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De héroes y de razones

Lo que ha hecho María San Gil, la presidenta del PP en el País Vasco, ha sido destapar una caja de los truenos, tremendamente peligrosa para la estabilidad interna del partido y para el liderazgo del propio Mariano Rajoy.

el 15 sep 2009 / 04:54 h.

Lo que ha hecho María San Gil, la presidenta del PP en el País Vasco, ha sido destapar una caja de los truenos, tremendamente peligrosa para la estabilidad interna del partido y para el liderazgo del propio Mariano Rajoy. Le ha dicho en público, y parece que también en privado, que su renuncia a firmar la ponencia política, que se presentará en el congreso de Valencia, no es ya una cuestión de contenidos, puesto que los importantes los ha redactado ella misma, sino porque no se fía de Rajoy para que abandere el proyecto político en la forma en que ella cree necesario. Un proyecto por el que ella se ha jugado la vida y otros compañeros la han perdido en las calles del País Vasco. En otros sitios también, como en Andalucía, pero sobre todo en el País Vasco.

Para comprender de verdad lo que María San Gil, en cuya presencia ETA asesinó a Gregorio Ordóñez, representa para el PP es necesario haber compartido la increíble dureza que el día a día les impone a ella y a otros como ella, desde cargos públicos a simples militantes del PP vasco. Porque no sólo es el miedo a que te maten es que te rompen la vida familiar, la intimidad personal, la normalidad laboral. O sea, tu vida. Los modos amenazantes, los gestos de desprecio, los insultos, en una palabra el ejercicio del terror permanente que intentan imponerles, día a día, todos los días, a lo largo de los años, y para siempre. Eso es lo peor. Y cuento esto porque yo lo he compartido con ellos, y sé de lo que hablo. Pero yo me iba, y ellos se quedaban. Son héroes, y a los héroes se les escucha, se les respeta, se les admira y se les quiere.

Pero esto no significa que siempre lleven razón. Un proyecto político de ámbito nacional necesita de personas como ellos, capaces de sacrificar su vida, sacrificar literalmente, en la defensa de unas ideas, que allí, en el País Vasco, amenazados de muerte, son más difíciles de mantener que en cualquier otro sito. Por eso son un símbolo. Sin embargo, ese símbolo no puede condicionar la estrategia general de un partido, y sus espacialísimas relaciones con el nacionalismo vasco, no pueden imponer la pauta en las relaciones del PP con otros nacionalismos ni con el resto de las fuerzas políticas.

Precisamente quiénes más se la han jugado en defensa de unas siglas y unas ideas, han de saber que su esfuerzo impagable se convertiría en baldío si, en función de la defensa a ultranza de posturas maximalistas, se impidiese que ese partido, del que son bandera, no pudiese avanzar en la conquista de nuevos espacios políticos, sociales y electorales. La situación precongresual que está viviendo el PP es delicada, y los cuestionamientos internos, sobre todo cuando los hacen públicos personas con las que la inmensa mayoría de los militantes se sienten vinculados emocionalmente, acrecientan las dificultades.

Porque esta situación hace casi imposible la tarea de construir una alternativa seria y coherente, que sepa hacer una oposición rigurosa y que, además, asuma su responsabilidad en los temas de Estado y fije una estrategia como es su obligación, para ganar las próximas elecciones. Tenemos que admirar a los héroes, pero no tenemos por qué darles la razón.

Periodista

juan.ojeda@hotmail.es

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