El Sevilla no se detiene. Ni siquiera cuando más difícil parecía tenerlo. De hecho, su clasificación para las semifinales de la Europa League, el desgaste y la resaca auguraban un partido delicado en el Benito Villamarín. Todo eso y la motivación con que el Betis saltó al césped dibujaron un escenario complejo para el Sevilla. Sin embargo, el inexistente penalti de Juan Carlos y la consiguiente expulsión del jugador verdiblanco fue clave. Kevin Gameiro transformó la pena máxima y dio oxígeno a un equipo, que, con Rakitic sentado en el banquillo, sufrió mucho para llevar a la práctica su plan. De hecho, sólo fue capaz de trenzar contragolpes en la segunda parte, desaprovechando uno tras otro hasta que Gameiro, de nuevo él, sentenció el encuentro. Fue un derbi polémico, con acciones que perjudicaron a ambos equipos, pero en el que al final ganó el Sevilla. Es su tercera victoria en cuatro derbis esta temporada, clasificación europea incluida. Lejos de ser algo secundario, imponerse al eterno rival siempre tiene un enorme peso. Es un plus para todo entrenador, y Unai Emery no es una excepción. En cualquier caso, el técnico de Hondarribia no va a seguir en el banquillo del Sevilla por ganarle la partida al Betis, sino por la gran campaña del equipo de Nervión, que refuerza aún más si cabe la clasificación para la Europa League, se sitúa provisionalmente a tres puntos del Athletic juega este lunes contra el Málaga- y tiene en su mano la posibilidad de disputar una final continental. Emery sacó ganancia en el revuelto río en que se convirtió este derbi de Domingo de Ramos, donde se demostró, una vez más, que el arbitraje español de élite tiene un serio problema, y no sólo con Velasco Carballo.
