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Descubren un Valdés Leal desconocido en Segura de León

Carlos Sánchez Távora y Regla Rossiñol restauran e identifican la obra. Los especialistas Juan Luis Coto y Enrique Valdivieso reafirman esa autoría

el 30 nov 2013 / 00:15 h.

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Llegó al taller después de muchos años de brega. Ya lo conocíamos desde hace una década y siempre nos había llamado la atención. Pero el cuadro –un enigmático martirio de San Bartolomé– estaba muy alterado, muy oscuro”, recuerda Carlos Sánchez Távora, que ya había intervenido en la restauración de los bienes muebles de la parroquia de la Asunción de la localidad pacense de Segura de León sin saber que el destino le tenía guardada una grata sorpresa profesional. valdes-leal-segura“Aprovechando los trabajos en el retablo mayor pude hacerle fotos desde los andamios. Así pude examinarlo desde otra perspectiva y comprobar su calidad aunque todavía no sabía por dónde iban los tiros”, rememora el restaurador. Pero el pintado del templo posibilitó que el cuadro fuera desmontado y bajado de su lugar habitual. “Al observarlo con luz natural comencé a intuir lo que vendría después; de vuelta al taller comencé a devorar libros y propuse restaurar aquel cuadro, del que sólo sabíamos que había llegado a la parroquia procedente del convento exclaustrado de Fátima”, recuerda Sánchez Távora. El resto vino solo. El rector de la parroquia, Fernando Aguado, acogió de buen grado la idea y la obra fue trasladada a Sevilla para ser intervenida en el taller de RECAR, la empresa de Sánchez Távora y Regla Rossiñol, después de salvar algunos trámites con la Junta de Extremadura. “Empezamos a estudiarlo a fondo: el tipo de bastidor, la calidad del soporte, las tablas que lo protegían por detrás, la tela de mantelillo en el que estaba pintado… ya me estaba oliendo el asunto y le envié algunas fotos a Juan Luis Coto, un auténtico especialista en la restauración de la obra de Valdés Leal, que no tuvo dudas”. El cuadro había salido de la mano del genial pintor barroco. El propio Coto reenvió esas fotos al historiador e investigador Enrique Valdivieso, posiblemente la mayor autoridad en pintura sevillana de la actualidad, que rápidamente mostró su interés por ver el cuadro. Según precisa Carlos Sánchez Távora, “Valdivieso tampoco vaciló. Estudió la composición, los fondos, las figuras… y tuvo la certeza absoluta de que se trataba de una obra de Valdés Leal”. El historiador no olvidó la obra y volvió a encontrarse con ella cuando la limpieza permitió descubrir otras calidades, en la fase final del proceso de restauración. “Se echó las manos a la cabeza”, recuerda Carlos. Valdivieso calificó el cuadro como “una maravilla” y lo dató entre 1683 y 1686, “antes de sufrir un ataque de apoplejía que prácticamente acabó con su producción”, remarca el restaurador. La obra había llegado a manos de los facultativos en un aceptable estado de conservación. “El cuadro se encontraba relativamente bien. El sistema de bastidor incluía unas tablas encastradas por detrás que lo habían protegido. La tela se había aflojado ligeramente pero no había sufrido abolsamientos aunque estaba muy sucio por delante”, señala Sánchez Távora advirtiendo de que no estaba intacto: “Seguramente fue intervenido en algún momento en los fondos, recortando las figuras. Habían añadido una especie de capa de creta o betún para resaltar las luces y perder los fondos que nos complicó la limpieza”. Pero la retirada de esa capa permitió descubrir un maravilloso estudio de luces y una extraordinaria profundidad en los fondos. La autoría de Valdés Leal seguía reforzándose. Las labores de restauración no han revestido una especial complejidad aunque, tal y como explican los restauradores, sí ha resultado muy laboriosa. “Hemos ido paso a paso, consultado a Juan Luis Coto en todo momento, especialmente en el ámbito de la limpieza. Era necesario conocer la forma de trabajar de Valdés Leal para no confundir ciertos tonos del fondo. Después de las pruebas pertinentes dimos con el método adecuado para retirar los barnices oxidados y ese fondo postizo aunque hemos dejado una ligera pátina”, recuerda Carlos Sánchez Távora que ha empleado siete meses en culminar esa fase del proceso. El resultado final es espectacular y revela, sin ningún género de dudas, la mano de Juan de Valdés Leal. “Limpiar una obra de esta calidad emociona. Empiezas a descubrir matices velados, los volúmenes, las encarnaduras, los difuminados… profesionalmente es un paso adelante y una forma de aprender” reflexiona el restaurador. Estos trabajos de restauración han permitido ampliar el catálogo de la obra de Juan de Valdés Leal, uno de los pintores más importantes del Siglo de Oro que ha sido revalorizado en los últimos tiempos con el trabajo, entre otros, del profesor Enrique Valdivieso. Nacido en Sevilla en 1622, se forjó como pintor en la vecina ciudad de Córdoba antes de instalarse definitivamente en Sevilla, algo eclipsado por la estrella rutilante de Murillo. Seguramente sus dos obras más famosas son las Postrimerías de la Santa Caridad de Sevilla encargadas por don Miguel de Mañara, esos Finis Gloriae Mundi y In Icto Óculi que constituyen una de las mejores alegorías del auténtico espíritu barroco. Valdés Leal falleció en Sevilla en 1690 y fue enterrado en la parroquia de San Andrés. Una placa junto a la portada principal recuerda su memoria. Pero aún queda mucho trabajo por hacer en torno a este San Bartolomé redescubierto. Segura de León perteneció en el pasado a la Archidiócesis de Sevilla y esa dependencia de la mitra hispalense pudo facilitar el encargo. El siguiente paso será saber quién encargó la obra y cómo y por qué pasó del convento de Fátima de Segura a la Iglesia de la Asunción en el último cuarto del siglo XIX.

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