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Del Pumarejo no nos moverán

Tres de los seis últimos inquilinos resisten en una casa palacio llena de puntales y sin rehabilitación a la vista.

el 01 oct 2012 / 20:14 h.

Felisa García vive en la primera planta de la casa del Pumarejo. Ella es una de las tres últimas vecinos que tiene el edificio.
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Una máquina de coser es la úni­ca compañía que tiene Felisa en la primera planta. Su piso no está apuntalado, pero tiene hundido el suelo de la cocina y la salita. Aun así, ella sigue viviendo en la casa palacio del Pumarejo , donde llegó en 1974 desde la calle Rubio: "Aquí han nacido mis hijos, los he criado y ahora me visitan mis nietos. La verdad, estoy muy a gusto. No me quiero ir", aunque tiene claro que no quiere quedarse sola en el inmueble, pues en lo que va de año el vecindario ha bajado a la mitad: "En mayo se fueron tres de golpe y porrazo", recuerda.

Felipa es una de las tres familias que aún resisten en este edificio declarado monumento en 2003 y sobre la que hay proyectada una rehabilitación integral -aprobada por la Junta y presupuestada con 5,6 millones- que no termina de llegar. Mientras tanto, los inquilinos de las pocas viviendas que quedan en pie se enfrentan a un futuro incierto. Están más preocupados por no dejar el barrio que por tener un accidente en su día a día: "Si se hunde el suelo de mi cocina, al menos caeré de pie", bromea Felisa.

Hace unos meses el Ayuntamiento, propietario del edificio, acometió unas obras de seguridad que no han contentado a los residentes. "¿Obras? Ha sido más bien tirar el dinero", señala sin tapujos Rosa, otra vecina superviviente que lleva una treintena de años bajo el techo de la casa palacio. Asegura que lo que ha realizado el Consistorio en el complejo no tiene mucho sentido. "Ha sido una obra para enmarcar, pues dónde se ha visto que arreglen el piso que se ha quedado vacío. Señores, intervengan en la zona donde quedan los últimos vecinos. Dicen que era una partida que había que gastar". A lo que Rosa responde aconsejándo otro uso: "Si sobra ese dinero, que hagan una buena obra y se lo lleven a las monjas", subraya.

Rosa es muy pesimista a la hora de abordar el tema de la ansiada rehabilitación. Ella, con todo lo que ha vivido, lo tiene bastante claro: "Aquí no van a hacer nada de los pisos sociales que anunciaron. Nunca habrá dinero para rehabilitarlo. Esto va a ser para ellos [por el Ayuntamiento]. ¿Crees que van a mantener todo esto para tres vecinos que quedamos?", se lamenta.

Eso sí, Rosa no está dispuesta a salir del Pumarejo. "De aquí no me voy hasta que no me echen. Llevo aquí 30 años y no estoy dispuesta a irme a otro barrio. Nací en San Román, no me veo lejos de esta zona", señala mientras muestra su desesperación por esta situación a la que no ve el final. "Me dijeron que iban a poner un ascensor y que me iban a pasar a otro piso de la casa, luego que no... en fin hemos luchado tanto y ¿para qué ha servido? La verdad, desconfiamos de todo..."

Tanto Rosa como Felisa aseguran que de momento no le han propuesto marcharse, aunque ellas lo tienen claro: "No tengo para comprar un piso, que nos den unas viviendas sociales cerca de aquí", subrayan las vecinas, que recuerdan que "en mayo" se tuvieron que marchar tres familias. Dos de ellas fueron realojadas en pisos municipales de Santa Clara; mientras que la más veterana, Juanita de 84 años, "se ha ido a la calle Pozo en un alquiler que paga de su pensión".

Desde la asociación Casa del Pumarejo se teme que la salida de los últimos vecinos sea "preludio del desalojo definitivo" del edificio. "No nos gustaría que pasara como en Santa Catalina. Además la declaración de monumento incluye que se cuide el aspecto humano", recuerda David Gómez, de la entidad vecinal que pide a las autoridades que "se tomen en serio" la casa del Pumarejo.

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