Para casi todo el mundo, creo que resulta una necesidad prioritaria en la educación de los hijos el que se les debe saber reprender y corregir de forma racional y moderada. El restringir o anular esa facultad a progenitores y tutores supone cercenar toda posibilidad de que los niños, desde pequeños, asuman que existen límites, sepan diferenciar lo correcto de lo inmoral, aprendan a respetar y a respetarse, comprendan el significado del principio de autoridad... es decir, que puedan adquirir una formación integral en valores, en su significado no sólo de derechos sino también de obligaciones.
Lo contrario es fomentar la ley de la selva en nuestros niños y adolescentes. Mal camino llevamos, por tanto, cuando de nuestro Código Civil expresamente se ha suprimido esa facultad de corrección racional y moderada; supresión que considero, en el fondo, demagógica dado que, como he dicho, educar supone siempre saber corregir y reprender.
No se trata, en definitiva, sólo de la filosofía barata y mediática del cachete, sino que esa visión inspirada en ejemplares y modélicos ideales de protección a la infancia, que comparto, llevados a extremos de mojigata y aséptica teoría aplicada, nos pueden conducir a otra realidad, a la sazón mucho más peligrosa, la de que esos niños y adolescentes criados y educados como el buen salvaje terminarán devorando a la sociedad y a los padres que confundieron su libertad con libertinaje.
En definitiva, el resultado de esa situación de permisividad e indefensión asumida está generando ejemplares desprovistos del más mínimo sentido de responsabilidad y cargados de desvergüenza, hostilidad y rebeldía. Menudo panorama nos depara el futuro como sigamos en esa línea.
