Cofradías

Angustias de vuelta a San Román

La dolorosa de Los Gitanos regresó hasta el que fue su antiguo templo tras casi dos décadas de ausencia

el 08 sep 2012 / 14:59 h.

No estaba la luz que acompaña su salida, ni el fanal de velas de su candelería. Tampoco había palio, ni rumor de madrugada, sólo el rostro inclinado de la Virgen de las Angustias que cruzaba la puerta de su santuario en busca del reencuentro con sus raíces. Por eso, el antiguo templo del Valle amaneció de un modo especial. Había colgaduras en los balcones, como cada Viernes Santo, pero en el ánimo de sus hermanos no estaba perderse en el anonimato de su antifaz sino llevar a la dolorosa hasta la que fue su casa cuando aún era una Virgen niña.

Habían tenido que pasar casi dos décadas para que volviera a perderse en la inmensidad de San Román. Una iglesia que en nada recuerda ya a aquella que fue sede de Los Gitanos, pero que seguía atesorando el espíritu que forjó la devoción más reciente hacia sus titulares. Era, por tanto, una mañana para regresar a los orígenes. Y para la junta de gobierno, un instante reservado para conmemorar el 75 aniversario de la hechura de la Virgen de las Angustias, por Fernández Andes.

Impregnadas de ese espíritu, las puertas del santuario se abrieron para dejar paso a un cortejo formado por unas 40 parejas de cirio. Eran las ocho de la mañana y, aunque el día había amanecido algo encapotado, la Virgen mantenía un halo de luz en su rostro, elevado por las seis velas que la iluminaban. Sobre las andas, la imagen ataviada por su vestidor Antonio Bejarano con un manto de terciopelo morado y un fajín de estreno, donado por un grupo de hermanos, que llamaba la atención por la viveza de su color.

A pesar de la hora, nunca avanzó sola en su traslado de amanecida. Así, con el rachear de los hermanos que la portaban sobre su hombro, fue recorriendo las estrecheces de un perfil de calles angostas que señalaban su reencuentro con San Román. Eran instantes sobrecogedores, donde el bullicio y la algarabía que dibujan cada Viernes Santo habían dejado paso a los rezos de un sencillo rosario de la aurora.

Con los relojes marcando las nueve, las andas asomaban por el final de Matahacas. La estampa al salir a la plaza era aquella que recordaba a los años finales de la década de los 80, cuando con el sol en lo alto, la entrada del paso de palio ponía el epílogo a la Madrugá. Había detalles que lo atestiguaban. Sólo bastaba levantar la mirada para contemplar a vecinos apostados en los balcones, colgaduras y una emoción contenida que vidriaba los ojos de hermanos, mientras su presente se llenaba de recuerdos del ayer.

Las andas reviraban para situar a la imagen enmarcada en la ojiva del templo. Eran las 9.15 de la mañana cuando cruzaba el dintel. Habían tenido que pasar 18 años para que se repitiese este instante. No había música, ni banda que la interpretara, aunque los corazones musitaban la melodía de aquella Reina de San Román que compusiera Ginés Sánchez. Llegaba así el ansiado reencuentro.

Tras una jornada intensa, se celebró una eucaristía presidida por el párroco de San Román, Manuel Cotrino. Sobre las 22.30 horas, la Virgen decía adiós al templo retomando el itinerario hasta su santuario. Atrás quedaba el sueño de muchos, la emoción para otros, los recuerdos vividos. En todos, la esperanza de volver sin que para ello tuvieran que pasar otras dos décadas en la lejanía.

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