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Diego Ventura confirma su buen momento

Ventura ha vuelto a triunfar en Sevilla, como hace exactamente dos semanas. Nada nuevo. Ha sido una actuación atrevida y sincera, arriesgando en los momentos decisivos, con un toro que ayudó poco.

el 15 sep 2009 / 03:10 h.

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Juan Miguel Núñez

Ventura ha vuelto a triunfar en Sevilla, como hace exactamente dos semanas. Nada nuevo. Ha sido una actuación atrevida y sincera, arriesgando en los momentos decisivos, con un toro que ayudó poco. Pero su estilo, más cerca de la heterodoxia que de la sobriedad y el clasicismo, ha estado esta vez extraordinariamente marcado por las acrobacias y otras suertes, por llamarlas de alguna manera que tienen poco que ver con el verdadero toreo a caballo.

Porque, sin hacer de menos a los cites muy en corto a toro y caballo parados, en la suerte de poder a poder como se le denomina en el toreo a pie, de mucho mérito por el aguante que hay que tener ahí, sin embargo, la clave de este triunfo ha estado en otras actitudes, concretamente las alocadas galopadas alejado de las reuniones y la feísima licencia de la cabalgadura mordiendo los pitones.

El bravo caballo se llama Morante, la gente se vuelve loca con lo que hace y Diego Ventura presume de él como algo extraordinario. Diferente sí que es, pero así no debería ser. Una lucha a bocados y cornadas entre perros -caballos en este caso- y toros suena a circo romano, algo que no tiene cabida en la modernidad. Lo extraño es que en ese alborotado ambiente, de tanta pasión como benevolencia, picó hasta el palco, al transigir en la desmesurada petición del segundo trofeo después de haber pinchado el jinete en la suerte suprema. Porque Ventura lleva ya muchos triunfos así, quizás ya sea hora de matizarselos. A la vuelta está la importante Feria de San Isidro, y si Las Ventas da también el sí a este supuesto espectáculo, a lo peor se cargan de razón los anti, los que de antemano no entienden la noble lucha del hombre y la fiera, ya sea a pie con un trapo como única arma, o a caballo como es el caso del rejoneo. Debemos pedir respeto a la dignidad de unos y otros.

Diferente el concepto de Antonio Domecq, que en el que cubero que abrió plaza estuvo muy vibrante, pero sin salirse de la más estricta ortodoxia, galopando a milímetros de los pitones y con suma limpieza, sin brusquedades ni tropiezos. La flexibilidad y el arrojo de los caballos, conducidos por la seguridad y el temple del jinete jerezano: ese es el rejoneo auténtico. Pero le faltó acertar en la suerte suprema.

Y en ese aire fue también la actuación del ya no tan joven Andy Cartagena, cuyo estilo antaño tremendista ha depurado mucho. Sus alardes ahora son de buena monta y alta escuela, haciendo las reuniones en los medios y al estribo. Sobresaliente en el par a dos manos. Cortó una oreja con pinchazo previo al rejón final.

Montés le echó imaginación y recursos al rajado cuar toro de la mañana, prodigándose mucho con los palos colocados al violín y apoyándose siempre en los terrenos de adentro, la querencia natural del manso que le tocó en suerte. Sin embargo, el presidente no quiso atender la petición de oreja del público.

Al madrileño Martín Burgos, que hace algunas temporadas sorprendió al público de la Maestranza al abrir la puerta del Príncipe, se le advirtieron notables desigualdades. Como atacó tan acelerado, no encontró toro la mayoría de las veces. Lo mejor de la actuación de Martín Burgos fue un quiebro al violín con el que resolvió la colocación de la cuarta banderilla. A Leonardo Hernández no le acompañó su toro, sin celo alguno y doliéndose mucho al sentir los hierros. El esfuerzo del joven rejoneador fue grande, pero sirvió de poco.

Al final no hubo Puerta del Príncipe para Diego Ventura por una extraña e injusta determinación del presidente, Gabriel Fernández Rey, pues al margen de las consideraciones ya apuntadas debió calibrar mejor, o al menos igual, las dos orejas de un sólo toro que si hubieran sido tres en dos, la exigencia que marca el Reglamento. ¿O es que los que actúan en corrida de seis para seis de antemano no tienen opción a este honor?

PLAZA DE LA REAL MAESTRANZA

Ganado: Se lidiaron seis toros de Benítez Cubero, reglamentariamente despuntados y en el tipo del encaste. En líneas generales les faltó raza aunque no presentaron demasiadas complicaciones a los rejoneadores. Todos acabaron muy parados, entablerados y rajados y casi nunca quisieron seguir de verdad a las cabalgaduras.

Rejoneadores: Antonio Domecq, ovación.

Raúl Martín Burgos, floja petición de oreja y ovación.

Andy Cartagena, oreja

Álvaro Montes, petición de oreja y vuelta al ruedo protestada.

Diego Ventura, dos orejas.

Leonardo Hernández, ovación.

Incidencias: Los tendidos se llenaron hasta la bandera en una mañana espléndida y muy soleada.

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