Un 7 de septiembre de hace 60 años el Sevilla inauguraba oficialmente el Ramón Sánchez-Pizjuán, uno de los estadios más emblemáticos del fútbol español y al que el calor de la afición dota de una atmósfera admirada por todos. Un amistoso contra el Jaén acompañó aquel día, con el recinto, edificado junto a los terrenos del campo anterior, todavía sin terminar, algo que ocurriría años más tarde, alcanzando un aforo de 77.000 espectadores antes de que la disputa de partidos del Mundial 82 obligase a reestructurar las gradas. Fue entonces cuando pasó a tener capacidad para 66.000 espectadores. Hoy en día es de 42.714 tras las distintas remodelaciones a las que ha sido sometido, un proceso que continuará próximamente meses hasta rondar los 50.000.

Más allá de cifras, el Ramón Sánchez-Pizjuán es el lugar de reunión del sevillismo, una afición que ha convertido su estadio en todo un aliciente para cualquier aficionado al deporte rey. La comunión con ella ha sido clave para que el equipo y el club hayan ido creciendo con el paso de los años hasta llevar el nombre del Sevilla a lugares que muchos ni soñaban. Seis títulos europeos lucen en las vitrinas del estadio de Nervión, títulos forjados con esfuerzo, sudor y empeño y que no hacen sino confirmar el gigantesco salto que la entidad dio hace ya unos años.

Mientras el sevillismo mira al futuro con expectativas y el deseo de volver a vivir alegrías, echar una mirada hacia atrás lleva a recordar la historia de un estadio que ahora cumple seis décadas y por el que han pasado más de medio centenar de equipos para disputar partidos oficiales.

Liga, Copa del Rey, Liga de Campeones, Europa League, Supercopa de España... Quizá los más jóvenes del lugar tengan en mente todas esas competiciones, pero no demasiado atrás en el tiempo quedan, por ejemplo, el Mundial de 1982. El Sánchez-Pizjuán acogió partidos como el Brasil-URSS de la fase de grupos o el célebre Francia-Alemania, semifinal decidida en la tanda de penaltis a favor de los germanos con el guardamenta Schumacher como protagonista.

También la final de la Copa de Europa convirtió al estadio del Sevilla en el centro de todas las miradas. Fue en 1986, cuando el Steaua de Bucarest tumbó al Barcelona desde los once metros.

Mayor protagonismo ha tenido el coliseo nervionense como sede de partidos de la Selección, que convirtió el Sánchez-Pizjuán en un auténtico santuario, en un fortín inexpugnable desde que comenzó a jugar en él.

Pero el Sánchez-Pizjuán es, por encima de todo, la casa de los sevillistas, el lugar donde han vivido días inolvidables y otros menos buenos pero siempre con pasión y entrega.

Antonio Puerta con su icónico zurdazo clasificando al equipo para su primera final continental protagonizó, posiblemente, la noche con más magia que ha vivido este estadio que sigue poniéndose guapo –cambio de color de los asientos, iluminación exterior, etc– para orgullo del sevillismo.

Este viernes, coincidiendo con los 60 años de su inauguración oficial, el Sevilla estrenará museo, uno de los anhelos de la afición y del que podrá disfrutar con orgullo desde ahora.