El electrodoméstico es uno de los de los sectores que más ha sufrido la crisis, con caídas anuales del 25 por ciento, ante la falta de reposición y la escasa compra de nuevas máquinas, efecto ligado a la caída de las ventas de vivienda. Sin embargo, el último año, el entorno del electro, desde consumidores hasta establecimientos, ha sufrido una transformación que ha impulsado las ventas de forma moderada, alrededor del 6 por ciento, según la Federación Andaluza de Electrodomésticos (FAEL). Por su parte, el crecimiento fue tan solo de un 2 por ciento en el sector agregado.
Según el secretario general de la patronal, Carlos Bejarano, los meses de junio y julio fueron los mejores a nivel de ventas. «Las altas temperaturas que hacía tiempo no se registraban provocaron que la campaña de climatización fuese muy buena», explica.
El cambio del sector, y por tanto el paulatino despertar de las ventas, se explica por la destrucción de los puntos de venta y a la concentración de la distribución horizontal, que capta las operaciones de los negocios desaparecidos. Así, desde que estallara la crisis económica, en torno a 200 pequeñas tiendas de electrodomésticos han desaparecido en Andalucía, lo que supone un 12 por ciento del sector, según Bejarano.
La recuperación además se apoya en factores como «la mejora de la renta, impulsada por la reducción de los tipos de interés, y la rebaja en el coste de carburantes», apunta Bejarano. Asimismo apunta que el incremento de la población ocupada y el hecho de que los niveles de confianza del consumidor esté en su máximo desde el año 2007 también han ayudado a elevar las ventas.
Sin embargo, aunque el consumo empieza a recuperarse, los beneficios de las empresas no son similares a tiempos precrisis. Según el secretario general de FAEL, «al tener que ajustar los precios, los márgenes de beneficio se reducen, por lo que la facturación no se recupera al mismo ritmo». De hecho, a lo largo de la crisis los precios han caído por encima del 30 por ciento. Además, la competencia por parte de las cadenas multinacional hacen que la recuperación sea aún más lenta.
No obstante, Bejarano sostiene que el sector andaluz precisa de un Plan Renove similar al adoptado en otras comunidades autónomas donde el crecimiento ha sido el doble. Desde 2012, el electrodoméstico andaluz no recibe ningún tipo de ayuda, por lo que FAEL reclama que parte de los fondos que se destina a planes como el PIVE recaigan en una renovación del parque de electrodomésticos o un programa de ayudas similar pero con fondos de la Junta de Andalucía, como se ha hecho en Aragón o Extremadura, que ayuden a rejuvenecer la edad media del electro.
Con la crisis, el mercado de reposición ha disminuido un 35 por ciento, lo que ha provocado que la vida útil de los grandes electrodomésticos incremente en torno al 25 y 30 por ciento, por encima de lo previsto, «lo que no es bueno porque dejan de ser eficientes desde el punto de vista energético», apunta Bejarano. La patronal insiste en que parches como la reparación no siempre es lo más rentable. Un supuesto: mientras que la reparación del frigorífico con una década de vida gira en torno a los 150 euros para alargar su utilidad dos años, «una máquina básica nueva podría salir por 300 euros y, sin duda, la vida útil sería mayor».
En 2016, el sector espera un repunte en los niveles de facturación normales del mercado de reposición y pasar del 60 al 90 por ciento. «Eso sí, el margen seguirá siendo ajustado, del 5 y 6 por ciento, lo que no es mala cifra», recalca.
«EL CONSUMIDOR DEBE EXIGIR LOS PERMISOS AL INSTALADOR»
Raúl de la Peña se convirtió hace menos de una semana en el nuevo presidente de la Asociación Provincial de Instaladores de Calefacción, Climatización, Fontanería, Gas y Afines. Un cargo que afronta con el objetivo de que tanto la administración como los clientes «velen por los instaladores acreditados para hacer frente al intrusismo».
Una máquina de aire acondicionado mal instalada puede repercutir negativamente en su funcionamiento, así como no ser eficiente, destaca De la Peña. De ahí que insista en que el cliente «debe exigir al instalador los permisos emitidos por Industria, el número de registro de la empresa instaladora y la autorización para utilizar gases fluorados». Y es que, «instalar un aire acondicionado no es enchufar una batidora, requiere una instalación eléctrica, lleva gas a presión y se sueldan elementos que producen calor».
En cuanto al cierre del año, los instaladores sevillanos coinciden con FAEL en que la última campaña de climatización de verano fue mejor que otros años. «Las altas temperaturas impulsaron las ventas y la nueva normativa de gases hace que no tenga sentido reparar una máquina, por lo que también ayudó», explica De la Peña. Si bien, apunta que el primer semestre de 2015, las ventas cayeron por lo que no se puede hablar de recuperación.