Los fríos números hablan de que el Sevilla, ya sin su mejor director deportivo posible, con el entrenador enfermo y apartado de la actividad temporalmente, y con uno de sus pilares en la plantilla castigado sin aparente solución beneficiosa, marcha quinto en la clasificación de la Liga, a tres puntos del cuarto puesto, clasificados para los octavos de final de la Champions League y para los de la Copa del Rey. Sin embargo, las calientes sensaciones, secundarias pero básicas en los análisis para tratar de anticiparse al futuro, hablan de un equipo tremendamente blando en defensa –aspecto clave para cualquier objetivo serio–, inocente hasta la desesperación en su forma de atacar –rayando lo indignante fuera de casa– y asombrosamente débil en lo físico frente a cualquier rival que tenga en frente.

Así las cosas, con esa extraña mezcla de realidades, el Sevilla se dispone a afrontar los últimos partidos antes de la Navidad con la intención de no entrar en barrena de nuevo, aguantar como pueda sin descolgarse de la difícil lucha por el cuarto lugar. Y ya con la entrada del nuevo año, replantearse muchas cosas, realizar retoques ultranecesarios en la plantilla y tratar de averiguar las respuestas a los muchos porqués que merodean en la mente de los sevillistas.

SISTEMA DEFENSIVO

El Sevilla no encuentra la manera de controlar a los rivales. Lo ha hecho en varios partidos, sí, pero muy pocos. A falta de completarse la jornada 15ª este lunes, está entre los cuatro primeros en tiros recibidos del rival y es el más goleado de los ocho primeros clasificados: 19 goles en 15 partidos (12 en seis partidos Champions). Las dudas que había en verano con la composición de la línea defensiva han crecido en cuanto las rotaciones han llegado incluso a la portería, los dos centrales que se temía podían caer lesionados lo hicieron, y de gravedad, y el sistema general de presión, más ficticio que real, hace peores de lo que son a jugadores como Kjaer. Las subidas de Escudero se fueron con Sampaoli y las de Mercado generan más peligro en contra que a favor. Ni Corchia ni Carole, los fichajes de Arias, ofrecen mejoras. Ni presiona de manera eficaz ni se atrinchera: queda desnudo.

LA VELOCIDAD

El Sevilla parte de una desventaja inicial en casi todos sus partidos: es más lento que sus contrincantes. Necesita, pues, sacar a relucir su talento individual, indudable por otra parte en términos generales. Eso aflora muchas veces en casa y casi nunca fuera, donde aparece un segundo hándicap: el complejo como visitante, comprobado tanto en los escenarios de glamour como incluso en campos donde ganó pero sufrió lo indecible (Getafe). Sirva un ejemplo: el Atlético de Madrid lleva más de un año sin perder fuera en la Liga. Comparen. Cada rival parece ir montado en avión y casi ningún jugador sevillista tiene argumentos físicos para el desborde, exceptuando quizás a Correa –perdido en su mundo–, Muriel –con el sobrepeso de su coste– y todavía Navas –a contracorriente en estilo–. Esa lentitud, en días de poca inspiración ofensiva, hace reír al contrario y es un suicidio a la hora del repliegue defensivo (en el Bernabéu fue el cúlmen). No se trata de preparación física defectuosa, sino de las cualidades de base del plantel conformado.

¿TODOS ESTÁN MAL?

La inmensa mayoría de los jugadores llevan tres meses pareciendo peores de lo que se supone que son. O todo el mundo se equivocó a la hora de valorarlos –los profesionales de esto los primeros– o hay algo que está impidiendo que cuajen y ofrezcan lo mejor de sí mismos. Parece más bien esto último e inmediatamente las miradas se dirigen al banquillo. Son innegables los agujeros en la planificación deportiva, los cuales deben ser obligatoriamente paliados en las próximas semanas, pero es igualmente evidente que un equipo con el arsenal ofensivo del Sevilla no puede arrojar un balance en ataque tan pobre. Necesita un mundo para marcar el equipo de Berizzo –sólo el Leganés ha anotado menos entre los 13 primeros de la Liga–. Y volvemos a lo mismo: la lentitud extrema, la defectuosa presión y la inseguridad fuera de casa hacen de Muriel e incluso de Ben Yedder –interrumpido constantemente en sus rachas y que se salva de la quema general– delanteros de fogueo. No hay más alternativas que paredes continuas y complicadas hasta pisar el área rival, porque centrar desde los laterales apenas tiene sentido dada la configuración de la delantera –y esa es la principal virtud de Navas, uno de los fichajes– y disparar fuera del área parece estar prohibido. Ante la mayoría de rivales de la Liga (y en Nervión), el Sevilla es capaz de sobreponerse a sus propios defectos. Frente a los que pugnan por lo mismo de él, bajo estos parámetros, no tiene absolutamente nada que hacer.

Con estas dudas que nadie es capaz de espantar, las sensaciones van por otro camino diferentes a la realidad de puntos. Y preocupan a la mayoría en un año en el que entrar en la Champions que viene es primordial, vista la planificación económico-deportiva, y muy difícil, vista la respuesta de este Sevilla ante los grandes.