Obviamente una de las funciones de la oposición consiste en llevar un seguimiento de los servicios que presta, o debe prestar, el gobierno del Estado, de la Comunidad Autónoma o del Municipio. De claridad palmaria es igualmente que los munícipes del PP realizan esa tarea en Sevilla con dedicación de sabueso y no hay día que pase sin que anoten deficiencias en parques y jardines, calles, plazas, márgenes del río y centros cívicos para realizar la crítica pertinente. Mas, a la vez que se efectúan esas inspecciones por el bien de la ciudadanía, la oposición tiene también la obligación de hacer propuestas realizables y eficaces para la solución de los problemas.
Anteayer le llegó el turno a las bibliotecas que, precisamente, aquí no abundan y eso es criticable. Pero "olvidarse" de la Biblioteca Infanta Elena y oponerse a la del Prado para, a continuación, proponer una biblioteca municipal central donde debe ir la segunda sede del Museo de Bellas Artes y ya con el proyecto en el Ministerio de Cultura lo es aun más. Los gobiernos pueden cambiar, o porque quien hasta entonces ha sido oposición tiene mejores proyectos, o porque el gobierno es estúpido. Cuando esto ocurre, la solución es penosa pero menos que dedicar la artillería únicamente a intentar que el gobierno lo parezca: eso indica que, en realidad, se está tratando a los electores como si fueran estúpidos.
Antonio Zoido es escritor e historiador
