En la calle Santiago, un traidor beso de Judas inaugura el Lunes Santo en el Centro de Sevilla y empiezan a precipitarse los acontecimientos que, en una semana, con siete días de Pasión, llevarán a Cristo a morir en la Cruz, con su última expiración representada en el crucificado del Museo.
Mientras el olivo de La Redención busca la torre mudéjar de Santa Catalina, ya habrán salido de la periferia tres barrios que se presentan después de horas de duro camino. Los trinitarios son los primeros en llegar y un nazareno se acercará al palquillo de la Campana para susurrarle al oído al presidente del Consejo de Hermandades, Adolfo Arenas, eso de "presidente, vengo del Polígono San Pablo y le pido permiso para abrir el Lunes Santo con mi Jesús Cautivo, acompañado por una Virgen del Rosario a la que vienen agarrándose muchísimas personas desde el mediodía". Abierto el primer punto de la Carrera Oficial, dos barrios más le seguirán: el Tiro de Línea, con la mercedaria hermandad de Santa Genoveva; y el trianero Barrio León, que repartirá Salud para todos tras la estela del Soberano Poder.
El Traslado al Sepulcro de Santa Marta seguirá sorprendiendo otro año más con un misterio en el que Jesús derramará su última gota de sangre para que brote una rosa de esperanza entre tanto odio. Las Penas y Vera-Cruz, que ha remodelado su paso, invitarán a la reflexión con la cruz como fundamento. Y María, en El Museo, dará a su Hijo el último sorbo de Aguas que pide antes de morir. El día acabará en el Arenal con sones de duelo en recuerdo del costalero Juan Carlos Montes, que hace ya diez años que falta.
