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El crecimiento de la cocaína

En los dos últimos días se han hecho públicos sendos estudios sobre el consumo de drogas que merecen una reflexión que vaya más allá de unos titulares de prensa de trazo grueso. El lunes, la Consejería de Bienestar Social de la Junta presentó los datos de un estudio en el que se concluía que el 20% de los andaluces reconoce tener problemas de adicción.

el 15 sep 2009 / 06:53 h.

En los dos últimos días se han hecho públicos sendos estudios sobre el consumo de drogas que merecen una reflexión que vaya más allá de unos titulares de prensa de trazo grueso. El lunes, la Consejería de Bienestar Social de la Junta presentó los datos de un estudio en el que se concluía que el 20% de los andaluces reconoce tener problemas de adicción. Ayer martes, la organización Proyecto Hombre hacía apreciaciones del mismo tenor y sostenía que el consumo de cocaína en España se ha multiplicado por cuatro en los últimos ocho años y que muchos de sus adictos se inician a los 14. Si se extrapolasen los cálculos al conjunto de la población nos saldrían cifras como mínimo llamativas, pues se podría entender que el número de andaluces con problemas con las drogas (incluido el tabaquismo más severo y el alcohol) se acerca al millón y medio o que el porcentaje que consume cocaína (un 3,1%) se sitúa en casi el cuarto de millón. El sentido común dice que estos datos sean tal vez excesivos, pero las encuestas están ahí. Y han de servir de elemento de análisis sobre la permisividad con la que se vive este fenómeno en determinados ambientes y franjas de edades. Las continuas campañas que alertan sobre el peligro que implica el consumo de estas sustancias en la salud no hacen mella entre los más jóvenes. La razón radica en que drogas como la cocaína han ido ligadas a una cierta imagen de "éxito social" y no se asocian con fenómenos de marginalidad. Por el contrario, el perfil medio de un cocainómano es el de un varón de unos treinta años que vive con sus padres y que compagina su trabajo con su adicción. Eso demuestra que hay que atajar la opinión, más extendida de lo que pueda parecer, de que no es una droga tan dañina como otras. Y para eso se necesita más prevención por parte de todos, no sólo de la Administración que paga la campaña de turno.

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