La recta final de la temporada se le presenta al Sevilla tan extraña como ha venido siendo el curso desde su comienzo. Por un lado, destacan la eliminatoria de los cuartos de final de la Champions y la final de la Copa del Rey que ha conseguido el grupo ahora comandado por Vincenzo Montella; por otro, la incómoda papeleta en la Liga, donde a falta de nueve jornadas para el final, el cuadro nervionense debe pelear con rivales inesperados por un premio menor como son los puestos de Europa League, toda vez que el objetivo de repetir en la Champions está casi imposible, tanto vía Liga como en la propia Liga de Campeones. Ese contraste también se puede notar en la evaluación del técnico italiano, quien ha modificado lo suficiente al equipo desde su llegada como para incrementar su rendimiento de manera ostensible, sobre todo en los dos torneos por eliminatorias, pero también es el autor de una raya hecha en la plantilla que torpedea la administración de esfuerzos.
De hecho, son muchas las voces que señalan esa ausencia de rotaciones como una de las causas principales de que el Sevilla esté completando una Liga tan floja. Como pasó en Leganés, donde jugaron prácticamente los mismos que en Manchester, Montella suele confiar en el mismo grupo de 12-13 futbolistas para todas las citas. Más allá de un problema físico –entre la cita en Old Trafford y la de Butarque, por ejemplo, hubo cinco días, distancia suficiente como para no hablar de cansancio físico–, el quid de la cuestión puede estar en la motivación, sobre todo cuando ya se da por perdida la cuarta plaza en favor del Valencia.
La raya de Montella separa al grupo principal de titulares y recambios habituales de otro grupo de jugadores que calientan el banquillo sin disfrutar apenas de minutos, incluso algunos que directamente ni aparecen en convocatorias generales, donde sólo faltan los lesionados (Ganso, uno de los mejores en el primer tramo de la temporada, no viajó siquiera a Manchester, donde fue incluso Layún, tampoco inscrito en la Champions). Dentro de este segundo grupo destaca el poquísimo protagonismo de un fichaje de enero: Roque Mesa (67 minutos en la Liga en dos meses). Fue titular sólo en Eibar, el único día en que Montella rotó. El duro resultado (5-1) fue determinante. Tampoco Sandro (161’) está siendo muy usado desde que también aterrizara en enero. David Soria, que paró su pase al Dépor, está inédito pese a la acumulación de partidos en tres competiciones y el bajón de Sergio Rico. Pareja reapareció en Ipurua y se lo ha tragado la misma tierra que otro capitán, Carriço. Arana, otro fichaje reciente, tardó dos meses en pisar el césped (sólo 102’). Geis (80’) sigue con tan pocas oportunidades como con Berizzo. Sin ser casos tan extremos, Ben Yedder (655’) ha tenido que ser el héroe en Old Trafford para ganarse la titularidad pese a ser, de largo, el máximo goleador del equipo (19); y Pizarro (370’), posible sustituto de Banega ante el Bayern, ni siquiera actuó en Butarque.
Es evidente que con esa gestión de plantilla no está acertando Montella, quien incluso ha recibido mensajes públicos al respecto de ilustres sevillistas como Andrés Palop, quien precisamente no encajaba nada bien sus suplencias: «Recuerdo que la última vez que estábamos vivos en las tres competiciones no sabíamos quiénes íbamos a jugar, nos sentíamos todos importantes. De ahí que de las tres se ganaran dos y con la tercera ya sabemos todos qué pasó en Mallorca... Sin competencia interna no hay estímulos». Montella se ha ido al extremo opuesto que Berizzo y la Liga se va terminando