La jornada a disputar en el Bocho, más que el consabido tópico de final o partido a cara de perro, va a ser un momento fundamental para los jugadores de la primera plantilla porque van a tener la oportunidad de reivindicarse como futbolistas de élite. Ya no valen petisús ni flautas. O se traen algo positivo de Bilbao o la afición se les va a echar encima. Por orgullo y vergüenza torera más les vale dejarse la piel en el campo.
Quizá el jugar fuera de Heliópolis les venga bien para quitarse la presión de la grada, los gritos y hasta las pancartas.
Además van a tener la oportunidad de jugar frente a un Atlétic plagado de suplentes conociendo al técnico de Utrera, al que, por cierto, tenemos que ganar por aquello del amor a sus colores presentes y pasados y de su soterrado antibeticismo.
La ocasión la pintan calva para reconciliarse con el mundo que sueña en verde. En esta vida los trenes importantes pasan pocas veces por delante nuestra. A veces te subes para ganar títulos, como en el ya lejano 2005. Pero, otras, viene para evitar arder en el infierno. Bilbao, próxima estación.
