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"El cine religioso en España tiene un público y éste no es un puñado de beatas"

Entrevista a Pablo Moreno, director de la película ‘Un Dios Prohibido’. Premio a Mejor Película en los premios Mirabile Dictu, considerados los Oscar del cine religioso. (VÍDEO)

el 06 jul 2014 / 12:00 h.

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El joven cineasta saluda al Papa y le muestra el DVD de su película. La cinta se rodó con muy pocos medios pero ha cosechado un importante éxito de público en España. / El Correo El joven cineasta saluda al Papa y le muestra el DVD de su película. La cinta se rodó con muy pocos medios pero ha cosechado un importante éxito de público en España. / El Correo Hace pocos días, Un Dios prohibido se alzaba con el premio a Mejor Película en los premios Mirabile Dictu, considerados los Oscar del cine religioso. La historia de los mártires claretianos de Barbastro, dirigida por un joven Pablo Moreno, ha cosechado, en estos doce meses, un reconocimiento poco común para una cinta española de temática religiosa. Ganadora de un premio ¡Bravo!, Un Dios prohibido supone un salto de calidad en el cine de temática religiosa en nuestro país, muy poco habitual hasta la fecha Un Dios prohibido se ha convertido, de algún modo, en la seña de identidad de Contracorriente. ¿Cómo se le ocurre a un joven cineasta como Pablo Moreno crear una productora con este cariz cristiano? Para hablar de Contracorriente producciones tenemos que remontarnos al año 1993, cuando un sacerdote que ha estado siempre muy cercano a la empresa, Juan Carlos Sánchez, actualmente rector del Seminario de Ciudad Rodrigo, funda el grupo Manantial, un grupo juvenil diocesano que se dedica a representar a Pasión en Semana Santa. Ese grupo se plantea también como un grupo de discernimiento para jóvenes que están en proceso de búsqueda. En verano había otra actividad fundamental que era caminar por un río, a contracorriente, desde su desembocadura hasta el nacimiento como una experiencia de búsqueda de las fuentes de la vida. Yo entré en ese grupo como joven, y como todos, realicé mis estudios respectivos, empecé a hacer cine y en 2004 una empresa de Madrid nos pide que hagamos unos documentales sobre la vida de Cristo, recogiendo de alguna forma nuestra experiencia en la representación de la Pasión. Comenzamos entonces a rodar la película Jesús, el Peregrino de la Luz, a raíz de esos documentales y a partir de aquí nace Contracorriente Producciones. Nace paralela esta película porque era una apuesta, en concepto audiovisual de lo que nosotros vivíamos. La montamos aquí, en Ciudad Rodrigo, en el suroeste salmantino, donde tenemos una pérdida de la sangre de la tierra. Nuestra tierra se desangra porque no hay oportunidades para los jóvenes. Cada año cientos de ellos se van fuera a buscar trabajo, lo que lleva a esta zona a tener una demografía similar a la de Siberia. Decidimos quedarnos a trabajar en Ciudad Rodrigo porque, en primer lugar, es un lugar estupendo, es tierra de cine, pero también por una cuestión social: vemos que podemos aportar algo en el lugar en el que vivimos. ¿Todos son cristianos en Contracorriente? La empresa nace con unas características humanísticas claras, las personas son lo más importante desde el principio. Nuestra estructura de hecho es curiosa. Para nosotros, es una forma de vida: un trabajo con una marca de calidad y buscando esos aspectos humanísticos, enlazados con los temas trasversales para la vida: el respeto, los valores cristianos… Contracorriente Producciones tiene un ideario claramente cristiano aunque muchos de los que trabajan no son cristianos, tenemos mucho de todo. Es un encuentro de diálogo que es muy enriquecedor. Pablo Romero maneja la cámara durante el rodaje. / El Correo Pablo Romero maneja la cámara durante el rodaje. / El Correo Hace un año se estrenaba Un Dios prohibido. Una cinta que ha marcado un punto de inflexión en la trayectoria de Contracorriente, ¿Cómo nació la historia de Un Dios prohibido? Un Dios prohibido nace, como muchas cosas, fruto de la casualidad. Yo formaba parte del Departamento de Evangelización y Nuevas Tecnologías de la diócesis de Ciudad Rodrigo, un departamento de la Pastoral de Medios de Comunicación Social. En 2011, junto a Juan Carlos Sánchez, fui a dar un curso a sacerdotes de Barbastro. Allí conocimos la historia de los mártires de Barbastro. Cuando vi el museo me dije «aquí hay una historia increíble». Aunque conocemos muchas historias sobre religiosos mártires, la de los claretianos de Barbastro tenía ciertos aspectos singulares, por sus características: fue el primer seminario mártir, un seminario íntegro que fue martirizado y luego por la actitud que ellos mantuvieron en todo el cautiverio y martirio: es una historia de amor atípica. El hecho que estuviesen encerrados un mes en una especie de teatrillo era un poco como alegoría del teatro del mundo. Veíamos que había muchos elementos para una película de una gran épica emocional. Y efectivamente. Hemos hecho una película con medios muy reducidos, pero que sí que sabemos que es una película que marca un antes y un después en nuestra forma de entender el cine y en nuestra forma de hacer cine. Cartel-Un-Dios-ProhibidoUn Dios prohibido cuenta con un elenco de actores entre los que encontramos caras conocidas del teatro e incluso del cine español, como Elena Furiase, Juan Lombardero o Jesús Guzmán. ¿Qué repuestas recibisteis cuando plateabais a algunos que iban a ser seminaristas o curas mártires? ¡De todo! Pero en general la respuesta fue muy buena. El equipo de actores y el equipo técnico han mostrado siempre un gran respeto por los personajes, la historia… independientemente de sus creencias. Evidentemente, cada uno tenía sus ideas, lo bonito es que había una variedad que hacía que todo lo que surgiera fuera muy constructivo; además desde puntos de vista dispares. El trabajo fue muy bien, ellos aportaron muchísimo, porque es difícil una película así, con nuestro presupuesto. Actores y técnicos tuvieron siempre una actitud muy positiva que facilitó mucho las cosas. Rodamos en Ciudad Rodrigo donde la gente nos conoce, nos apoya, las localizaciones en las que hemos rodado son muchas de allí… el palacio episcopal, el antiguo instituto de Ciudad Rodrigo donde rodamos las escenas del salón de teatro... Y luego el apoyo de la gente, esos casi 200 extras que nos acompañan hasta a un bombardeo… ¿qué más se puede pedir? Un Dios prohibido es un trabajo cuya calidad cinematográfica, a pesar de los medios, es muy notable. Sin embargo, fuera de los círculos más afines a la Iglesia ha sido poco conocida y reconocida, ¿en España hay cierta reticencia a reconocer el cine religioso de calidad? Nosotros nos hemos encontrado con muchas sorpresas. Fuimos candidatos en los Goya, aunque esto es un proceso bastante formal y natural, pero el hecho de estar ahí, asomarnos por la ventana aunque luego no recibiésemos ningún tipo de nominación nos ha hecho sentir muy contentos con el medio cinematográfico. No hemos recibido malas críticas por parte de la gente del sector; independientemente de sus creencias han sido siempre muy respetuosos y el público ha respondido muy bien pese a que teníamos un presupuesto mínimo para publicidad, no pudimos promocionarla mucho. En este trabajo, realmente, uno cosecha lo que siembra y nosotros teníamos muy pocas semillas que sembrar, aunque cada uno de ellas ha dado el ciento por uno. La película ha funcionado muy bien en el cine. Esto me hace pensar que también el cine religioso en España, pese a lo que diga la gente, sí que tiene un público y no es el público que la gente piensa, no es un puñado de beatas; creo que es un público general. Es algo a veces tan fuera de lo común. Si se hace un buen cine que trate aspectos humanos, fundamentales, que nos toquen a todos, independientemente de las creencias que uno tenga, creo que es una oferta más. Ciertamente no es un cine palomitero, para pasar el rato, es un cine que te manda preguntas, te plantea cuestiones que te llevas a tu casa después que has visto la película. Desde mi punto de vista es un cine que merece la pena. La experiencia que tenemos a lo largo de estos año, poco a poco, en el terreno cinematográfico es muy alentadora. Creo que el cine religioso tiene un público muy amplio. Si tuvieras que quedarte con una escena de Un Dios prohibido, ¿con cuál te quedarías? A mí hay una escena que me gusta mucho que es cuando los dos personajes argentinos se van a ir, y entonces les dicen a sus compañeros que pueden llevar cualquier cosa que quieran entregarles al superior de la congregación, a sus familiares… Hay un momento muy bonito en el que todos los chicos, que saben que tarde o temprano les van a matar, van entregando un cinturón, un pañuelo, pequeñas notas… y hay una escena en el que uno de los protagonistas, Ramón Illá, que es el que cuenta la película en los primeros tres cuartos de la misma, le pasa el testigo a quien terminará de contar la historia que es el personaje de Pablo Hall. A mi me parece esa secuencia muy bonita por el tema de la transmisión, hay una entrega del testigo, «yo voy a contar una historia hasta en el momento en el que puedo contarla... ahora te toca a ti». Al final tiene un aspecto sacerdotal, de paso de testigo, pero también tiene un aspecto como de confesión personal, «yo sabía lo que iba a pasar y ahora te toca a ti dar a conocer esta historia», desde la perspectiva, siempre, del perdón. Como director de cine, y de un cine de este tipo de temática, que apela directamente al público, ¿qué responsabilidad se plantea ante cada cinta? Creo que el trabajo cinematográfico es vocacional. Uno puede dedicarse a ciertos trabajos que no le exigen una aportación personal tan amplia, porque exige mucho de uno mismo, A mí siempre me ha producido un poco de vértigo dirigir, me encanta, es mi pasión, pero al mismo tiempo es lo que más miedo me da por la responsabilidad que conlleva porque en las historias que cuentes, cuando eres director, eres la persona a la que actores y técnicos entregan su trabajo, su alma, y muchas veces cuestiones muy íntimas. Tienes que mantenerte a la altura de las expectativas y conseguir que su trabajo luzca. Dicen que cuando una película sale bien la enhorabuena es para todos y si la película sale mal la culpa es del director, y eso es verdad. Y luego la responsabilidad que tienes con el producto final, con la gente a la que llegas, quieres que a la gente le guste, que no ofenda… en el caso de Un Dios prohibido queríamos que no fuese una película dogmática sino una cinta conciliadora. Una responsabilidad grandísima que a mí y a más de alguno nos quitó el sueño más de una vez.

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