fundamental, la esencia de lo que hacemos parte de aquí, de lo que uno siente que es el fútbol.

—¿Cuándo decidió que iba a ser entrenador?

—Ni me lo había planteado ni era algo que quisiera. A mí me gustaba jugar. Por eso necesito jugar los rondos, participar con los jugadores y sentirme bien con ellos. Ser entrenador es lo que me permite seguir al lado de los futbolistas, el balón y el césped. Es lo único que me importa. Lo demás, realmente, no me gusta mucho. Lo que siento es pasión por el juego. No disfruto ganando el partido, disfruto viendo a mi equipo marcar un gol espectacular, como el de Villarreal. Ver cómo juegan mis futbolistas, esa es mi motivación.

—¿Con qué futbolista del Betis se siente identificado? ¿Hay un Setién en el Betis?

—Pues sí. Con Joaquín tengo muchas similitudes. Cuando yo jugaba a su edad en el equipo de mi tierra, estaba encantado y quería seguir. Muchas veces se lo digo: tienes que trabajar para seguir. El día que lo dejas te levantas por la mañana, no vas a hacer lo que has hecho toda la vida y te vas a sentir mal. Y a él se le ve que disfruta. Salir el otro día del campo como salió... Eso es para que se le caigan las lágrimas a cualquiera. Esto lo tiene que mantener porque no va a volver. Yo me arrepentí de dejarlo con 38 años. Me propusieron seguir, pero dije que no y luego me arrepentí.

—Fue en el Levante, ¿no?

—Sí. Yo tuve un incidente en Santander con el entrenador que me gestionaba en ese momento y me tuve que marchar. Fui al Levante, ascendimos a Segunda y me ofrecieron continuar, pero les dije que no porque no quería viajar más en autobús. Íbamos a todos lados en autobús y llevaba veinte años viajando en autobús. Y ahora me metería una vuelta a la Tierra en autobús por seguir jugando (ríe).—Cuando vengan mal dadas, ¿piensa dar la vuelta a su discurso para que el aficionado no escuche de su entrenador que no disfruta ganando?

—No voy a variar mi forma de hacer las cosas y de ser si perdemos. Sé que el fútbol tiene sus ciclos. Ahora tenemos una etapa maravillosa y mañana vamos a perder, seguro. Ya estoy preparado para eso, pero no voy a modificar mi comportamiento ni cambiar las cosas en que creo. Eso sería un fracaso para todo. Ya nos hemos dado cuenta de que nos ha ido bien haciendo las cosas a nuestra manera. Ahora podemos mirar el futuro con cierto optimismo porque hemos conseguido lo más importante: que todo el mundo crea en lo que estamos haciendo. Pero claro, nadie avanza siempre en el esplendor. El avance de verdad se producirá cuando seamos capaces de sobreponernos a las derrotas haciendo lo mismo. Si ya tienes una idea y todo el mundo está contento con ella, hay que potenciarla aunque vengan momentos malos. No puedes modificar tu comportamiento por perder o ganar dos partidos. Si no, al final no creas nada, empiezas de cero y es un no acabar nunca. Lo importante es crear algo pensando que va a durar en el tiempo.

—Usted dice que no sólo no ha inventado nada, sino que ha copiado mucho...

—Incluso para sacar el título de entrenador (ríe). Llevaba una chuleta para aprenderme la legislación del deporte español y cosas así, fíjese para meterte eso en la cabeza. Si no, no soy entrenador, seguro (ríe).

—¿De quién ha copiado más? ¿Cruyff, Guardiola...?

—Yo copio de los buenos. Trato de ver cosas que me puedan valer y estos entrenadores han innovado y sí han tenido capacidad para inventar. Yo no soy mucho de cambios, pero sí me fijo en los conceptos. Algunos [de los que utiliza] empezó a hacerlos el Barcelona. Son detalles que vas recogiendo, aunque al final en lo que creo de verdad es en la inteligencia de los futbolistas para resolver situaciones. Nadie está fijo en el campo sin moverse. Si no puedes recibir aquí porque te han tapado la línea de pase, tienes que buscar otra posición. Tú tratas de marcar las pautas de dónde deben recibir, pero ellos son los que deciden. Lo que más me importa es la inteligencia de mis futbolistas dentro del campo. O eres inteligente o te cuesta mucho. Hay muchos futbolistas que no lo ven y a esos les va a costar avanzar en esta idea.

—Usted fue un referente de los años 80, del fútbol playa en el siglo XXI, seudoseleccionador de Guinea Ecuatorial, trató con Jesús Gil, jugó en Segunda B...

—Sí, se puede decir que he tenido una vida entretenida (ríe). Ha habido etapas maravillosas y etapas muy frustrantes. Me ha tocado torear con dificultades que he tenido que sufrir por mi manera de ser, pero lo das todo por bueno. Siempre me he sentido una persona privilegiada. Primero, porque estoy muy bien pagado y puedo hacer lo que me gusta, que eso poca gente lo puede decir. Disfruto la mayor parte del tiempo con lo que hago y eso es maravilloso. Antes de mi primer contrato profesional, yo trabajaba de 8 de la mañana a 8 de la tarde con 14 o 15 años.

—¿De qué trabajaba?

—Estaba de botones en una oficina. No era un trabajo malo, pero tenías que levantarte a las 8 y yo lo que quería nada más que era salir de trabajar para ir a jugar al fútbol. Pero no había otra en casa, había que trabajar. Y de repente empiezas a vivir de algo que te apasiona y te das cuenta de que todas las cosas malas tienen también su motivo. A todos nos pasan cosas en la vida que tenemos que tragar y soportar. Yo llevo 40 años viviendo del fútbol y cerca de lo que me gusta: el balón, los futbolistas, el césped... Eso no tiene comparación de ningún tipo.—También suele decir que no es un hombre impulsivo. En el Bernabéu lo pareció después del gol de Sanabria...

—Eso es más emoción y sentimiento. Son momentos muy puntuales. Y me cabreo muchas veces porque los jugadores no ven un pase o una jugada, pero luego lo entiendo perfectamente. Me gustaría que todo el mundo viese el fútbol como yo, pero es muy difícil. Seguro que había muchos compañeros que me criticaban porque no corría. Lo que me cabrea y me da mucho coraje son las actitudes egoístas. Con esas no puedo. Yo siempre pienso en lo mejor para el equipo.

—Con lo poco que corría y lo mucho que corre este Betis, ¿el Setién jugador tendría sitio en el Betis del Setién entrenador?

—Ahora mismo no. Tal como está el fútbol y con lo que hay que correr, no. Me habría preparado igual que se preparan ahora y acabaría jugando... si le pudiese quitar el puesto a Fabián, Guardado o Joaquín, que no es fácil.

—Es un enamorado del ajedrez. ¿Se atrevería a identificar las figuras del ajedrez con jugadores del Betis?

—Es difícil. En el ajedrez, cada pieza tiene su función. En el fútbol, también, pero de todas esperas que den lo mejor. Comparar un peón con la dama... Ahí hay una diferencia que no existe en el fútbol. Quizá la dama sería Messi, pero no hay tanta diferencia con el resto de las piezas. Es incomparable.