Local

La Policía impide que un vecino de Pino Montano mate a su esposa

La hija de ambos, mayor de edad, ha sido testigo de la agresión

el 26 may 2013 / 14:31 h.

TAGS:

En la séptima planta del bloque 6 de la calle Pintores, barriada de Pino Montano, las paredes son casi de papel: se oyen timbres de teléfono, ruido de llaves, conversaciones familiares. Ayer, poco después de las nueve y media de la mañana, los gritos que salieron de la puerta C alertaron a un vecino, y la rápida llegada de la Policía Nacional evitó la tragedia. Los agentes detuvieron a Eduardo R. S., un varón de 64 años justo en el momento en que presuntamente se diponía a dar una puñalada mortal a su esposa, Manuela R. T., de 64, a la que ya había asestado numerosos golpes de arma blanca en tórax, cuello y espalda, así como en las manos al haber intentado defenderse.

La agresión, que según la Policía se produjo en presencia de la hija de ambos, provocó en la víctima heridas de consideración grave, aunque después de ser trasladada al hospital Virgen del Rocío su estado se mantenía estable. Según las mismas fuentes, el agresor también mostraba heridas que se había autoinfligido.

Por la tarde, la paz volvía a reinar en de Pino Montano: gente joven con camisetas béticas, camino de la Palmera, un grupo de madres llevando a sus hijos hacia el carrusel de los ponys, un redoble de tambor bajando desde alguna ventana... Nada permitía imaginar que apenas unas horas antes la violencia de género se manifestaba en todo su horror.

En el Café Bar Mesta, del que la víctima era asidua, se vuelve a la normalidad tras la conmoción inicial. “Ella es una mujer muy tranquila y simpática, viene siempre a tomarse el café con las amigas, va a andar por la tarde. Y con el hijo también la veíamos mucho...”, dice una de las clientas, aludiendo a un vástago varón que al parecer no se encontraba en casa en el momento del ataque. “Lo último que imaginábamos es que pudiera ocurrir algo así”. Y del esposo, lo mismo: “Un hombre muy tranquilo, muy discreto”, afirman.

Lo mismo dicen algunas vecinas del bloque interrogadas al respecto por El Correo mientras pasean un westie. “Nos hemos quedado de piedra. Ella es la mujer más amable del mundo, y él es de buenos días-buenas tardes, y ya está”, aseguran. “De hecho, nos hemos enterado de lo que ha ocurrido porque una prima del pueblo me ha llamado al ver las noticias:se había enterado antes que yo”, agrega.

“Yo he sufrido en mi propia piel la violencia de género”, reconoce otra, después de un rato de conversación. “Por eso me ha hecho gracia que digan que es un hombre muy normal y muy tranquilo. Lo que decían del mío”, añade con una sonrisa amarga.

En el barrio, si la violencia de género es un problema, nadie parece dispuesto a hablar de ello. La dependienta del establecimiento más próximo al lugar de los hechos, el bazar Hao Yun La, porque su español es muy deficiente, aunque no esconde su curiosidad cuando aparecen por la calle las cámaras de televisión a grabar recursos. Uno de los vecinos calla por prudencia: “No quiero líos, ¿eh?”, dice con una sonrisa, mostrando las palmas desnudas de las manos, “pero pregunte en el mismo bloque, igual allí pueden contarle algo más”. Y no faltan quienes tienen la íntima convicción de que esas cosas no ocurren en Pino Montano. “No al menos públicamente. Lo que ocurra de puertas para adentro, eso ya es otra cuestión”, explican.

“Lo que sí hay mucho, es gente que se tira por los balcones”, aseguran al menos media docena de vecinos interrogados, como si el suicidio fuera un rasgo identitario, público y notorio, de la barriada, mientras que el maltrato doméstico perteneciera a la esfera de lo privado, a una intimidad en la que nadie tiene derecho a entrar, salvo –en casos extremos– la Policía.

Un vecino que hace tan sólo un par de semanas trató de cortarse las venas, otra que primero arrojó por la ventana a su perro, y poco después decidió tirarse ella misma. Otro más que intentó quemar su casa... “Depresiones, problemas, vaya usted a saber por qué lo hacen”, comentan. En unas calles en las que, dicen, quitarse la vida por su propia mano parece casi una terrible rutina, el sangriento suceso de la calle Pintores, un intento de homicidio, aparece como una extraña anomalía.

“Estamos acostumbrados a que se tire la gente, siempre nos preguntamos quién va a ser el próximo”, confirman unos adolescentes ociosos que roen pipas en un banco de la calle Sembradores. “Pero violencia de género no hay. O no sale a la luz. Las mujeres se lo callan”, añaden.

“Por aquí hay tres o cuatro que sabemos que sus maridos les cascan”, asegura la encargada de un negocio próximo al parque. “¿Pero sabe qué le digo? Que si lo veo, no me voy a meter. Como mucho, llamaré a la policía, porque luego ellas mismas dicen que si era un asunto de ellos, un empujón...”. Ayer, una de esas llamadas impidió la muerte segura de Manuela, y sirvió para recordar que los dramas cotidianos más graves pueden estar en la puerta de al lado.

Cabe recordar que el 016 es el número de marcación abreviada para casos de violencia de género.

  • 1