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Bolonia necesita defensores

Mal hacemos las cosas cuando los cambios en la Universidad, que se llevan demandando desde hace tanto tiempo, necesitan defensores. Por lo general son las patochadas las que lo requieren; y de éstas...

el 15 sep 2009 / 19:25 h.

Mal hacemos las cosas cuando los cambios en la Universidad, que se llevan demandando desde hace tanto tiempo, necesitan defensores. Por lo general son las patochadas las que lo requieren; y de éstas hemos tenido unas pocas últimamente. El modelo Bolonia no lo es, pero a la vista de las reacciones de algunos parece que sí. Quieren que el Gobierno inicie una campaña de información; siendo un tema tan técnico y de nulo interés para la ciudadanía, no veo como montarla. ¿Calculadoras para convertir créditos LRU en créditos ECTS? ¿Concursos? ¿Sorteos? ¿Cómo montar un anuncio sobre el suplemento europeo al título? Seamos sinceros, el problema no está ni en los cambios que se promueven, que no son tantos; ni en la forma en que se están llevando a cabo, con una parsimonia digna de la familia Windsor. Nunca jamás se ha preparado tanto a la gente, ofrecido tantos cursos, desarrollada tantas experiencias-piloto. El problema está en la propia Universidad, en su indefinición, en el desconocimiento de lo que es y de lo que debe ser; en sus estructuras, que se resisten a todo cambio; y en lo difícil que supone superar la experiencia de la masificación ya superada pero que tanto nos marcó. En realidad, no se critica a Bolonia, porque no se le conoce, sino a los epifenómenos que la acompañan. Muchas cosas se intentan colar a su rebufo, algunas buenas y otras no tanto. Algunas son mejores de lo que parecen, y tardarán en aceptarse, aunque se impondrán. Otras son directamente malas, invenciones de iluminados que han tenido la fortuna de encontrar el paraguas de las reformas europeas para pretender imponerse.

A Bolonia le pasa como a la vejez, que la mejor manera de defenderla es plantearse su alternativa; la de la vejez es la muerte; la de la Bolonia, una Universidad cerrada en sí misma, aislada de la sociedad, incapaz de responder a las demandas de las personas, organizaciones y empresas que la necesitan. ¿Es ésta la Universidad que queremos? ¿Una Universidad para los universitarios y sus circunstancias? Lo paradójico es que los que se oponen a ellas se consideran progresistas; cuando el progreso se consigue con cambios y mejoras, no con estatismo; con apertura, no con cerrazón; con esperanza, no con desconfianza.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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