Los resultados de los balances periódicos que hace el Servicio Andaluz de Salud sobre el desarrollo del programa de trasplantes arrojan cada vez cifras más optimistas y sitúan a la comunidad entre las primeras del país en la tasa de donaciones (37 donantes por millón de personas frente a la media española de 34,2 por millón). Es una gran noticia que multiplica su proyección si se tiene en cuenta que España es referente indiscutible en esta materia a nivel mundial: casi duplica la tasa de donación de la Unión Europea (18,2 donantes por millón de personas) y sobrepasa en ocho puntos la de Estados Unidos (26,3). Este ejemplar liderazgo coloca a España en la vanguardia de una disciplina científica y de un ranking moral admirables a partes iguales. La generosidad solidaria que impulsa a miles de ciudadanos a hacerse donantes y, de otro lado, a responder afirmativamente cuando se les pregunta si desean donar los órganos de sus familiares, es un patrón a seguir y de hecho comienza a ser seguido en otros países, como Reino Unido y algunos de Latinoamérica, que están incrementando sus tasas de donaciones al poco de adoptar el modelo español de trasplantes. De hecho, la Comisión de Trasplantes del Consejo de Europa estima que si ese modelo de gestión español se aplicara en el resto de la UE, más de 20.000 personas mejorarían su calidad de vida. Es una situación de la que hay que enorgullecerse y que ha de servir para desterrar la creencia de que España nunca destaca en el terreno científico. La prueba de que las cosas están cambiando lleva años figurando en las estadísticas y de hecho ha convertido la política nacional de trasplantes en un ejemplo a seguir. Ahora bien, no hay que abonarse al triunfalismo, porque en la actualidad sólo en Andalucía hay 855 personas que necesitan un trasplante, y todavía hay pacientes que mueren esperando ese órgano que no llega. Los que hacen posible que a muchos de ellos sí les llegue a tiempo son los grandes héroes de esta historia.
