Cultura

Alejandro Sawa, el hombre capaz de dejarse matar por una metáfora

Alejandro Sawa, el sevillano que pasó a la historia como modelo de Max Estrella, el protagonista de Luces de bohemia, obra de Valle-Inclán, fue algo más que un bohemio carismático. Un libro de Amelina Correa Ramón ayuda a descubrir su fascinante persona más allá del personaje. Foto: Javier Díaz

el 15 sep 2009 / 18:56 h.

Alejandro Sawa, el sevillano que pasó a la historia como modelo de Max Estrella, el protagonista de Luces de bohemia, la gran obra de Valle-Inclán, fue algo más que un bohemio carismático. Un libro de Amelina Correa Ramón -último premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías- ayuda a descubrir su fascinante persona más allá del personaje.

Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación Lara) repasa la trayectoria de un escritor que, entre otros hitos, tuvo una gran amistad con Verlaine, Alphonse Daudet y Manuel Machado, e introdujo a Rubén Darío -para quien llegaría a hacer de negro- en los círculos literarios parisinos, pero cuya obra, en la que destacan sus Iluminaciones en la sombra, no ha trascendido como su leyenda.

"A Valle-Inclán le fascinó porque representaba como nadie el prototipo de bohemio. Sólo le importaba el arte con mayúsculas, y estaba fuera del materialismo y del pragmatismo, hasta el punto que se decía de él que era capaz de dejarse matar por una metáfora. Incluso en la miseria más absoluta, le salvó creer en la Literatura", afirma Correa.

Pero lo que el arte no pudo evitar es que Sawa (Sevilla, 1862-Madrid, 1909), muriera deshauciado antes de cumplir 47 años, o como señalaría Valle, "tuviera el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso". El propio dramaturgo, que en Luces de bohemia describe el fin de Sawa-Max Estrella, fue a visitar el humilde lecho de muerte real del amigo y dijo al salir: "He llorado delante del muerto, por él, por mí, y por todos los pobres poetas".

También comenta la profesora Correa que el también escritor sevillano Rafael Cansinos Assens, que por entonces era un joven aspirante a literato, fue a visitar a Sawa "y lo encontró envuelto en una sábana, pues tenía toda su ropa empeñada en el monte de piedad. Y recordaba que, aun así, 'tenía la apostura imponente de un César'".

La autora de este ensayo repasa asimismo la evolución literaria de Sawa, fiel reflejo del tiempo que le tocó vivir, desde una primera etapa de naturalismo radical -más inclinado hacia Zola que hacia Galdós o la Pardo Bazán- para marchar a París posteriormente y regresar imbuido de espíritu modernista. Y de paso, reivindica la importancia de su legado: "no trato de ponerle al nivel de Valle-Inclán, pero sí me gustaría que estuviera en el lugar que le corresponde en la historia de la literatura. Sus semblanzas, su denuncia social, tiene una vigencia total en la actualidad. Fue un espíritu insobornable que nunca se plegó a los intereses políticos", añade Correa.

Por otro lado, esta biografía aporta una valiosa mirada sobre la faceta íntima de Alejandro Sawa, al contar con un emocionante epistolario que durante años conservó el nieto del bohemio, custodiadas luego por la viuda de aquél y depositadas finalmente en la Residencia de Estudiantes. Especialmente reveladoras son las cartas que Sawa escribió al gran amor de su vida, Jeanne Poirier, con la que tuvo una hija bautizada con el nombre de Elena, ambas también retratadas en la obra Luces de bohemia. "He tenido cuidado de no reproducir fragmentos muy personales, pues tenía la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, pero al mismo tiempo me parecía importante mostrar el lado humano del personaje", apostilla Amelina Correa.

El próximo 3 de marzo se cumplirán cien años de la muerte de este autor, todavía muy desconocido para el gran público y para el ámbito académico en general.

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