Las miradas en el Sevilla eran de sospecha. De dudas, bastantes dudas. Para nada de satisfacción. El fichaje más caro del verano –y en mucho tiempo en Nervión– no generaba buenas sensaciones. «¿Le pasa algo?», preguntaba uno. «Físicamente no está al nivel», sentenciaba otro con gesto torcido. Hace diez años, el Sevilla había decidido cambiar de ciclo. Tras el varapalo de ceder al Betis la plaza de Liga de Campeones a última hora, el Sevilla viró de Joaquín Caparrós a Juande Ramos, de Sergio Ramos a Dragutinovic. Y de Darío Silva y Baptista a Luis Fabiano y Frederic Kanouté. Hace hoy justo una década, el Sevilla fichaba al gigante de Malí, el que para muchos es el mejor futbolista que ha vestido la elástica sevillista. Diez años después de aquella operación, el Sevilla mira hacia atrás con orgullo. Es otro gracias a decisiones como las que anunció aquel 17 de agosto de 2005. Instalado en la grandeza en España y Europa, se puede decir que hubo un antes y un después en el club hispalense tras el paso de Kanouté por el Sánchez-Pizjuán. «Se ha ganado un sitio privilegiado en la historia del Sevilla y no sólo por su rendimiento individual o los títulos conseguidos, sino también por su implicación en el club», explica a este periódico Monchi, director deportivo entonces y ahora.
Tras un paso sin pena ni gloria por el Tottenham, que lo fichó del West Ham, Kanouté se convirtió en estrella en el Sevilla. De la mano de un técnico que lo entendió a la perfección, Juande Ramos, con un socio de lujo como Jesús Navas («gol de Kanouté a pase de Navas» habrá sido sin duda una de las frases más pronunciadas y escritas en torno al Sevilla), con un compañero de área de lujo como Luis Fabiano y con un carácter dentro y fuera del campo que lo transformó en ídolo del sevillismo. «Sería de ilusos pensar o intuir en aquel momento que Kanouté iba a significar lo que luego significó para el Sevilla....» reconoce sin ego alguno Monchi. Kanouté se marchó en 2012 de Nervión dejando para la historia 136 goles con el Sevilla, seis títulos levantados siendo protagonista en casi todas las finales y un comportamiento ejemplar que multiplica por mil su legado.
No era un futbolista al uso. Capaz de competir al máximo en el césped sin caer en técnicas barriobajeras, aunque muchos se acuerden de aquella expulsión en el Camp Nou tras un susurro de muy mal gusto al oído por parte de Cesc Fábregas, al que luego cogió por la pechera. También fue capaz de asumir una sanción económica por mostrar su apoyo con una camiseta al pueblo palestino durante la celebración de un gol. Su compromiso social lo llevó a destinar parte de sus considerables ahorros a crear una Ciudad de los niños en Bamako, la capital de Malí; o a comprar un local en Sevilla para que muchos musulmanes pudieran rezar a su Dios. Incluso pugnó seriamente nada menos que con José María del Nido Benavente porque sus principios religiosos no eran compatibles con portar una publicidad de casas de apuestas en la camiseta. No, no era un futbolista al uso.
Hoy, diez años después de su fichaje por el Sevilla, el legado de Kanouté es infinito. En las vitrinas, en la memoria de unas gradas que vibraron con el maliense, en los libros de historia –es el máximo goleador extranjero desde que nació el Sevilla– e incluso en la ciudad deportiva, donde ahora transmite su experiencia a los chicos del juvenil de División de Honor. Hoy, diez años después, sabemos que aquellos comentarios de duda de los técnicos y aquellas miradas de sospecha en el Sevilla tras las primeras semanas de Kanouté por Nervión respondían a la debilidad física que el siempre exhaustivo Ramadán provocó en su alargado cuerpo. Hoy, diez años después, se saben muchas cosas de aquel espigado delantero que cambió el Támesis por el Guadalquivir en agosto de 2005 para darle la vuelta a la historia del Sevilla.