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Una oportunidad tras un fracaso rotundo

Un presumible segundo descenso en dos años exige al Real Betis poner un punto y aparte para regenerar una sección que mira con distancia y recelo

30 abr 2018 / 23:39 h - Actualizado: 30 abr 2018 / 23:49 h.
"Baloncesto","Liga ACB"
  • Mikel Uriz trata de zafarse de la defensa de Stoll durante el partido del pasado domingo en Zaragoza. / ACB Photo (E. Casas)
    Mikel Uriz trata de zafarse de la defensa de Stoll durante el partido del pasado domingo en Zaragoza. / ACB Photo (E. Casas)

En el Príncipe Felipe de Zaragoza se cerró la puerta de la ACB para el Betis EP, que ha ido dando tumbos por la élite en las dos últimas temporadas hasta dar con sus huesos en la LEB Oro. Un fracaso sin paliativos después de arrastrar la pesada carga de una transición muy mal gestionada, por la incompatibilidad demostrada de los tiempos de despacho con las necesidades de la planificación de un equipo profesional, al que el Real Betis Balompié, después de salir al rescate, ha tratado con una distancia excesiva, se diría que hasta con recelo por abrir las puertas a una sección donde el sentimiento de pertenencia no tiene necesariamente como eje central el escudo y los colores. Aun así, lo único positivo en este tiempo ha sido la buena convivencia entre los aficionados de siempre con los que se han ido sumando al reclamo del Betis, con el nexo en común del amor por el baloncesto, que ofrece un espectáculo único en la mejor liga de Europa.

Litigio y reconstrucciones

El problema de los tiempos, en el contexto del litigio de la propiedad, primero con la catastrófica entrada de Jefferson Capital Funding, la oferta desechada del grupo Torrot y el paso al frente in extremis para evitar la desaparición del Real Betis, provocó dos salidas tardías al mercado de fichajes, con plantillas casi al completo por configurar, con presupuestos austeros lejos de los tiempos en los que la Caja San Fernando y después Cajasol colocaban al club en una situación de ventaja respecto a muchos equipos de la zona media-baja de la ACB. Además, con la temporada en marcha, los gestores del club no han tenido acierto en la reconstrucción del equipo para poder cambiar la inercia, como sí ocurrió, por ejemplo, en la temporada 2015-16, cuando los fichajes de Hakanson, en la posición de base, y de Jordan, en la de pívot, dieron al plantel de Luis Casimiro un salto de calidad. Entonces salió bien la particular fórmula de gestión de los fichajes compartida por el presidente ejecutivo, Fernando Moral, y el entrenador. Así afrontaron también la planificación para esta temporada, cuando en pocas semanas Alejandro Martínez y Moral rectificaron un plan para LEB Oro tras ganar en los tribunales a la ACB. Desde la pretemporada se sucedieron los problemas, especialmente porque no se cuidó, por las prisas de salir tarde al mercado, un aspecto fundamental para la construcción de un equipo, los perfiles humanos de los jugadores llamados a ser referentes dentro y fuera de la cancha. El caso de Samardo Samuels fue paradigmático y afectó a todo el armazón.

La incorporación de Antonio Alonso, el 13 de octubre de 2017, a la dirección deportiva (cuatro jornadas disputadas), tampoco ha aportado las soluciones que requerían las circunstancias. Con el balón en juego llegaron Dontaye Draper, que sería cortado tras ocho partidos; Rade Zagorac, de impacto mínimo; Askia Booker, que sí ha subido el nivel pese a estrellarse en el partido decisivo de Zaragoza; Txemi Urtasun, con apenas minutos, y Nikola Gacesa, la última e inexplicable incorporación, como demostró en el Príncipe Felipe. También salieron del equipo Colo, por indisciplina, Saúl Blanco, que no contaba, y McGrath, fichado como estrella y de rendimiento paupérrimo. El club lo mantuvo durante meses hasta que pudo quitárselo de encima.

Óscar Quintana sustituyó a Alejandro Martínez, que se fue sin ganar, y finalmente Javier Carrasco tomó el mando en una situación límite en busca de un milagro que no parece ya posible. Han sido 34 jugadores en estas dos temporadas, cinco entrenadores y dos directores deportivos para acabar firmando dos descensos deportivos, el primero salvado por una acertada maniobra en los tribunales, que esta vez no podrán evitar que el Betis EP abandone por primera vez la ACB, donde se ha mantenido desde el ascenso en 1989.

El gran hándicap que ha arrastrado el Betis EP en el parquet ha sido su incapacidad para sostener un rendimiento defensivo compatible con la Liga Endesa. Durante toda la competición ha promediado alrededor de 90 puntos (promedia 89,6 tras 30 partidos), recibiendo 100 o más puntos en cinco ocasiones y 90 o más puntos en 13. Si a ello se le suma que es también el peor equipo en rebotes, el descenso es una consecuencia lógica de su bajo nivel de juego.

Sin tiempo que perder

El Real Betis Balompié debería empezar a tomar ya decisiones respecto al futuro de su sección, y elegir a los profesionales encargados de tomar las riendas de un proyecto en LEB Oro, donde poner un punto y aparte. Saldrá a la segunda competición seguramente con el mayor presupuesto, tras recibir además el dinero del fondo de descensos de la ACB. Pero no será, como demuestra la experiencia con otros equipos que descienden, un camino de rosas. Deberá configurar una nueva plantilla con jugadores expertos en esta complicada liga. Y en esa línea, jugadores como Mikel Uriz o Josep Franch pueden ser más que útiles, como Iván Cruz.