En la rotonda, dé media vuelta

El GPS le dice al Sevilla que vuelva y coja el camino correcto

25 abr 2018 / 20:11 h - Actualizado: 26 abr 2018 / 21:40 h.
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  • José Castro y Óscar Arias. / M. Gómez
    José Castro y Óscar Arias. / M. Gómez

El Sevilla afronta una importante crisis en este final de la temporada 2017-18, la primera tras la salida de Monchi del club, donde abarcaba tantas responsabilidades que la entidad tuvo que cambiar demasiadas cosas en poco tiempo. El inesperado desenlace en la final de la Copa del Rey ha hecho saltar por los aires todo, haciendo rebosar el vaso de una afición que ha soportado estoicamente varios bochornos a lo largo de la temporada y que se desplazó en masa a Madrid esperando al mejor Sevilla en un partido histórico. La incomprensible actuación de Montella y sus jugadores, con salvedades contadas, ha dinamitado el crédito de la hinchada en el entrenador italiano, ha dejado igual de sentenciado al sucesor de Monchi, ya despedido, pero sobre todo le ha puesto la cruz a José Castro, un presidente que fue silbado antes de la final y que soportó, en mitad de la misma, cánticos muy generalizados pidiendo su dimisión. La crisis no es deportiva, es institucional. De fe. No es sólo por resultados presentes sino por la incertidumbre que muchos tienen respecto a lo que está por venir.

A esta situación ha llegado el Sevilla por varias razones, no por casualidad ni por una exagerada exigencia de su hinchada. Se trata más bien de un problema de fe, de incertidumbre de cara al futuro, más que cabreo desmedido por una temporada mala en la Liga, notable en la Champions y muy buena en la Copa del Rey hasta el petardazo final, que le baja la nota muchísimo. Un problema de confianza generado por sus propios dirigentes, que apenas han acertado, ya sin Monchi, en llevar la nave por el camino adecuado.

Un nuevo Sevilla

Monchi era el director deportivo y mucho más en el Sevilla. Las razones reales por las que se marchó a pesar de tener contrato en vigor y decir más de una vez que en ningún lado estaría mejor que en Nervión sólo las puede decir (públicamente) él. El caso es que ni una super oferta económica de Castro a la desesperada impidió su marcha. Sin el de San Fernando, José Castro y José María Cruz dudaron sobre qué hacer. ¿Pablo Blanco? ¿Miguel Ángel Gómez? ¿Óscar Arias? ¿Antonio Cordón? ¿Joaquín Caparrós? Unos por negativas como respuestas y otros por ser caros condujeron a la decisión final: Arias, bendecido además por Monchi. El cambio fue de arriba a abajo. Sin contar con la política de una cantera a la que sólo se le enseña la puerta de salida, el Sevilla varió su rumbo, su modelo. Miguel Ángel Gómez, la otra mano derecha de Monchi junto a Arias, salió escopetado, y el director deportivo, con el mayor presupuesto de la historia del club (más de 200 millones) invirtió en jugadores poco fiables, con nóminas muy altas que el fracaso sin Champions hará más insoportables y muchos de ellos con dudosa revalorización, la clave del gran Sevilla moderno. «No podemos ir por este camino», ha tenido que reconocer Castro, en disposición ya de resetear su GPS en busca de la ruta correcta.

El gran fichaje

La principal apuesta de un director deportivo es siempre el entrenador. Óscar Arias decidió dar continuidad al nuevo modelo, el empezado por Monchi con Sampaoli y Lillo, dándole el mando a un Eduardo Berizzo que demostró no tener el acierto de aquellos en muchas decisiones tomadas y que, además, no contó realmente con el tipo de futbolistas idóneo para lo que quería. Arias no supo darle los ingredientes ni Berizzo amoldarse a lo que tuvo. Antes de la Navidad ya estaba despedido. La solución fue un Vincenzo Montella que venía, según palabras de Arias, a dar más continuidad al modelo. Lo hizo al principio, recibiendo duros palos en el derbi y en Mendizorroza que sirvieron para que recapacitara, cosa que no hizo el Toto. El Sevilla empezó a jugar más arropado en defensa y más rápido en ataque, hasta convertirse en un buen equipo pese a sus relucientes lagunas en la portería y en la delantera, puestos claves que por segundo año ha dejado sin arreglar el Sevilla. Ahí el indudable mérito de Montella, cuya gestión de la plantilla, exprimiendo a media mientras la otra mitad comía pipas, ha deparado un batacazo en la Liga que no ha sido compensado en las otras dos competiciones, donde el éxito dependía sólo de un verdadero milagro. Cinco partidos tiene para lograr un aprobado si remonta tras el 19 de 48 que lleva desde que debutara en enero.

Los demás

Hay muchos detalles que hacen rendir o no a un jugador y otros tantos que determinan la exigencia a uno u otro. Las apuestas de Óscar Arias, más allá de los entrenadores, han estado repletas de bajos rendimientos. Luis Muriel costó 21 millones, el fichaje más caro de la historia del Sevilla. El colombiano reunió toda la presión: el equipo necesitaba gol y había pagado una barbaridad por él. Hasta que tuvo que decir que no era un goleador, algo así como «dejadme en paz». Sin ser delantero centro su destino en Nervión ha sido el centro de la delantera. Error de base. La llegada de Nolito, pese a su alta ficha, sí parecía más lógica, pero el estado del sanluqueño ha dejado perplejos a todos y la comparación con Vitolo lo deja por los suelos. Kjaer costó 13 sorprendentes millones y aún no se sabe si es bueno, malo o todo lo contrario. El cambio de estilo de juego le benefició, pero en todo caso es peor que Rami, el sustituido. Lo mismo vale para Corchia respecto a Mariano (del francés, además, el club no quiere decir ni cómo está, pues jugó por última vez en enero) y para Pizarro con Iborra. Las comparaciones son odiosas. La gestión con los laterales zurdos pareció diseñada por Mel Brooks, rematada con los primeros meses de Arana mientras Carole calla y trabaja sin ficha. Mientra, Muriel reconocía que no suele meter goles y Ben Yedder se diluía con el cambio de estilo, más alejado de la portería, Arias apretó y fichó a Sandro en enero. También a Roque Mesa, dos viejos pretendidos por Monchi que sí parecen decisiones acertadas pero no aprovechadas por Montella. La evidente descoordinación con el entrenador, al que no le gustan, es otro grave error. Banega y Navas, fichajes de piloto automático del club, han sido curiosamente los que mejor han rendido.

Si algo puede salir mal acabará saliendo mal. En general, las comparaciones con el Sevilla de hace tres temporadas (ni siquiera con el super Sevilla de hace una década) dan pavor. El mismo que resulta de contrastar al Sevilla con y sin Monchi. Sólo hay uno como el de San Fernando y quizás se multipliquen hasta lo injusto las críticas a Arias, pero sus pecados están ahí y son innegables, cambiando una política que había dado resultados y desaprovechando el mayor presupuesto de la historia a la vez que una oportunidad histórica para consolidarse entre los más grandes accediendo por cuarto año seguido a la Champions. El GPS le dice al Sevilla que en la próxima rotonda dé media vuelta.