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Economistas que renuncian a la ortodoxia

Sevilla alberga hasta mañana una reflexión sobre los costes de la crisis y sus alternativas organizada por Economía Crítica.

el 09 feb 2012 / 21:58 h.

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Movimientos sociales como el 15-M y un descontento cada vez más generalizado inspirado en el sentimiento de que los que pagan la crisis no son los que la generaron han despertado el interés de muchos por conocer mejor una corriente alternativa que propugna el mensaje de que otra economía es posible.

La denominación de este grupo, Economía Crítica , deja claro ya desde el principio que no sigue los dictados de la ortodoxia económica imperante y que lo hace así desde su nacimiento, allá por el año 1987. Detrás hay indignados, pero no los que propiciaron el 15-M, sino profesionales, muchos de ellos, vinculados al mundo universitario. Persiguen generar una reflexión seria y sosegada de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Desde ayer y hasta mañana varios centenares de personas, algunas procedentes de países como Dinamarca, México o Brasil, comparten experiencias y analizan la crisis en la que está sumergido medio mundo en unas jornadas bienales que cumplen su decimotercera edición y que se desarrollan por primera vez en Sevilla.

Luis Andrés Zambrano es secretario del Departamento de Economía Aplicada II de la Universidad de Sevilla y, junto al catedrático Manuel Delgado, uno de los organizadores que explica que este año, como no podía ser de otra forma, el encuentro se centra en analizar "los costes de la crisis y las alternativas que ya están funcionando".

Si entendemos por economía en su concepto más amplio -como hace Zambrano-, la forma que tenemos de organizarnos y relacionarnos, entonces, defiende, sí caben otros modelos. A su juicio, los intereses que abocaron al país a la crisis tras un crecimiento desmesurado de la construcción y que desembocó en una caída de las mismas proporciones son los que están apuntando las recetas para salir de ella pero sin pensar en lo que conviene más a la sociedad. "Las medidas que se están tomando minan los salarios, constriñen el consumo, pero no buscan un cambio de sistema productivo sino solucionar los problemas de los financieros y de los que especularon", asevera.

Con un telón de fondo de casi 5,3 millones parados y una tasa de desempleo superior al 30% en Andalucía, reconoce que la situación "no es sostenible socialmente", aunque tampoco se aventura a precisar dónde se sitúa el límite del aguante porque cada día "nos aprietan el cinturón un agujero más". Además, advirtió de que la pérdida de derechos adquiridos no es una cesión "temporal", sino que "el pueblo tendrá que volver a conquistarlos". "No volverán salvo que haya contestación social", avisó.

Una cuestión complicada cuando la soberanía la aplica el Estado pero siguiendo las directrices que les marca el sistema, apostilla, al tiempo que lanza al aire una crítica general. "Venimos de una época de bonanza en la que nos hemos dulcificado y los sindicatos se han dedicado a coger fondos europeos para hacer cursos de formación y se han vuelto muy dóciles". Aludió al 15-M, cuyo espíritu aseguró que "no ha muerto", aunque admitió que "le ha faltado continuidad".

No se trata -abunda- de renunciar al Estado del Bienestar como lo conocemos, pero sí remover conciencias y plantear las cosas fundamentales que hay que conservar, léase sistema sanitario o educativo de calidad, y las prescindibles.

En materia puramente económica pone el acento en la necesidad de reconvertir el sector de la construcción cambiando la mentalidad de la propiedad por el alquiler, promoviendo la salida a unos precios justos de las viviendas vacías, la rehabilitación del parque inmobiliario más antiguo, cooperativas... "La solución es que la gente tenga una vivienda como espacio para vivir, pero no tiene por qué ser en propiedad", defiende.

Ahí estriba el problema de fondo, el elevado endeudamiento de las familias con los bancos para poder comprarla. "Ya lo avisaba en 2006 la Comisión Europea en sus informes, que acabaría por estrangular el consumo de las familias". Y defendió una economía diversificada orientada a crear actividad y empleo y no exclusivamente a ganar dinero, como ocurrió con el ladrillo.

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