Al actual Sevilla sólo le faltaban dos días negros seguidos para lanzar al aire toda la incertidumbre acumulada en los últimos meses. Bastaron dos planteamientos erróneos ante Betis y Getafe y tres lesiones graves para descubrir inesperadamente aspectos que todavía no se tenían en cuenta en esa mochila de dudas que lleva cada sevillista a sus espaldas desde hace tiempo. Uno de esos aspectos apunta al entrenador. Elogiado, y con razón, desde todos los sitios y uno de los fichajes que más consenso produjeron, Pablo Machín pecó de temeroso en el Villamarín y de poco avispado ante un Getafe que no escondía sus cartas: presión al doble pivote sevillista y reducción de espacios atrás.

Tan fácil y tan difícil. Cambio de piezas y posiciones (por ejemplo, Djené en la medular) ante las características del rival. Lo hizo Machín, pero sólo con 45 minutos por delante (de los que todos sabíamos que se jugarían sólo 20-25 ante las continuas interrupciones azulonas) y con 0-2 en el marcador. A la desesperada. Mala cosa en el banquillo.

No pocos debates durante este largo parón se sustentaban en la idoneidad de colocar un 1-3-5-2 en lugar del recurrente 1-3-4-3 de Machín. Por dos razones ante todo. Primera, por las bajas en la defensa, ya que al poder colocar un doble pivote más defensivo que el de Mesa-Banega la retaguardia podía estar más protegida y, de paso, la cantadísima aglomeración de jugadores rivales en la medular podía nivelarse. Y segunda, por la necesidad de aprovechar a Ben Yedder, que el pobre lleva dos años jugando solo cuando es evidente que necesita un delantero centro al lado, el cual también saldría beneficiado por el juego del francés. Nunca sabremos qué hubiera pasado...

El partido de este fin de semana se resume en el duelo de pizarras, pero cuando muchos pidieron la dimisión del presidente en el descanso es que algo más hay de fondo. Muchos fichajes no despiertan y los que gritaban se acordaron de la forma de gestionar la salida de Monchi, la promoción de Óscar Arias, el ‘no’ del director deportivo del Getafe tras el despido de aquel y la colocación de Joaquín Caparrós en ese sillón caliente del que había huido cuando se lo enseñaron. Todo ello aderezado con episodios un tanto surrealistas antes y durante el mercado de fichajes. Incertidumbre total, eso es lo que le pasa al Sevilla Fútbol Club de arriba a abajo.