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Las miradas, sobre Unai

El técnico no encuentra la forma de hacer funcionar a una plantilla con la que lleva trabajando todo el verano.

24 sep 2015 / 19:45 h - Actualizado: 25 sep 2015 / 11:28 h.
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  • Unai Emery, en el banquillo del Sevilla. / Manuel Gómez
    Unai Emery, en el banquillo del Sevilla. / Manuel Gómez

El Sevilla se encuentra mal, bastante mal. Es último en la clasificación de la Primera División, tanto por puntos como por sensaciones, y está asolado por múltiples lesiones, la mayoría en jugadores importantes. El panorama no es nada alentador. Tanto, que surgen un sinfín de preguntas y la mayoría dirigidas al entrenador, Unai Emery. Una situación parecida a la vivida hace justo dos temporadas, cuando el Sevilla también era el último con sólo dos puntos y Emery generaba un debate encendido. La situación actual es parecida pero no igual. El entrenador tiene bastante más crédito ahora que hace dos años, fruto de su reacción entonces y de los éxitos cosechados en esa temporada y en la siguiente. Sin embargo ahora el Sevilla parece desprender síntomas mucho más preocupantes, aunque se le presume mejor plantilla.

Una conclusión parece clara: Emery no da con la tecla. Esta aseveración puede sonar incluso obscena teniendo en cuenta que la plantilla está configurada, con sus virtudes y sus defectos, desde hace casi dos meses. ¿De qué ha servido la pretemporada? Esa es la pregunta que muchos se hacen y que el estado actual del equipo invita a hacer. Si hace dos cursos había una especie de clamor general para convencer a Unai de que Rakitic necesitaba a dos pivotes defensivos cubriéndole las espaldas para que así el equipo defendiera con eficacia, ahora apenas se reconoce un patrón de juego definido. Los problemas son más y mayores. Con Llorente en lugar de Bacca y N’Zonzi sustituyendo a Mbia –Isla nunca llegó por el hoy culé Aleix Vidal–, el cambio de estilo parece obligado por las características tan diferentes entre los recién llegados y los que se fueron. Si hace dos años Emery claudicó en sus ideas ofensivas y fortaleció la retaguardia –desde entonces el Sevilla se disparó y acabó quinto y ganando la Europa League–, ahora hay más tarea.

Las lesiones lastran sobremanera la competitividad del equipo, es innegable. Pero hay más. Más bien el origen de todo es futbolístico. Las virtudes de Llorente pueden ser explotadas desde las bandas, pero los balones que recibe el delantero desde la defensa le dejan vendido ante cualquier rival, por limitado que sea. Como las alas no funcionan, el Sevilla se atasca en ataque. Más aún cuando nadie es capaz de suplir a Banega, uno de los inquilinos de la nutrida enfermería. La defensa es débil y encima ahora está bajo mínimos tras las lesiones de Rami, Carriço y la ya sabida de Pareja. Como quiera que los laterales están fuera de forma –¿De qué ha servido la pretemporada?– y la portería carece de un guardián de garantías –además, Beto también está lesionado...–, la defensa está sobrepasada.

En medio de un ataque atascado y una defensa sobrepasada, un centro del campo perdido. N’Zonzi no se encuentra en la idea de juego que propone Unai y parece mucho peor de lo que en realidad es; Krychowiak, desbordado, acaba los encuentros sin fuerzas y habiendo desempeñado una labor estéril por el desconcierto general; Krohn-Dehli no desentona, pero tampoco arregla el problema. Incluimos a un Iborra desmotivado por la falta de oportunidades y se completa una medular cuyas piezas no se acoplan de momento.

Peligro

¿Tiene tiempo el Sevilla, Emery, para reaccionar? Obviamente. Restan 33 jornadas de la Liga para intentar una gran remontada y acabar en puestos europeos –volver a la Champions tendrá que esperar, salvo milagro de los gordos–. Sin embargo, en la Liga de Campeones se avecinan curvas peligrosas ya. Urge pues, un mínimo de rendimiento como equipo para no dilapidar tristemente el regreso a la Champions, para no anclarse en el fango de la clasificación de la Liga y para evitar que jugadores sospechosos de poder desconectar ante los problemas del Sevilla y su ostracismo –justificado o no, según los casos–, se tiren por la borda.

De momento, Emery cuenta con el apoyo total de la entidad, como no podía ser de otra forma. Su relación con el director deportivo, Monchi, ya no es la de antaño pero los contactos entre ambos se producen de forma más o menos habitual, como casi todos los días a lo largo de la temporada. Su relación con José Castro, el presidente, es prácticamente nula tras el tira y afloja de su frustrado fichaje por el Nápoles el pasado verano, pero en nada repercute en la confianza ciega que el Sevilla sigue teniendo en su entrenador.