Tras las lluvias, luce un sol espléndido en Berlín. La ciudad permanece fiel a su sino: siempre en obras, destruye su pasado y construye su futuro. Ya a principios del siglo pasado, el escritor Carl Sternheim advertía de que lo que sucedía en Berlín no tenía comparación: "Continuamente se derrumba lo que se acaba de construir, mientras se levantan en cielo y tierra nuevos y enormes edificios". Sternheim no podía ni imaginar entonces lo que ocurriría después.
Las grúas se afanan ahora por echar abajo el antiguo Palacio de la República, un símbolo de la zona este. En medio de una gran polémica ciudadana, durante mucho tiempo se debatió el futuro del edificio, enfermo de asbestosis. Hoy sólo quedan los últimos restos, una pila de vigas de hierro oxidadas y algunas estructuras de hormigón a punto de ser demolidas. A falta del edificio original, siempre nos quedará un vídeo excepcional (Der Palast), que hizo Tacita Dean hace algunos años con el antiguo palacio como protagonista.
Cuando llegó a Berlín, la artista británica reparó en que el edificio, con sus extraños cristales anaranjados, reflejaba como ningún otro los últimos rayos del sol de poniente, antes de desaparecer tras el Dom.
A su lado, en el Temporäre Museum, se presentaron este jueves pasado los últimos trabajos de Candice Breitz, bajo el título Inner+Outer Space. Con ellos, la artista sudafricana trata de llamar la atención de los complejos caminos mediante los cuales se interrelacionan espacios íntimos y contexto exterior en la sociedad contemporánea, con su culto a la fama y a la celebridad. Las interpretaciones individuales de los seguidores de John Lennon, Michael Jackson y Madonna, presentadas en conjunto, adquieren una dimensión insólita.
Para muchos, desde el punto de vista artístico, Berlín es el futuro. Su actividad cultural es tremenda. La mayoría de las más de 650 galerías de la ciudad han inaugurado alguna exposición este fin de semana. Entre ellas, destaca la de Wolfgang Tillmans, todo un referente del underground berlinés.
