Cultura

Amazonas en el objetivo

Las cosas del progreso: hoy se puede ver a los otrora guerreros de lanza y taparrabos con dólares en la mano y usando celular en la selva.

el 15 abr 2011 / 18:08 h.

El Amazonas más cerca que nunca.

Desde el cielo, el Amazonas luce como el corazón latino. La imponente selva se levanta sobre nueve países de la América del Sur. Es mítica, ardiente, verde y multicultural. La vida, diversa y rica, se alimenta del río más caudaloso del mundo, también Amazonas, el más largo superando al Nilo en mediciones recientes. Este enorme bosque tropical es habitado por miles de especies de aves, millones de insectos y anfibios, particulares mamíferos como el jaguar, serpientes de ocho metros de largo (anacondas) y seres fascinantes como el delfín rosado.

Allí, al este de la cordillera de los Andes y al oeste del Océano Atlántico, la vegetación es todavía más exótica. La Victoria Amazónica es muestra de ello. Sus hojas de hasta un metro de longitud lucen prodigiosas en las numerosas lagunas que forman el río y sus afluentes entre bosques y manglares. Son innumerables las especies vegetales, pero se sabe que el 20% de la fauna y la flora del mundo están reunidas en la Amazonía.

Con tal compañía, una tribu de indígenas sobrevive en la espesura de la selva. En la actualidad, a los pueblos autóctonos de la región se les atribuyen unas cinco lenguas oficiales y algunas independientes. La tupí es la más común. También están la lengua Ye o gê, la Caribe, la Arawak y las lenguas Pano Tacanas. Entre sus pobladores, el castellano se escucha por doquier.

Conquistados por los españoles, los tikunas resistieron hasta la masacre. Ahora tan sólo hay 27.000 de ellos repartidos en tres países: Colombia, Perú y Brasil. Sus pieles marrones y teñidas de huito los hacen llamar "pieles negras". La pintura proviene del extracto de un fruto que también se conoce como jagua. Tatuajes temporales se observan en rostros y manos de los indígenas que los usan, además estéticamente, como medio de subsistencia.

Por su virginidad y belleza, la Amazonía atrae multitud de turistas a lo largo del año. Muchas de las costumbres tikunas como bailes, artesanías y el huito mismo dejan de reproducirse como legado cultural y se insertan en la cadena de supervivencia. Aprender los cantos de la voz de una anciana indígena, por ejemplo, forma parte más de la vida económica que de la herencia identitaria.

Hoy por hoy es posible ver a los otrora guerreros de lanza y taparrabo con dólares en mano y usando un celular. De ahí que los tres mundos que habitan el imaginario tikuna estén cada vez más desdibujados. En el primero, el superior, existen seres similares a los humanos, las almas del mitológico Tae y los reyes buitres. El mundo inferior es dedicado al agua donde habitan extraños hombres con defectos como ceguera o enanismo junto a demonios. El tercer mundo es el intermedio, visto por los tikunas como la superficie de la tierra donde, además de humanos, hay en abundancia demonios.

La mezcla de costumbres y culturas hoy nos muestra otra cara de la diversidad amazónica. Junto a las tradicionales alabanzas al sol se escuchan oratorias evangelistas. Después del catolicismo que trajo Colón, los indígenas son conquistados por nuevas religiones. En pequeñas poblaciones como Macedonia (Colombia), los tikunas se reúnen dos veces por semana en un humilde templo donde se imparten leyes como la prohibición de fumar y habitar el lugar si no se es adepto al evangelismo.

La modernidad, en su medida, ha alcanzado los rincones amazónicos en sencillas embarcaciones donde también se mueven las mercancías calientes: armas y cocaína. En el área septentrional de América del Sur también se viven los flagelos de cualquier país latino: hambre, pobreza y narcotráfico. Los lugareños están destinados a subsistir con la pesca y el comercio; los cultivos de arroz y plátano apenas dan para alimentar a los escasos habitantes; y el turismo, aunque cada vez aumenta, es aún reducido.

Dinero fácil también es una opción para algunos que, en la oscuridad de la selva, encuentran un cómplice. La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú es corredor estratégico para guerrilleros, mafiosos y militares de toda clase que sacan provecho al escaso control policial que se ocupa de requisar mercancías hasta la llegada de la noche. No son extraños los homicidios por ajustes de cuentas en lugares como Tabatinga en Brasil, íntimamente relacionado con el puerto de Leticia.

Leticia es la capital del departamento de Amazonas en Colombia. En este país, Amazonía es la zona menos poblada, tal como ocurre en Perú, donde se ubica el área con menos población humana. En el territorio colombiano, este bosque tropical corresponde al 42% del país. Aquí no solo el Amazonas colma de agua la región. Los ríos Caquetá, Putumayo, Guaviare, Apaporis y Vaupés también se dibujan serpenteando por el mapa amazónico colombiano que tiene su diminuto punto urbano en Leticia. Fue aquí donde, por primera vez, un hombre europeo tuvo contacto con un hombre tikuna. Francisco de Orellana lo logró gracias a que fue también el primer no aborigen en explorar el río Amazonas.

Un año le tomó recorrer el río más largo del mundo desde Cuzco, Perú hasta llegar a las aguas del océano Atlántico, pasando por Ecuador. Hoy el río es vida y muerte para los indígenas que habitan la Amazonía. Al amanecer, las mujeres van hasta su orilla para lavar y conversar. Resfrescándose de las altas temperaturas que duran todo el año, y esperando que sus maridos regresen de la pesca, las madres enseñan a sus hijas todo sobre la vida sumergidas en el Amazonas.

Niños y jóvenes hallan su refugio, sus juegos y hasta su hombría también en estas aguas tibias que, junto a la exuberante vegetación, proporcionan oxígeno al planeta entero. Débil como éste por la devastadora mano del hombre sobre la naturaleza, el Amazonas sobrevive cada día. La vida brota en cada rincón y los peligros aparecen también indistintamente. Salvaje y tierna, fuerte y frágil, virginal y demoniaca, sudaca y universal, Amazonía palpita desde el corazón latino.

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