Hace tiempo que el fútbol el mundo del fútbol, para ser exactos se convirtió en el escenario perfecto para que muchas personas diesen rienda suelta a lo peorcito que llevan dentro aprovechando que aquí vale todo y que si alguien se molesta, pues allá él. Basta con sentarse en la grada de un estadio y poner el oído o echar un vistazo a lo que termina propagándose por las redes sociales –no confundir con opinión pública– para ver el clima en el que vive actualmente el deporte rey.

Por ello, a nadie debe sorprender que Sergio Rico haya pasado unos días poco agradables, por así decirlo, tras dos jugadas desafortunadas –en la primera hubo falta y en la segunda error del portero, a juicio de quien suscribe estas líneas– que costaron sendos goles a su equipo. Es lo que tiene el deporte, la vida misma, podría decirse: un día eres un ídolo y otro, sencillamente, no vales para esto.

No se trata ni de generalizar con las opiniones ni de atribuirlas todas a un foro concreto, pero lo sucedido con el guardameta del Sevilla recuerda lo efímero de la consideración y la facilidad con la que, más que opinar o criticar constructivamente, se dispara sin detenerse a pensar siquiera en el calibre de las balas empleadas a la hora de apuntar al blanco.

Sergio Rico es un buen portero que, como cualquier deportista, tiene días mejores y días peores, y, como profesional que es y cobra por ello, está sujeto a la opinión tanto de los socios de su club como de quienes no lo son. Pero quizá también habría que tener presente que Sergio Rico es uno de los porteros más jóvenes de la Liga. A sus 24 años, el de Montequinto cuenta con varios títulos a sus espaldas, ha estado entre los elegidos para disputar una Eurocopa y sabe ya lo que es debutar con la Selección. Algo habrá hecho para conseguir todas esas cosas a su edad.

Y no, no se trata con estas líneas de aprovechar el viento a favor tras el espectacular encuentro que firmó el portero este domingo ante el Girona; se trata de poner su caso como ejemplo de algo en lo que quizá habría que detenerse a pensar por un momento antes de que la temporada siga avanzando con el Sevilla inmerso en tres competiciones –único equipo español junto al Barcelona– y muchas, muchas cosas apasioantes por vivir.

Todo el mundo –faltaría más– tiene derecho a opinar libremente, siempre y cuando lo haga como hay que hacerlo. Pero, más allá de eso, muchos sevillistas deberían preguntarse si Sergio Rico merece las cosas que ha escuchado estos últimos días.

O alguien es de los tuyos, o sencillamente no lo es. Sea Sergio Rico o quien sea. La crítica constructiva siempre hará crecer al canterano y a cualquiera, pero la ácida, la que no mide las palabras y la que define más a quien la hace que al destinatario sólo sirven para demostrar que aquellos a los que calificas como «uno de los nuestros» en realidad no lo son. Y de la misma forma: quien critica así tampoco será jamás, jamás «uno de los nuestros» para el otro. Unión o desunión. Ambas lícitas. Elijan.