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Clasicismo romántico y sublime

El Ballet Nacional de Letonia hizo honor a su nombre con una genial representación.

el 10 ene 2013 / 09:18 h.

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Mercedes de Pablo en una imagen de archivo.
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Como viene siendo habitual en los últimos años, el Teatro Maestranza comienza el nuevo año programando una obra de ballet clásico como esta que nos ocupa, un hermoso ejemplo de clasicismo romántico considerado por muchos como un referente de los ballets blancos.

Se trata de un obra en dos actos basado en una idea original  del escritor romántico Théophile Gautier, quien se inspiró en la leyenda de los elfos vestidos de blanco que estaban poseídos por el deseo de bailar el Vals. Vernoy de Saint.-Georges dio forma a esta idea con un libreto que añade una primera parte donde se definen a los personajes y su relación desde una óptica plenamente romántica. Así, la historia gira en torno a la confrontación entre la realidad, que conforma la primera parte, y lo imaginario que define el segundo acto.

La producción original fue estrenada en París en 1841, de la mano de Coralli y Perrot, creadores de la coreografía y la puesta en escena. Aunque donde este ballet triunfó fue en Rusia, de la mano de Marius Petipa, quien completó la coreografía original estilizando la danza de la segunda parte, aunque conservó la carga dramática y la pantomima de sus primeros autores.

Este nuevo montaje nace con vocación de fidelidad a ese ballet que Petipa estrenara en su país 1884, de ahí su corte clásico y su impronta romántica que tanto el Ballet Nacional de Letonia como la Orquesta Sinfónica de Sevilla interpretan con maestría y genialidad . 

La puesta en escena reproduce todas las características de un ballet romántico: un vestuario repleto de tutús de seda pintada, una escenografía basada en grandes paneles pintados, una iluminación funcional y un hermoso cuerpo de baile que impresiona por su precisión y limpieza técnica. 

Y es que la coreografía de esta obra  está repleta de retos, como las piezas corales en las que el cuerpo de baile acompaña a los protagonistas bailando y saltando en puntas, o la diagonal del personaje central que caracteriza a este ballet, con la que Elza Leimane-Martinova demostró  su poderío expresivo y técnico arrancando una sentida ovación del público.

De la misma manera, Andris Pudans en su papel de ‘Hilarión' y Raimond Martinov en su papel de ‘El Conde Albrecht', hicieron las delicias de los espectadores con sus saltos y sus piruetas. Y también Iljana Puhova, com Reina de las Willis, quien colmó el escenario de donosura con undiálogo con los protagonistas que alcanzó momentos sublimes.

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