Feria de Abril

Casetas solidarias fuera del albero

Casi 10.000 menús de las recepciones de los distritos se distribuirán este año entre comedores sociales de la ciudad

el 17 abr 2013 / 21:42 h.

El comedor social del Pumarejo dispensará este domingo un menú especial con arroz y filetes empanados por ser Feria. / J. M. Espino (Atese) El comedor social del Pumarejo dispensará este domingo un menú especial con arroz y filetes empanados por ser Feria. / J. M. Espino (Atese) Ni en Juan Belmonte ni en Joselito El Gallo. No figuran en el plano de Feria aunque son tan reales como las demás. Las casetas de la solidaridad se levantan fuera del albero, lejos del tumulto de farolillos y volantes. En concreto, una de ellas se encuentra en el número siete de la calle Aniceto Sáenz, junto a la muralla de la Macarena. Es el comedor social San Vicente de Paúl de las Hijas de la Caridad del Pumarejo que, junto a otros centros de la capital, se beneficiará este año de los casi 10.000 menús de las recepciones de las casetas de los distritos municipales que el Ayuntamiento ha suprimido por primera vez (ya eliminó el año pasado las recepciones en la caseta municipal) para atender la creciente demanda que se está registrando debido a la crisis. Los menús de Feria, debidamente reconvertidos en lotes de alimentos no perecederos, comenzaran a distribuirse en los próximos días. No obstante, la noticia en sí ha supuesto un revulsivo para quienes trabajan de manera altruista entre fogones:_“¡Bendito sea Dios! Toda la ayuda es poca en estos tiempos”, exclama Sor Isabel, hermana superiora del comedor. Sor Isabel no pierde la sonrisa, aunque tenga que arremangarse y arrimar el hombro como una más: “Aquí es Feria todos los días”, responde sin perder puntá en alusión a la tarea que tienen ante sí las religiosas y demás voluntarios, incluido el día de ayer, miércoles de Feria y fiesta local en Sevilla. Precisamente, a la hora en que muchos se dirigen al recinto de Los Remedios, otros guardan cola en la calle Aniceto Sáenz. Aquí la recepción no necesita de más credencial que la pobreza, ni más traje que el de la humildad. Al igual que en las casetas de lonas, también hay un control en la puerta, aunque éste es integrador. Dentro no suenan sevillanas, ni hay jamón sobre las mesas. Tampoco manzanilla ni rebujito. Lo que no falta es un plato de comida caliente y todo el cariño que ponen en cada bandeja las integrantes de esta gran familia del Pumarejo. La complicidad entre usuarios y voluntarios-religiosas es tal que hasta se permiten bromear sobre la Feria de Abril: “¿Qué tal? ¿Y esa Feria? ¿No te vistes de flamenca?”, saludan varios mientras aguardan su turno en la cola. “Les damos un plato de puchero, un trozo de tortilla, pan, refrescos, yogur, y de postre un trozo de turrón. Todo el que viene aquí come bien”, explica Sor Teresa, la hermana encargada de supervisar cada guiso desde hace 13 años. Ella conoce como nadie a sus comensales, pese a que se han duplicado en los últimos meses hasta superar la cifra de 300 (ayer se contabilizaron 312):_“En su mayoría siguen siendo hombres de edad media, pero también hay bastantes jóvenes y parejas que llegan con vergüenza por separado”. Eso sí, pese a que no se realizan muchas concesiones en el menú, pues se atiende en función de los recursos con los que cuentan, algunas veces el comedor presenta novedades en la carta: “Este domingo, por ejemplo, por ser Feria pondremos arroz y filetes empanados”, anticipa Sor Teresa, quien recuerda además que la jornada arranca bien temprano, “sobre las ocho de la mañana”. Es entonces cuando empieza su “especial Feria” en la cocina: “El otro día hicimos pisto con dos freidoras. Echamos más de cuarenta cajas de berenjenas y otras tantas de calabacines. Aquí la compra se hace por cajas: todas las semanas necesitamos cinco cajas de huevos”. La lista es interminable, al igual que la solidaridad de los sevillanos, como agradecen desde el comedor. Pero aun así hay veces que han tenido que tirar del ingenio: “Hemos llegado a hacer 35 kilos de arroz y nos ha faltado. Tuvimos que poner nuestra comida”, subrayan las religiosas. Y es que las cosas han cambiado mucho en los últimos años por la crisis: “Hace 13 años apenas veían 80 personas. Entonces con ocho kilos de garbanzos o judías estaba bien, ahora necesito como mínimo 35 kilos”. Pero la ayuda de estas Hijas de la Caridad no queda ahí. También disponen de un servicio especial de reparto de alimentos a familias, que “se ha triplicado” por la crisis superando la cifra de 600. “Son gente normal, como tú y yo, que se han quedado sin trabajo”, detalla Sor Esperanza, otra de las religiosas. Este año no será la primera vez que reciban ayuda de la Feria, pues reconocen que a veces han acogido lotes sobrantes de entidades o casetas privadas, “fundamentalmente bebidas, fiambres y carnes. La verdad es que nos han venido bien”. No obstante, a la espera de que lleguen los menús de Feria, las voluntarias, entre las que se encuentra Pilar, siguen al pie del cañón en lo que haga falta: “Esto es un no parar. No damos abasto con tanta gente y por la tarde a dar un paseíto a la Feria, aunque con la que tenemos aquí, ¿quién piensa en fiesta?”, dice Pilar, vecina de la Macarena que lleva años en esta caseta solidaria donde la semana de farolillos dura todo el año y cuenta con unos protagonistas muy especiales.

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