«No hallé discriminación al quedarme en paro por ser mujer, sí por la edad»

Tras ver que no había ningún fabricante en España ni en Europa, en sólo dos años ha logrado exportar sus moldes de repostería o cortadores de galletas a Canadá, Francia, Inglaterra, Australia, Alemania e Italia. La Cámara de Comercio ha premiado su labor

05 mar 2016 / 20:48 h - Actualizado: 05 mar 2016 / 21:52 h.
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  • Elena Jesús Espinar, en su taller en San José de la Rinconada, Sevilla. / El Correo
    Elena Jesús Espinar, en su taller en San José de la Rinconada, Sevilla. / El Correo

¿Cómo nació su empresa?

—Nació de la necesidad que teníamos. Mi marido era un parado de larga duración y yo me vi afectada por un ERE. Él estaba a punto de acabar la prestación y yo tenía que esperar unos cinco meses para cobrarla. Así que en ese momento no teníamos ningún ingreso. Yo soy muy aficionada a la cocina y empecé a hacer galletas. Con el boom que hay por la repostería vi que en el mercado era complicado encontrar los moldes para cortar las galletas y mi marido se ofreció a hacerme uno, y otro, y otro... Y le dije, ¿pero si estos moldes valen seis o siete euros? Él, que trabajaba antes en una herrería, me contestó que con chapa los podía hacer. Así surgió la idea.

¿Y cómo descubrió que había demanda?

—Creé un blog y el primer día teníamos 40 llamadas de teléfono y un montón de emails preguntándonos dónde habíamos conseguido los moldes y cómo se podían adquirir. Así que empezamos a estudiar el mercado y vimos que no había ningún fabricante ni en España ni en Europa. Todo se exportaba desde China y Estados Unidos.

En 2014 nació Cutter Sweet como sociedad, ¿tuvieron ayuda?

—Sí. La Cámara de Comercio nos indicó cómo hacer un plan de negocio, de viabilidad y nos enseñó el camino para lograr financiación.

¿Tuvieron problemas con los bancos?

—El banco nos dijo que no nos daba nada, pero la Fundación Social de la Caixa nos ofreció un crédito para montar la empresa, a través de la Cámara de Comercio, donde nos asesoraron bien. Ayudas económicas no hemos tenido, porque el crédito lo pagamos nosotros, pero hay organismos que te encauzan, como el Instituto Andaluz de la Mujer, que en mi caso me derivó a la Cámara de Comercio.

¿Cuál fue la inversión inicial?

—El crédito que nos dieron fue de 25.000 euros, a los que yo sumé mi paro en un pago único y el dinero que logramos, por ejemplo, al vender una caravana. En total, arrancar nos costó entre 60.000 y 70.000 euros.

¿Dónde venden sus moldes de repostería?

—El año pasado ya empezamos a exportar fuera. Nuestros productos llegan a Canadá, Australia, Alemania, Inglaterra, Francia e Italia y poco a poco trabajamos más en el exterior. Lo que nosotros fabricamos está ligado a una tradición americana, así que es lógico que vendamos mucho fuera.

¿Cuántas piezas salen de sus instalaciones en San José de la Rinconada?

—Unas 12.000 piezas al mes.

¿Cuánto venden en España y cuánto en el extranjero?

—Un 60 por ciento en España y un 40 por ciento fuera, aproximadamente.

¿Tiene algún objetivo o plan de expansión?

—Sí, queremos empezar este año ya una campaña más agresiva en Estados Unidos, donde ya tenemos un cliente, e implantarnos allí con un proveedor. Hay mucha afición a la repostería.

¿Cuál es su producto estrella?

—Fabricamos con una calidad que no existe fuera. Trabajamos con acero inoxidable 304, apto para el contacto alimentario y que puede ser utilizado en horno, lavavajillas y no necesita ningún trato especial para su conservación, aparte de su consistencia y dureza. Los moldes que se exportan son de chapa. El cliente que toca o ve nuestros moldes se enamora de ellos. Y nuestro producto estrella es el molde especializado. En el sector gusta diferenciarse, el sello personal en galletas o dulces.

¿Qué es lo más raro que ha fabricado?

—Hacemos desde figuras de kamasutra hasta logotipos para empresas. Incluso nos piden moldes como máquinas de trabajo para que en una convención las galletas o la tarta sea como esa máquina.

¿Quiénes son sus principales clientes?

—Tiendas de repostería creativa, obradores, establecimientos de menaje, cocineros, reposteros, etcétera.

¿Algunos nombres?

—Alma Obregón, María Lunarillos, Megasilvita, una tienda muy especializada, la canadiense How sweet is that?, la alemana Imex y la inglesa The Special House, por ejemplo.

¿Qué supone para usted la concesión de X Premio de la Cámara de Comercio a la Mujer Empresaria Sevillana por su labor profesional?

—Es importante por la repercusión mediática que tiene. Estoy muy agradecida por este reconocimiento.

¿Recomendaría a alguien que esté en el paro que busque una idea novedosa y se lance al mundo empresarial?

—A mí me sirvió para sacar mi vida adelante, pero es muy duro y no sé si es la salida para otros. Es muy complicado.
Dimos con un producto con demanda y de calidad por la necesidad que teníamos, pero... Hay que intentarlo por lo menos, ahora, si te va mal, pues no te puedes empeñar. Al final el negocio es como un niño más, hay que cuidarlo, darle de comer, mimarlo y luchar todos los días. Siempre hay que mirar qué se cuece, quién hace algo parecido, si sale tecnología nueva, las tendencias... No te puedes quedar atrás.

¿Cuál es la mayor dificultad a la que se enfrentó?

—Se habla mucho de ser mujer u hombre, pero me encontré trabas por la edad. Tenía unos 37 años cuando me quedé parada y no encontraba nada. No interesaba a las empresas. No encontré discriminación por ser mujer, pero sí por la edad y, también, por los estudios. Hay ayudas para los universitarios, pero no para los que tenemos un grado superior. Y mi idea puede ser igual o mejor que la de un universitario. ¿Por qué a ellos les dan ayudas y a mí no?

¿Cree que el término empresario tiene una connotación negativa?

—Sí. Soy una trabajadora más. Estás las 24 horas dándole vueltas a tu trabajo y se echa de menos salir de la oficina y olvidarte de todo, pero es verdad que te da más satisfacción personal. No vivo de los premios ni de las ayudas, vivo de mi trabajo diario.