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Cadena perpetua a tres autores de los disturbios en el Tíbet

Las protestas del pasado 13 de marzo a favor del Tíbet salieron especialmente caras a tres de sus manifestantes, que fueron condenados a cadena perpetua. La Justicia china hizo públicas las primeras 30 condenas a los responsables de los disturbios.

el 15 sep 2009 / 03:58 h.

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Las protestas del pasado 13 de marzo a favor del Tíbet salieron especialmente caras a tres de sus manifestantes, que fueron condenados a cadena perpetua. La Justicia china hizo públicas ayer las primeras 30 condenas a los responsables de los disturbios, entre las que destacaron penas de prisión para seis monjes, tres de ellos con cadena perpetua. Todas las sentencias, las primeras anunciadas tras las revueltas de Lhasa, fueron dictadas por un Tribunal Intermedio Popular, y van desde los tres años de prisión a la cadena perpetua.

Los tres condenados a cadena perpetua son el chófer Soi'nam Cering, nacido en 1988, un monje llamado Basang cuya edad no fue facilitada y un empresario de 30 años de nombre Cering.

Soi'nam Cering fue acusado de quemar vehículos cerca del monasterio de Johkang, en el centro de Lhasa, y de causar daños en comisarías de policía y coches de bomberos y atacar a bomberos.

Por su parte, el monje Basang que, como muchos ciudadanos tibetanos, no tiene apellido, fue a su vez acusado de provocar destrozos en una oficina gubernamental y 11 tiendas y de atacar a varios policías. De los cinco monjes que acompañaban a Basang, dos fueron sentenciados a 20 años de prisión y tres a 15.

El último de los condenados a cadena perpetua, Cering, es un empresario del condado de Lingzhou, a 70 kilómetros de Lhasa, y fue sentenciado por "incitar a otros a incendiar y saquear tiendas y vehículos en los sucesos violentos ocurridos en el condado los días 15 y 16 de marzo".

Ésta es la primera sentencia judicial relacionada con las protestas en Lhasa, en las que según el Gobierno chino murieron 19 personas, mientras que, según los tibetanos en el exilio, la represión policial causó 140 muertos.

Tras los disturbios, Pekín prometió ser "clemente" con los que se entregaran. Según el código penal chino, las alteraciones graves del orden con daños económicos y pérdida de vidas pueden castigarse con la muerte.

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