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Desconfianza confiada

En estos días vísperas de Navidad ha hablado Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, y ha dicho lo que todos sabemos ya: que no hay confianza; que los bancos no se fían unos de otros; que la gente no se fía de los bancos...

el 15 sep 2009 / 20:16 h.

En estos días vísperas de Navidad ha hablado Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, y ha dicho lo que todos sabemos ya: que no hay confianza; que los bancos no se fían unos de otros; que la gente no se fía de los bancos; que los inversores no se fían de las inversiones. Y en estas fiestas navideñas, cuando la confianza en la Lotería no debe ser la mayor de las confianzas, resulta que no existe otra. Lo único en lo que hay confianza es en que mañana es Nochebuena y al otro Navidad.

Asistimos en estas fechas a una falta de ilusiones, de fe, de confianza, que espero que se cierre con la entrada del nuevo año que asoma ya sus primeras horas y aún no tenemos confianza en él. La confianza, como la caridad, empieza por uno mismo, y es cosa de recuperarla cada uno en su parcela, aunque no sean las condiciones actuales las más apropiadas para el "rebirthing" que vamos necesitando: afrontar cada uno el riesgo que entraña la propia vida.

Gobernar entraña riesgo. Gobernar exige compromiso con los demás, pero sobre todo lealtad a uno mismo. Que la realidad no me arruine un titular no deja de ser un acto de cobardía. Que la realidad no me quite ningún voto es el sometimiento a la dictadura de la nada. Camuflado en el bosque de los anónimos, un político de hoy es un funcionario de la vida, ni siquiera un burócrata. Asiste al teatro de su vida desde la última fila del patio de butacas, esperando que nadie se percate de que busca votos debajo de las faldas, a escondidas. O lo que es peor: pagando. Es la prostitución de la política. El silencio siseante de la serpiente sigilosa de la política. Es Iznogud en un libro de papel que quiere pasar desapercibido ante la sociedad, pero ser objeto de artículos de opinión, subirse a coche oficial y entrar gratis en los espectáculos. Es la mediocridad de lo público. La desconfianza tiene ya demasiados definidores; la crisis tiene ya demasiados diccionarios. Sólo falta la voz del liderazgo político, el pequeño y el grande; el cercano y el lejano. Pero la hornada de políticos del voto y de la fila de los mancos sólo deja lugar a la confiada desconfianza. Aquella que solo permite decir: Feliz Navidad. Y esperar que este deseo no quite ningún voto.

Consultor de comunicación

isidro@cuberos.com

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