Hacemos un nuevo recorrido por nuestro monumento más sagrado e insigne, nuestra Catedral. Pero no lo haremos con los ojos no del profano y sí del iniciado.
El iniciado era poseedor de un saber hermético que se transmitía (¿o transmite?) en sociedades secretas. Más que poseedor, el iniciado estaba en camino, estaba siguiendo lo que se conoce como un proceso iniciático de duración indeterminada, pero extenso en cualquier caso, que finalizaba con una ceremonia, dependiendo de cada sociedad. Tras esta ceremonia, más o menos secreta y llena de simbología, el iniciado ascendía de categoría dentro de la sociedad, prometiendo fidelidad sin límites a la organización y silencio en cuanto a los conocimientos adquiridos. El saber de las sociedades sólo podía ser desvelado a quienes reunieran los requisitos necesarios para entrar en ellas: «cuando el alumno está preparado, llega el maestro».
Cábala, tarot, alquimia, astrología, numerología... son algunos de los conocimientos que debía saber interpretar el iniciado. La combinación de todas estas disciplinas, abre para el mismo todo un universo interpretativo, donde el profano o el no iniciado no ve más allá de lo que le muestran sus ojos. La etimología de la palabra iniciado viene del latín initiore, que significa inspirar; también se decía initium significando principio o preparación. Partiendo de esta etimología, un iniciado o mystae (el que sabe callar) era toda persona que, previa preparación, se disponía a recibir un nuevo y más amplio conocimiento de lo que le rodeaba.
El iniciado era instruido en los postulados de la filosofía hermética, le eran reveladas las respuestas a las cuestiones trascendentales, como quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, llegando posteriormente a conocer las leyes fundamentales por las cuales se rige el universo y las complejas e infinitas correlaciones que existen entre el macrocosmos y el microcosmos. Aprendía a vivir en consonancia con la armonía universal, logrando así la transmutación buscada por los verdaderos alquimistas: convertir un individuo común en un ser superior.
Tratándose de una catedral, inmediatamente tenemos que relacionarla con las agrupaciones de albañiles (maçons en francés), constructores de palacios y catedrales. Eran y se consideraban depositarios de antiguos secretos, como la antigua geometría esotérica de Pitágoras. En cualquier caso eran muchas las agrupaciones profesionales o hermandades que poseían signos de reconocimientos entre sus miembros, ritos iniciáticos de afiliación y tradiciones que llegan casi a los albores de la propia humanidad. Los miembros de alguna de estas sociedades secretas, incluso, se consideraban herederos de un saber transmitido por los propios atlantes a través de los egipcios.
Magia y cábala en la Catedral
La Catedral de Sevilla tiene un número de puertas que no está dejado al azar, un número de puertas que está relacionado directamente con aquello que nos quiere decir, lo que nos tiene que contar, lo que muestra y que pocos saben interpretar. Estas puertas son:1.- San Cristóbal (Puerta del Príncipe)
2.- Concepción.
3.- Nacimiento o San Miguel.
4.- Epifanía o Puerta de los Palos.
5.- Puerta del Bautismo
6.- Puerta de la entrada en Jerusalén o Puerta de Campanillas
7.- Puerta de la Ascensión.
Siete puertas. Siete son también los agujeros de la cabeza (dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales y una boca) que conectan la parte del cuerpo humano que nos capacita para saber (el cerebro) con el exterior. Siete formas de entrar al gran almacén de la sabiduría. Siete son los días de la semana; los días de cada ciclo lunar; las etapas de la vida del hombre se dividen en periodos de siete años; siete son las peticiones del Padrenuestro; siete los pasos que, según la alquimia, son necesarios para lograr la Gran Obra (calcinación, disolución, separación, unión, fermentación, destilación y coagulación); siete son los chakras del cuerpo...
Como vemos, el número siete tiene muchos valores cabalísticos. ¿Casualidad que la Catedral de Sevilla se construyera con siete puertas? En cuanto al número de puertas hay más. Si a las siete principales sumamos las dos secundarias que son la del Lagarto (¿o quizás se trata de un cocodrilo como reminiscencia de la conexión con el antiguo Egipto y el Nilo?) y la del Sagrario, suman nueve puertas. En la numerología cabalística, el nueve es el número de la obra concluida, es un número que implica el fin de un periodo u obra y el comienzo de otro.
Puerta de San Cristóbal
Entramos a la Catedral por la puerta de San Cristóbal. Para ubicarnos, es la que los sevillanos encuentran en la plaza del Triunfo. Estamos ante un triángulo tremendamente templario. En un vértice, la Virgen de la Antigua, advocación creada por la misma Orden del Temple. En otro vértice, el cenotafio de Cristóbal Colón, presuntamente, también vinculado al Temple, y en el otro ángulo un imponente cuadro de San Cristóbal, firmado en 1584 por Pérez de Alessio, el cual no solo fue discípulo del mismísimo Miguel Ángel, sino que hay frescos suyos en la Capilla Sixtina. Todo un tratado de conocimientos templarios, en forma de cuadro.Leamos primero el cuadro en su conjunto. Un San Cristóbal, de los pocos que quedan, si tenemos en cuenta que el culto a este santo ha tenido altibajos. Desde antiguo, existe una leyenda que sitúa a San Cristóbal como gigante cananeo, encargado de cruzar un vado a los viajantes. La existencia de puentes no era tan habitual y el oficio de porteador existía en muchas ciudades. Un día, fue un niño quien le pidió que le ayudara a cruzar el río, a lo que el gigante accedió, comprobando que conforme iba avanzando, aquel niño pesaba cada vez más, hasta el punto de poner en peligro la estabilidad del propio gigante. Una vez cruzado el río, Ofero, primer nombre de San Cristóbal, preguntó al niño por su peso y este le respondió que pesaba tanto, porque llevaba en él todos los pecados de la humanidad. Ofero se convierte, el niño lo bautiza y pasa a llamarse Cristóbal que significa el portador del Cristo. Esta leyenda siempre ha sido considerada apócrifa y nunca ha tenido un respaldo canónico.
San Cristóbal ha pasado de ser uno de los catorce santos encargados de salvar a la humanidad a ser expulsado del calendario católico por el papa Pablo VI, en febrero de 1969. La historia de San Cristóbal y su cuestionada existencia son, en sí mismas, un itinerario iniciático. Ofero quiere servir al señor más fuerte y poderoso de la creación. Un brujo le dice que el ser más poderoso es el Demonio, por lo que Ofero se pone en el camino de búsqueda del mismo. Estando ya a punto de ponerse al servicio del anticristo, descubre que la cruz es más poderosa que el Demonio y que este tiembla solo de oír hablar de aquella, por lo que decide ponerse al servicio de la cruz y de quien murió en ella. Todo son leyendas y si bien las iglesias ortodoxas no dudan de la existencia de San Cristóbal, la Iglesia Católica optó por eliminarlo del culto canónico en 1969.
Volvamos al lienzo y la dirección del personaje. San Cristóbal procede de un espacio donde se pueden ver restos de un edificio en ruinas. Allí inicia su camino. El artista nos dice así que debemos respetar el conocimiento antiguo. Construir sobre los conocimientos ancestrales del hombre sin despreciar ninguna civilización, por antigua o remota que nos parezca. El personaje sale de esa antigua civilización y cruza un río, pasa por agua, se somete a un proceso de purificación, representado por el líquido elemento, antes de iniciar el ascenso a la montaña. De hecho, todavía tiene un pie dentro de la corriente de agua. Aún está dentro de ese proceso de purificación y por tanto aún se está iniciando, y no como el anciano que lo observa, que ya lleva ascendida media montaña. San Cristóbal ha adquirido conocimientos superiores. Ha tenido acceso a alguno de los conocimientos que integran el proceso iniciático. Este estar en camino nos lo indican sus rodillas descubiertas. Los personajes que estén realizados por algún artista relacionado con la Gran Obra y que muestren sus rodillas, son personajes que están en camino, deben tener libres las rodillas para seguir avanzando sin problemas ni ataduras.
Seguimos con la parte inferior del lienzo y nos detenemos en el pie de San Cristóbal. Si contamos, veremos que tiene ¡¡¡seis dedos!!! Volvemos a sumar. Seis dedos en cada pie nos podrían indicar que el que camina que lleva a Cristo descansa sobre doce puntos ¿Los doce signos del zodiaco? ¿Los doce meses del año? Pero si a los doce dedos de los pies les sumamos los diez de las manos, nos da el número veintidós, que relaciona la andadura hacia el conocimiento, con los 22 arcanos mayores del Tarot, uno de los conocimientos que, como ya dijimos, era exigible para cualquier iniciado. Los 22 arcanos mayores del Tarot suponen toda una lección de sabiduría e intuición, cargados de símbolos, que hay que descifrar y conocer. El que pretende, por tanto, ascender a la montaña, debe manejar las enseñanzas contenidas en estas 22 cartas.
Un pájaro, en la parte inferior del cuadro, tiene un billete en el pico, donde puede leerse el nombre del autor (Pérez de Alessio) y un año, 1584. Si sumamos los dígitos de esta cifra, vemos que suman 9. Obra terminada, fin de un proceso y comienzo de otro.
San Cristóbal va apoyado no en un cayado normal, sino que lleva en su mano una palmera. Dice la leyenda, que su bastón se convirtió en palmera cuando dejo al Niño Jesús al otro lado del río, como prueba de que no era un niño cualquiera aquel al que había cruzado. Leyendas aparte, y siguiendo con los símbolos contenidos en el cuadro, la palmera nos lleva por un lado a Egipto y por otro nos recuerda la representación del kundalini. Explicado rápidamente, el kundalini, según las filosofías budistas, taoístas y los conocimientos herméticos, sería una energía evolutiva, y según el grado de activación en el individuo, condicionaría su estado de conciencia. Según las religiones orientales, cuando un ser humano llegara al máximo desarrollo y activación de esta energía, conseguiría la iluminación, estado evolutivo en que se trascendería el ego y se desarrollaría la consciencia superior y el amor universal. También podemos referir cómo la palmera es una planta que significa regeneración. Por la propia forma en que crece, creando su tronco conforme se secan sus hojas.
Por último, los colores del cuadro: rojo (amor), blanco (luz) y azul (cielo infinito, vida) forman los tres peldaños para subir al altar definitivo y los cuatro elementos de la naturaleza, indispensables para la magia y la alquimia, se ven en el cuadro: Tierra (montaña), agua (río), fuego (candil) y aire (nubes atmosféricas).
Simbología y misterios de la Puerta de la Asunción
Dentro de los muchos misterios y claves secretas que oculta la Catedral de Sevilla, a ojos del profano, encontramos una que llama poderosamente la atención de todo el que se para a contemplarla: se trata de la llamada como Puerta de la Asunción y es la puerta principal de la Catedral de Sevilla, que es el acceso a la nave mayor de la santa iglesia sevillana.La puerta data del siglo XIX estando Sevilla bajo el cardenalato de Cienfuegos. Fue realizada entre el año 1829 y 1833 bajo la dirección del arquitecto catedralicio Fernando de Rosales a falta de todos los ornamentos y esculturas que la debían adornar. Se llama Puerta de la Asunción ya que refleja ese momento sagrado en el tímpano con casi ochenta esculturas de santos para las jambas si bien solo se entregaron 39 de ellas encargadas a Ricardo Bellver, entregadas en 1885.
Destacan los apóstoles que escoltan el tímpano y todas plantean el enigma de los objetos que portan. Son los apóstoles y el objeto que llevan es su atributo representativo, aquel por el cual identificamos al apóstol en cuestión.
El número doce no está tomado al azar pues el número doce es muy importante, corresponde a las doce tribus de Israel. Los Apóstoles se simbolizan con un grupo de doce palomas, doce corderos o doce hombres con doce corderos. Los apóstoles pueden ser representados también como un grupo de hombres alrededor de Cristo. Pueden rodear a Jesús sentado en un trono encima de una montaña, de la cual surgen los cuatro ríos del Paraíso.
Tradicionalmente los doce apóstoles incluyen a Matías, y no a Judas, a pesar de que Matías no fue un discípulo de Jesús. Los apóstoles se representan con largas túnicas y un manto encima de los hombros. En sus representaciones pueden sostener cintas con la palabra apóstol o su atributo específico.
La simbología de los elementos que portan identifican a los apóstoles y son:
–Pedro: Dos llaves cruzadas, la cruz hacia abajo, vestimentas papales y tiara, el gallo.
–Santiago el Mayor: Concha, cabalga a caballo llevando un estandarte.
–Andrés: Cruz en forma de aspa, un pez
–Bartolomé: Un trozo de piel, un cuchillo.
–Felipe: Un bastón acabado en forma de cruz latina, tres panes, una serpiente.
–Santiago el Menor: Un palo.
–Juan el Evangelista: Una copa con una serpiente enrollada.
–Mateo: El ángel, la espada, el hacha, una bolsa de dinero.
–Simón el Zelote: Una sierra.
–Tomás el Mellizo: La escuadra.
–Matías: Un hacha, un libro abierto.
–Pablo: Espada y/o libro.
Especialmente destacado es el San Juan con el... ¿Santo Grial? ¿O es acaso María Magdalena cual Código da Vinci? Ahí queda el misterio...